Entrevista con Fernando Moraleda. Secretario de Estado de Comunicación.
Vinculado muchos años al mundo rural como secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) y más tarde como secretario general de Agricultura, en septiembre de 2005 sustituyó a Miguel Ángel Barroso en la Secretaría de Estado de Comunicación. Fernando Moraleda (49 años, Ciudad Real) vive como un «fórmula 1» en primera línea política. Se declara «zapaterista» y reconoce que el proceso de paz con ETA será «largo y difícil», al tiempo que defiende con pasión las reformas emprendidas por el Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero. Hace unos días ETA aseguraba en una entrevista concedida al diario Gara que Moncloa debía cumplir unos compromisos.
¿Hasta dónde puede llegar el Gobierno? El Gobierno en estos momentos está en el proceso de verificación. Este proceso lo que pretende es tener elementos de juicio para comprobar si el alto el fuego permanente declarado por ETA hace más de dos meses es real. Tenemos que decir, con enorme gratitud, que en esto el Gobierno y el presidente ha sido apoyado unánimemente por todos los grupos parlamentarios. Es la primera vez donde antes de tomar una decisión, que es ir alParlamento, el presidente ha recibido a todos los grupos. Se ha querido escuchar a todos porque en una cuestión de Estado hay que tener un comportamiento de Estado. A partir de ahí el presidente, cuando tenga los elementos de juicio suficientes para comprobar que tiene datos para ir al Parlamento cumplirá su compromiso.
¿Se baraja alguna fecha ? El calendario deviene sobre la convicción sobre los contenidos en el proceso de verificación, no al revés. Verificamos y después el presidente anuncia al resto de los grupos parlamentarios sus apreciaciones sobre esto. Hay un enorme poso en la sociedad de esperanza. Trabajemos por la paz y no alimentemos la confrontación.
Después de celebrar con optimismo que la sociedad española pueda librarse de la lacra del terrorismo, ¿en qué posición se quedaría el Gobierno de Zapatero si al final no se consiguiera? No debemos de afrontar este tema desde el punto de vista psicológico, ni de pesimismo ni del optimismo. Tenemos que analizar hechos y debiéramos de abandonar cualquier elemento de subjetividad. El presidente no es que haya trasladado optimismo. Cuando dijo «creo que estamos en el principio del fin del proceso de paz» se le calificó de una manera y cuando llegó el anuncio del alto el fuego permanente hubo mucha gente que entendió por qué el presidente decía eso. Y es un proceso largo... Venimos reiterando que es un proceso largo y difícil. Estamos todos de acuerdo, sin embargo también se percibe una ansiedad mediática, que está en la lógica de la velocidad de la noticia. Pero creo que también es una buena oportunidad para que el periodismo se pusiera también delante de un espejo, no tanto para autoevaluarse, sino para repreguntarse.Si estamos de acuerdo en que es un proceso largo, duro y difícil... ¿Por qué tenemos ansiedad en hacerlo corto? ¿Por qué pensamos que va a ser más fácil de lo que va a ser? ¿Por qué creemos que esto ya está hecho? Procesos similares duraron años y nuestro objetivo es no hacer de esta ambición por la paz un rédito político, sino la consecución de un anhelo que pertenece a la historia de nuestro país. No se trata de singularizar quién consigue la paz, porque al final quien la conseguirá serán los españoles... del País Vasco, Andalucía, Castilla-La Mancha, Galicia, todos.
