lunes, 30 de mayo de 2011

DSK: "¿Sabe quién soy yo?"


Las horas de vuelo tienen sus límites hasta para los tipos más poderosos del mundo. La vanidad nunca ha hecho un buen maridaje con la sencillez y a medida que crece el primero desaparece lo segundo. Todo hasta que un día de golpe y porrazo te ponen los pies en el suelo o hasta unas esposas. A Dominique Strauss-Kahn le sucedió el 14 de mayo, donde una supuesta agresión sexual a una camarera le hizo mortal… sin desprenderse de la Visa Oro. El todopoderoso Dominique Strauss-Kahn es desde entonces DSK, un hombre de tres letras que protagoniza uno de los culebrones más morbosos de los últimos tiempos. La justicia norteamericana aclarará lo que ocurrió realmente en la suite de ese hotel neoyorquino, pero por ahora DSK ya sabe lo que es bajar del cielo al infierno más lujoso. DSK simboliza, de algún modo, el mundo de los poderosos. En Nueva York y en medio mundo se debate entre la versión de la camarera y la teoría de la conspiración para acabar con el hombre que podía hacer sombra a Sarkozy e incluso el que quería acabar con la supremacía del dólar como divisa de referencia. Con estos mimbres, DSK espera en una jaula de oro de un lujoso apartamento que se haga justicia mientras se declara inocente de un asunto muy chungo. Confieso que no sé que creer, pero las filtraciones interesadas de este asunto dan mucho juego. Una de las últimas filtraciones revela que DSK recurrió a la típica frase de "¿No sabes quién soy?" para aprovecharse de la camarera. Entiendo que es la versión a la francesa del patrio: “¿Pero no sabe usted con quién está hablando?". Supongo que con acento francés esa frase tiene más fuerza que un deje castizo y chulesco. Pero sea como sea no conozco aún a nadie que le haya funcionado, ni con el picoleto de turno que te ha cazado a 150 kilómetros por hora ni con el maitre del restaurante en el que hay que esperar una hora para encontrar mesa. La frase de marras es de los poderosos, o al menos de los que creen que lo son y consideran que se pueden poner el mundo por montera, imponiendo su poder por encima de la ley y el respeto. Después de que un asunto de bragueta haya hundido su carrera, más vale que DSK no le suelte al juez un “no sabe usted con quién está hablando". Me da que el juez sabe bien quién es DSK.

viernes, 20 de mayo de 2011

La vida de los otros

Miguel era un tipo original. Coincidimos más de un año al inicio de nuestra carrera laboral en una agencia en la que tratábamos de abrirnos camino en el proceloso mundo del periodismo. Era de esas personas que nunca pasaban desapercibidas y tenía un afán casi desmedido e incontrolable por captar la atención de los que le rodeaban, lo que más de una vez nos colocaba en medio de inesperados fregados. Quería ser el mas original, aunque lo suyo no tenía nada que ver con la vanidad. Siempre tenía entre sus manos juguetitos, el último modelo de busca para recibir mensajes, un innovador teléfono móvil analógico y le daba ya dos telediarios de vida al walkman. Había crecido con un Sinclair ZX Spectrum entre sus manos y tenía fe ciega en los megabits. Aseguraba que dentro de unos años los ordenadores controlarían todos nuestros pasos, que no eran sólo imaginaciones de Orwell o de Star Trek. Su aire despistado, un carácter introvertido y la exhibición de cierto frikismo a principios de los años noventa, cuando le conocí, le hacían cuando menos peculiar. Una vez me aseguró que llegaría un día en que llevaríamos un chip implantado en la cabeza que nos permitiría desarrollar al 100% la potencialidad del cerebro humano. Ese día fue definitivo. O era un genio o un chalado. En aquel momento me incliné por la segunda opción, lo que marcó un punto de inflexión entre nosotros. Nuestros caminos laborales no tardaron en separarse. Apenas supe nada de él durante años hasta que un día, por casualidad, el destino nos hizo chocar de bruces en el momento más inesperado. Las ciudades son tan grandes como uno quiera, pero la casualidad va por libre. En un primer momento me costó reconocerle. No sólo no se le había caído un pelo, sino que las cejas estaban a punto de juntarse con el flequillo. Pero la cara había perdido expresividad de tanto quirófano y tanto bisturí. Me explicó que había cumplido su sueño y mostró varias cicatrices detrás de la oreja. Tenía implantes en el cerebro de Twitter, Facebook y otras redes sociales. Su conversación era apresurada. Se comía las palabras y rememoraba con tanta rapidez los canelones que nos zampábamos en el bar de menú que solíamos frecuentar en 1993 como hablaba de Lindsay Lohan, Lady Gaga o Sergio Ramos. Lo malo es que era imposible dialogar con él, porque con tanto twitter metido en la cabeza y cientos de miles de mensajes ya no vivía su vida, sino la vida de los demás.

lunes, 16 de mayo de 2011

¡Dales caña!

