jueves, 5 de mayo de 2011
Bye Osama
Los Seal, esa unidad de superhombres que fue la encargada de quitar de la circulación a Osama Bin Laden, tienen como lema que “el único día fácil fue ayer”. Y a medida que pasan los días desde la ejecución de Bin Laden cada jornada que pasa se abre un interrogante más. Uno de ellos es el de la identidad del seal del comando de operaciones que descendió desde el helicóptero a la mansión de Bin Laden y decidió el futuro del mundo apretando un gatillo. Ese soldado es el que simboliza sin rubor alguno que el “yes we can” puede dar paso al “yes we kill”, como titulaba su columna el periodista David Gistau. Es un paso que establece otro tipo de fronteras. Y es que aunque en la vieja Europa algunos cuestionan que se haya liquidado a Bin Laden, en Estados Unidos la popularidad de Obama sube como la espuma. Probablemente en el país de las barras y estrellas ningún ciudadano hubiera entendido que teniendo a tiro al enemigo público número 1 no se le hubiera matado. Ese debate se deja para las democracias europeas que se preguntan dónde están los límites entre ejecutar a un terrorista en cualquier confín del mundo o ponerle a disposición del juez. Quien no lo dudó fue el seal que apretó el gatillo contra el terrorista más buscado del mundo. Su retrato robot responde a un varón, blanco y con una edad que oscila entre los 26 y 33 años. También sabemos que previsiblemente es un tipo musculado, con una fortaleza mental a prueba de bombas, con callosidades en las manos y con más de una herida de guerra. Poco más. Estas son, al menos, las pistas que ha dado The Washington Post del verdugo de Bin Laden y que nos quedaremos con las ganas de conocer. Será condecorado en secreto y no podrá contar al mundo en entrevistas exclusivas bien remuneradas cómo llenó de plomo el cuerpo del terrorista más buscado. Y mientras tanto, sólo es cuestión de tiempo que veamos las fotos del cadáver de Bin Laden. Por mucho que el presidente Obama se esfuerce en no sacarlas a la luz, no sé ni cómo ni cuando las veremos, pero alguien hará negocio. Eso, seguro. Se me ocurre que igual que hay un tipo en Brooklyn que ha abierto una librería en la que sólo se vende su libro, un relato sobre un viaje a Marte, con Bin Laden podría pasar igual. El padre de esa idea abre la puerta a la posibilidad de que el que consiga los derechos sobre la muerte de Bin Laden, también monte su propio negocio exclusivo. Al fin y al cabo, en EEUU todo es posible por un puñado de dólares.
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