martes, 28 de mayo de 2013

'Alaska y Mario'. El otro mundo...



Foto: MTV

Construir el mundo que se anhela es posible. Todo es ponerse. Alaska y Mario demuestran que hay otros mundos posibles, que tienen poco que ver con el que se considera "normal". Así sucede en cada entrega de su reality de televisión en MTV, que acaba de iniciar su tercera andadura. Andy Warhol, Los Ramones, John Waters, Marc Bolan, las 'nancys' (rubias, claro), Raphael, los cómics, el Diez Minutos, el botox, el glam  o la ambigüedad sexual son algunas de las señas de identidad del universo paralelo de una pareja que cada semana se empeña en demostrar que otras formas de vida humanoide son posibles. ¡Vaya si lo son!

Alaska y Mario regresan a la pantalla abriendo las puertas de su peculiar universo. Tras ver las dos primeras entregas esta nueva temporada más reitero mi convicción de que Alaska es algo más que un icono pop. Tal vez su secreto está en que mantiene la misma curiosidad que a finales de los años setenta la llevó a poner los cimientos de un mundo distinto. Eran los tiempos de las mañanas en el Rastro, Kaka de Luxe o La Liviandad del Imperdible (fanzine que hacía Carlos Berlanga) cuando una serie de personas con distintas inquietudes se juntaron por azar o por lo que sea. Desde entonces, Alaska no ha parado de crecer, enriqueciéndose con todo lo que le rodea y aprendiendo todos los días. La conclusion, por extraño que parezca para esta sociedad gris y desmoralizada, es que otros mundos son posibles.

En esta ocasión el colofón de la temporada televisiva del reality será la fiesta que Alaska prepara para celebrar su medio siglo. Casi nada. A estas alturas si se puede hacer una afirmación es que Alaska y Mario son inclasificables. Tampoco hay necesidad de poner etiquetas, algo inherente a nuestro mundo imperfecto, pero que en el universo de Alaska y Mario sobran. Si se etiqueta es, como mucho, para echarse unas risas. Porque se ríen mucho y de ellos mismos también. Gran virtud.


Lo llamativo es que han sido capaces de crear una dimensión paralela, casi perfecta, en la que viven el día a día rodeados de amigos de todos los tipos y colores. En este universo se mezcla en dosis compensadas una capacidad emprendedora sín límite y una intensa vida cultural plagada de inquietudes con la frivolidad, la vida ociosa, cierto frikismo y las hilarantes patadas al diccionario de Mario. Aquí no cabe el miedo al ridículo. Bajo su mirada pop de la vida se puede escribir una poesía o que Mario se pruebe un abrigo de pieles para salir al escenario en un concierto de las Nancys Rubias.

Alaska y Mario tienen algo que algunos buscan sin fortuna y que muchos otros ignoran. Tienen su propio paraíso artificial, que funciona a las mil maravillas, entre cervezas a morro , party burguers o supuestas aportaciones desinteresadas a Travestis sin Fronteras. Fue Mikel López Iturriaga el que escribía en su columna en El País que "Alaska se había vaquerizado y Mario se había alaskizado". Puede ser. En mi caso me decanto más por creer que son dos planetas de un mismo universo. Puede que Mario -peculiar personaje, sin duda- le haya robado protagonismo ante las cámaras a Alaska, pero ella sigue siendo esa estrella incombustible del pop español. Siempre es capaz de reinventarse de la mano de su inseparable Nacho Canut. Ahí está Cuatricomía, su último trabajo con Fangoria. Y lo bueno, es que Alaska seguirá haciéndolo porque lo suyo es como escribir cartas al futuro
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sábado, 25 de mayo de 2013