Si hay una cosa que me pone en las campañas electorales es la conversión del líder de turno en mitinero alientamasas. Así que hoy me voy a centrar en ese doctor Jekyll y mister Hyde que obra el milagro de transformar a los políticos cuando experimentan con un proceso electoral. Uno, que como mucho trata de hacer su trabajo de la manera más profesional posible y que en los ratos de ocio puede vestirse de dragqueen o hacer un master de papiroflexia, no pide el voto a nadie. Pero los políticos sí. Sobre esta capacidad mágica cada uno tendrá sus preferencias, pero en mi top one de estas elecciones figura el duelo de titanes que protagonizaron hace unos días en Tomelloso la ministra Carme Chacón y la candidata del PP a la presidencia de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal. La balacera que ambas hembras alfa protagonizaron al caer el sol sigue bajo secreto de sumario, al menos hasta el 22-M, pero es digna de película. Como con Al Pacino y Robert De Niro en Heat, donde se rumoreó que habían rodado por separado las escenas en las que aparecen juntos, aquí ni la pepera ni la sociata llegaron a verse las caras, pero ambas se transformaron. El duelo de Tomelloso encierra tanto misterio que los perspicaces agentes al mando del detective Plinio, ese inefable pionero de la novela policíaca en España, ya han catalogado estos hechos dentro de los casos célebres del policía local creado por Francisco García Pavón. En La Mancha, según cuentan fuentes bien informadas –como se dice en estos casos– todavía no se han recuperado del tiroteo que Chacón y Cospedal protagonizaron sin verse. Algunos auguran metas más elevadas para Chacón. Por ahora ella es capaz de bajarse al barro y alternar una reunión con el jefe del JEMAD con el traje mitinero. Mientras resuelve en dos palabras –“no toca”– las incertidumbres sobre la sucesión de ZP, como pitonisa augura que “van a pasar cosas maravillosas”. No sabemos qué, ni cómo, ni cuándo... ella sabrá. Cospedal responde a otro perfil. Un número dos de un partido siempre es el azote del contrario. Es su papel. Por eso, lo primero que exhibe es el diente afilado. Dicho esto, un mitinero que se precie condimenta todas las cenas con wasabi porque se le acumula en las venas hasta que lo expulsa. Para eso nada mejor que un mitin, sitio donde más que proponer soluciones lo que vende es el tono jacarandoso para decir lo que los fieles esperan. Si no lo creen afinen sus tímpanos si van a un mitin y escucharán: ¡“Dales caña”!

jueves, 5 de mayo de 2011

Bye Osama

Los Seal, esa unidad de superhombres que fue la encargada de quitar de la circulación a Osama Bin Laden, tienen como lema que “el único día fácil fue ayer”. Y a medida que pasan los días desde la ejecución de Bin Laden cada jornada que pasa se abre un interrogante más. Uno de ellos es el de la identidad del seal del comando de operaciones que descendió desde el helicóptero a la mansión de Bin Laden y decidió el futuro del mundo apretando un gatillo. Ese soldado es el que simboliza sin rubor alguno que el “yes we can” puede dar paso al “yes we kill”, como titulaba su columna el periodista David Gistau. Es un paso que establece otro tipo de fronteras. Y es que aunque en la vieja Europa algunos cuestionan que se haya liquidado a Bin Laden, en Estados Unidos la popularidad de Obama sube como la espuma. Probablemente en el país de las barras y estrellas ningún ciudadano hubiera entendido que teniendo a tiro al enemigo público número 1 no se le hubiera matado. Ese debate se deja para las democracias europeas que se preguntan dónde están los límites entre ejecutar a un terrorista en cualquier confín del mundo o ponerle a disposición del juez. Quien no lo dudó fue el seal que apretó el gatillo contra el terrorista más buscado del mundo. Su retrato robot responde a un varón, blanco y con una edad que oscila entre los 26 y 33 años. También sabemos que previsiblemente es un tipo musculado, con una fortaleza mental a prueba de bombas, con callosidades en las manos y con más de una herida de guerra. Poco más. Estas son, al menos, las pistas que ha dado The Washington Post del verdugo de Bin Laden y que nos quedaremos con las ganas de conocer. Será condecorado en secreto y no podrá contar al mundo en entrevistas exclusivas bien remuneradas cómo llenó de plomo el cuerpo del terrorista más buscado. Y mientras tanto, sólo es cuestión de tiempo que veamos las fotos del cadáver de Bin Laden. Por mucho que el presidente Obama se esfuerce en no sacarlas a la luz, no sé ni cómo ni cuando las veremos, pero alguien hará negocio. Eso, seguro. Se me ocurre que igual que hay un tipo en Brooklyn que ha abierto una librería en la que sólo se vende su libro, un relato sobre un viaje a Marte, con Bin Laden podría pasar igual. El padre de esa idea abre la puerta a la posibilidad de que el que consiga los derechos sobre la muerte de Bin Laden, también monte su propio negocio exclusivo. Al fin y al cabo, en EEUU todo es posible por un puñado de dólares.