¿Hay alguien al que le gustaría que no se acabe la violencia? No. No me cabe en la cabeza que haya nadie de buena fe que realmente desee que continúe la violencia. Me parece tan profundamente inhumano que no me cabe en la cabeza. Lo digo sinceramente, a pesar de las controversias y de los nombres y apellidos que me surgen inmediatamente. Los españoles, en especial las víctimas, ¿están preparados para que el Estado sea generoso? A las víctimas les debemos respeto antes que nada, y en segundo lugar tenemos que ayudarles a garantizar ese sentimiento de dignidad y de justicia. Tenemos que hacerlo por encima de cualquier intento de crear enfrentamiento. El Gobierno tiene que estar muy por encima, tiene que hacer una enorme pedagogía respecto a este sector, al que tanta atención le debemos. El presidente del Gobierno no ha dicho que vaya a ser generoso porque hemos aprendido del pasado que el ex presidente Aznar se equivocó cuando dijo que iba a ser generoso, cuando el Movimiento de Liberación Nacional Vasco. No lo decimos por criticar a José María Aznar sino para comprender que todos los periodos en el pasado nos tienen que enseñar pautas y comportamientos para conseguir la ambición de paz que todos deseamos. Creo recordar que en el 98 se abrió un proceso de diálogo con ETA existiendo 1.200 actos de kale borroka en un mes, y hoy nos hemos exigido a nosotros mismos que no haya ningún tipo de violencia distinta, ni por su intensidad ni por el número de actos de violencia. Y hay apoyo en esa exigencia... Todo el mundo apoya que eso es lo que se debe de hacer, pero es la primera vez que se hace. Esta exigencia es fundamental. Tenemos una profunda confianza en la sociedad vasca. La alegría explícita que se produjo en la sociedad vasca con el anuncio del alto el fuego permanente terminará por producir resultados. Cuando es la sociedad la que se pone en marcha es muy difícil que se la detenga.
¿Algún político ha incurrido en algún grado de incontinencia verbal después de los ataques en Navarra hace dos semanas? Es obvio que sí... pero no construyamos sobre las diferencias, vamos a construir sobre lo que nos une. La política se tiene que escribir con mayúsculas. Esperemos que la ansiedad que en algunas ocasiones veo en el cálculo electoral sea superada por la ansiedad que puede producir buscar la paz como un bien común público. No vamos a darle categoría a esos comportamientos. Venimos insistiendo que el comportamiento de Mariano Rajoy es completamente razonable, tiene una actitud prudente y colaboradora en esta materia, y sólo queda agradecérselo, por supuesto.
¿Navarra es una solución o un problema? Navarra no está en la agenda del proceso de paz. ¿El objetivo principal de los dos años que quedan de legislatura es convencer a la ciudadanía de que el proceso de reformas que se ha abierto en Cataluña y otras comunidades no es una desintegración de la España que conocemos? Tenemos la obligación de hacer siempre pedagogía porque está en la substancia de la comunicación. La diferencia entre propaganda e información es que la propaganda carece de paciencia y la información la necesita. La propaganda quiere convertir todo en un flash y la información tiene que ser un relato. Cuando hay un interés en que haya demasiado ruido, que ese ruido esté asociado a un alegato al miedo sobre sentimientos profundos de la sociedad como decir que «España se rompe», que es un recurso al miedo, sacar de la sociedad ese miedo en términos de confrontación política el relato es más lento porque tiene que enfrentarse a esa actitud política. ¿Estamos en una nueva etapa? Estoy convencido personalmente de que estamos en la segunda etapa de la modernización del Estado autonómico. Este país es mejor siendo un Estado de las Autonomías, que un Estado centralista. ¿Qué nos dicen los 25 años de autonomía? Primero, que ha aumentado la cohesión en nuestro país, que se ha modernizado más rápidamente. Castilla-La Mancha es paradigma de esta afirmación. Castilla-La Mancha no estaba en el mapa y quien la ha puesto en el mapa de España es el autogobierno autonómico. Si eso es así en Castilla-La Mancha no puede dejar de serlo en Cataluña, en Andalucía, en Castilla y León... No podemos, por tanto, tratar de mirar el futuro con el retrovisor sino que tenemos que mirar hacia adelante. Por poner un ejemplo, no entenderemos nunca el proceso en el que estamos con luces cortas, hay que poner luces largas.
