lunes, 16 de mayo de 2011
¡Dales caña!
Si hay una cosa que me pone en las campañas electorales es la conversión del líder de turno en mitinero alientamasas. Así que hoy me voy a centrar en ese doctor Jekyll y mister Hyde que obra el milagro de transformar a los políticos cuando experimentan con un proceso electoral. Uno, que como mucho trata de hacer su trabajo de la manera más profesional posible y que en los ratos de ocio puede vestirse de dragqueen o hacer un master de papiroflexia, no pide el voto a nadie. Pero los políticos sí. Sobre esta capacidad mágica cada uno tendrá sus preferencias, pero en mi top one de estas elecciones figura el duelo de titanes que protagonizaron hace unos días en Tomelloso la ministra Carme Chacón y la candidata del PP a la presidencia de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal. La balacera que ambas hembras alfa protagonizaron al caer el sol sigue bajo secreto de sumario, al menos hasta el 22-M, pero es digna de película. Como con Al Pacino y Robert De Niro en Heat, donde se rumoreó que habían rodado por separado las escenas en las que aparecen juntos, aquí ni la pepera ni la sociata llegaron a verse las caras, pero ambas se transformaron. El duelo de Tomelloso encierra tanto misterio que los perspicaces agentes al mando del detective Plinio, ese inefable pionero de la novela policíaca en España, ya han catalogado estos hechos dentro de los casos célebres del policía local creado por Francisco García Pavón. En La Mancha, según cuentan fuentes bien informadas –como se dice en estos casos– todavía no se han recuperado del tiroteo que Chacón y Cospedal protagonizaron sin verse. Algunos auguran metas más elevadas para Chacón. Por ahora ella es capaz de bajarse al barro y alternar una reunión con el jefe del JEMAD con el traje mitinero. Mientras resuelve en dos palabras –“no toca”– las incertidumbres sobre la sucesión de ZP, como pitonisa augura que “van a pasar cosas maravillosas”. No sabemos qué, ni cómo, ni cuándo... ella sabrá. Cospedal responde a otro perfil. Un número dos de un partido siempre es el azote del contrario. Es su papel. Por eso, lo primero que exhibe es el diente afilado. Dicho esto, un mitinero que se precie condimenta todas las cenas con wasabi porque se le acumula en las venas hasta que lo expulsa. Para eso nada mejor que un mitin, sitio donde más que proponer soluciones lo que vende es el tono jacarandoso para decir lo que los fieles esperan. Si no lo creen afinen sus tímpanos si van a un mitin y escucharán: ¡“Dales caña”!
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