domingo, 13 de octubre de 2013

El último Lampedusa

José Durao Barroso y Enrico Letta junto a los féretros de la tragedia de Lampedusa
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La indignidad viaja por el Mediterráneo desde hace tiempo. Esa indignidad parecía clandestina, muchos disimulaban para no verla pero ya es un hiriente secreto a voces. Llega la hora de poner fin a esas tragedias que acaban con la vida de decenas de personas que simplemente buscan una vida mejor. La reciente tragedia de Lampedusa del pasado 3 de octubre, donde más de trescientas personas perdieron la vida al hundirse el barco en el que viajaban, ha servido al menos para despertar las conciencias de una vez. El problema de la emigración ilegal y de las mafias que se enriquecen de aquellos que buscan el sueño europeo necesita una solución de manera inmediata.

La Unión Europea no puede seguir mirando hacia otro lado. Los muertos de Lampedusa, o los que sobreviven a duras penas, son los mismos que llegan a las costas de la isla italiana, Almería, Cádiz o las Islas Canarias. Nos hemos acostumbrado a que las noticias sobre inmigrantes que viajan en pateras o en barcos piratas sean una rutina. Casi ni prestamos atención a esas noticias. Leemos esas historias en los diarios o vemos las imágenes en los telediarios, pero ni nos inmutamos. No nos paramos a pensar en la enorme dimensión que esconde ese viaje hacia el escaparate de la Europa del bienestar y que tantas veces se deja a centenares de viajeros anónimos ahogados en el mar.

Por eso tras la tragedia de Lampedusa algo debe cambiar. La triste imagen de las filas de féretros, más de 200 ataúdes en un hangar, dio la vuelta al mundo. Ha puesto de manifiesto algo que el Papa Francisco ha resumido en tres palabras: “Es una vergüenza”. No ha sido el único. Las caras del presidente de la Unión Europea, José Manuel Durao Barroso, y del primer ministro italiano, Enrico Letta, eran un poema. No es lo mismo vivir una tragedia así desde sus confortables despachos, que ver los cadáveres o comprobar in situ, forzados por la presión de muchos vecinos de Lampedusa, las condiciones de vida en un centro de refugiados con capacidad para 300 personas, pero donde conviven más de 1.000 seres humanos. Ahora toca actuar. No hay excusa.

La necesidad de tomar medias urgentes desde Bruselas se corroboró en menos de una semana desde la tragedia del 3 de octubre. Mientras no se actué de manera efectiva, después de un Lampedusa habrá otro. Y así fue, en esta ocasión en aguas de Malta. El pasado viernes, cincuenta inmigrantes fallecían al hundirse otro barco con 250 personas a bordo. Por eso la Unión Europea tiene que buscar cuanto antes una solución para frenar la inmigración clandestina que está convirtiendo el Mar Mediterráneo en un cementerio.

A finales de mes se celebra una nuevo Consejo Europeo y en el orden del día estará un asunto tan espinoso como la emigración clandestina. Europa tiene la enorme responsabilidad de encontrar una solución que acabe con las mafias que se lucran sin miramientos de seres humanos. No es fácil y como punto de partida la solución pasa por los países de origen de los inmigrantes, donde carecen de las condiciones de vida necesaria para vivir. Por eso el reto para la Unión Europea es de gran envergadura. Lo que parece claro es que España o Italia no pueden abordar en solitario este problema y desde esa burocrática maquinaria europea debe encontrarse una respuesta. La misma Unión Europea que prohíbe los cigarrillos con sabores, los biberones con plástico policarbonato o que sanciona con dureza por no garantizar el bienestar animal durante el transporte jamás puede olvidarse de las personas.


Ese es el reto que tiene por delante el presidente de la Unión Europea, José Manuel Durao Barroso, el que impresionado ante la magnitud de la tragedia de Lampedusa afirmaba en esa isla que  “la Unión Europea no puede mirar hacia otro lado". Ahora tiene la oportunidad de implicar a Europa. Ojalá llegue el día en el que tragedias como la de Lampedusa no se vuelvan a repetir. Ojalá que el medio centenar de fallecidos en aguas de Malta sean los últimos de esa lista negra que lleva el título de La odisea de la inmigración clandestina. Por ahora, nadie puede garantizar que haya más lampedusas, pero confío, espero y deseo en que los que tienen en su mano buscar soluciones no olviden que Lampedusa y la costa española a la que tratan de arribar pateras cargadas de inmigrantes forman parte de Europa.