¿Hay algún paralelismo con los primeros años de democracia? Cuando en la Constitución Española se abre el Estado autonómico hubo en aquel momento una situación parecida a la de ahora. Hubo dos tendencias, que están en el alma de la sociedad española. Una tendencia conservadora, de miedos y desastres inminentes. Hoy, aquellos que anunciaban esos desastres son los primeros en defender el Estado autonómico actual. Estamos en este proceso de la segunda modernización del Estado autonómico en la misma situación de antaño y vuelve a aparecer la genética conservadora. Auguro con total seguridad que cuando pasen años volverán a defender este cambio. Esa es la gran diferencia entre ver un país más conservando que progresando.
¿Zapatero se juega mucho en el referéndum sobre el Estatut? Creo que no, porque el referéndum está situado entre dos fundamentalismos extremos y una sensatez ambiciosa. Es el debate de hoy en Cataluña y los no no se diferencian, no son unos distintos de otros.
Sin embargo, ¿la campaña iniciada por el PSC es agresiva, no? Hay opiniones sobre lo acertado o no de esa campaña. Soy, personalmente, más partidario de las campañas en positivo o sutiles, más que de las campañas en negativo.
¿Las reformas que el Gobierno ha ejecutado en tan poco tiempo eran necesarias? Pregunten a los pensionistas si les parece bien que en sólo dos años hayamos incrementado un 17 por ciento sus pensiones mínimas, a los jóvenes si les parece acelerado que hayamos aumentado el salario mínimo en un 23 por ciento, preguntemos a las personas que tienen una naturaleza sexual distinta a la mayoría si les parece que hemos ido demasiado rápido o preguntemos a nuestros mayores si vamos demasiado rápido tratando de que tengan una ayuda los familiares para poder mantener dignamente a esos mayores o a las personas dependientes. La contestación es elocuente. No vamos rápido, hacemos lo que nos piden los ciudadanos. Pero la crispación con el principal partido de la oposición crece... ¡Cómo puede pensarse que la crispación procede de la acción de Gobierno! ¡Cómo puede pensarse que la crispación procede de una persona con el talante del presidente Zapatero! ¡Cómo puede pensarse que la crispación procede de aquél que no insulta y es insultado! La crispación procede de la ansiedad por no haber asimilado la derrota electoral y por no haber interiorizado que la mejor forma de volver a gobernar sólo procede de la acción positiva de dirigirse a los ciudadanos con alternativas distintas. No habrá nunca un cambio de Gobierno sobre la base de la crispación. La sociedad española está atravesando ahora mismo un estado de optimismo razonable. Tenemos una situación económica como nunca. Crecemos tres veces más que la media europea. Por fin hemos bajado la tasa de paro de la media de la UE, además tenemos saneadas las cuentas públicas, y por primera vez en la historia de la democracia tenemos superávit.
¿Esto es fruto del Gobierno? No. ¿Se podría calificar como el milagro Zapatero? No. Como tampoco hubo milagro Aznar. Es fruto del esfuerzo de trabajadores y empresarios. Sin embargo, algunos sectores como la Iglesia o diversas asociaciones han salido a la calle para protestar. ¿También se les escucha? Sin duda. No sólo que hay que escuchar, sino que lo hemos hecho de manera reiterada. En La Moncloa, en la etapa anterior se recibió sólo a una parte de las víctimas, a las que tenían una identificación con un partido político. Aquí se ha recibido a todos. Porque la condición de víctima no deviene de la afiliación política, deviene de una lacra que tenemos que combatir por encima de la opinión política de cada uno.
¿Y con la Iglesia? Pretendemos tener una relación adecuada, pero no podemos guiarnos con el catecismo sino por el programa electoral con el que nos comprometimos ante los ciudadanos. España no es en su Constitución un país católico. Es un país laico con un porcentaje muy alto de católicos a los que tenemos la obligación de respetar porque hay millones de españoles que tienen esa fe. Pero el respeto a la libertad de opinión no tiene que confundirse con la obligación de gobernar para todos, los que tengan esa fe y los que no.
Fecha: 21 de mayo de 2005. La Tribuna de Ciudad Real
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