A su pies, señor Emprendedor

www.rtve.es

Ya ha quedado claro el mensaje. Si quieres trabajar, búscate la vida y monta tu propio negocio. No lo digo yo... Bueno, sí que lo digo. Es una conclusión después de que el Gobierno presentara la esperada Ley de Apoyo a los Emprendedores. El trabajo por cuenta ajena para toda la vida es ya una figura en vía de extinción y hacerse funcionario público tras una oposición es casi una cuestión de azar. Los nuevos tiempos mandan y la crisis obliga a reinventarse a miles de trabajadores que ahora están en la calle. Y por ideas no será...
Tampoco sirve ya el modelo de nuestros abuelos, que se dejaron la piel en una misma empresa durante toda su vida laboral y hasta se sentían parte de ella. Si hace unos pocos años, cuando aquí se disparaba con pólvora del rey, el mensaje era que te hipotecaras hasta las cejas, hoy sólo vale el ahora. Tener una idea, desarrollarla, implicarse, arriesgarse y si se fracasa volver a intentarlo. "Está bien celebrar el éxito pero es más importante prestar atención a las lecciones del fracaso", es una de las frases célebres de Bill Gates y que figura en cualquier manual de emprendedor. Conviene tenerla a mano. Precisamente ideas es lo que sobra ahora mismo con seis millones de parados. Lo que falta es financiación y determinadas dosis de arrojo. Nadie puede dudar de que emprender es la receta anticrisis que se recomienda por parte del Gobierno. Es lo que hay. Como mucho se puede dudar de cómo emprender.
Al menos, con esta ley se acaba con algo tan irritante como tener que liquidar el IVA en facturas que no se han cobrado.Un sinsentido. Ya veremos si de verdad se puede crear una empresa en cuestión de días sin necesidad de ir de una ventanilla a otra con el "vuelva usted mañana" como respuesta. Lo curioso es que estas medidas, de puro sentido común, no estuvieran en práctica hace mucho tiempo. Será que no hay pymes ni autónomos que llevan años anhelando que la administración les reciba con un "a sus pies, señor Emprendedor"... (sí, con mayúscula).
Pero me da que también hay truco. Será por necesidad, pero lo hay. Si hace unos años, durante la burbuja inmobiliaria aumentó el número de afiliaciones a la Seguridad Social debido al milagro del ladrillo, con España como país de oportunidades para miles de inmigrantes, ahora la solución para reducir las bochornosas listas del paro es buscarse la vida. Un Do it yourself en toda regla porque el Estado tira la toalla para propiciar que tanto desempleado encuentre un trabajo. Los minijobs o montar tu negocio es la receta que se ofrece en un país de servicios, donde el déficit público alcanzó en 2012 el 10,6% del PIB, uno de los más altos de la zona euro. Casi nada. Para ponerse a temblar.

Será que el Ejecutivo de Rajoy se ha hecho kennedyano con esta ley de emprendedores. Mala noticia para los que quieren más Estado. Ya no es cuestión de lo que el Estado puede hacer por los ciudadanos sino "qué es lo que nosotros podemos hacer". Apelar a esa famosa frase de J. F. Kennedy a modo de letanía sirve como un roto para un descosido. Aunque una cosa es propagar esa idea y otra es motivar al personal con este percal político en un clima de abatimiento generalizado. La sociedad necesita ahora verdaderos creadores de ilusiones, no discursos políticos vacíos de contenido ni demagogia progre fácil de vender. Hay demasiado en juego porque hoy muchos de esos futuros emprendedores, que a estas horas ni siquiera saben que lo serán, están atrapados en la misma cabina que José Luis López Vázquez o, al menos, con el mismo nudo en la garganta que nos puso aquella mítica película sentados ante la pequeña pantalla.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Palabra de Aznar, palabra de...

Foto / Antena 3
                                                                                                                                
Si había algo que le faltaba al PP era la reaparición del expresidente del Gobierno, José María Aznar. Entre los papeles de Luis Bárcenas, los regalos de la trama Gürtel en la boda de la hija de Aznar y Alejandro Agag o los sobresueldos del partido, la entrevista de Aznar en Antena 3 Televisión echó más leña al fuego a la fiesta de los populares. En primer lugar porque de esas cuestiones que tanto indignan al ciudadano de a pie practicó un "si te he visto no me acuerdo". Y en segundo lugar porque tiró de las orejas a Mariano Rajoy. Aznar lo hizo con fuerza atravesando el túnel del tiempo y sacando pecho de los tiempos pasados.
La puesta en escena televisiva era propicia para una entrevista masaje en toda regla, con fuego amigo, al hombre que presidió España durante dos legislaturas. Tras sus palabras, si ahora alguien necesita el masaje es Rajoy. No pasaría buena noche el actual presidente. Seguro que las cervicales le molestan más tras las palabras de Aznar que por el látigo de Angela Merkel o una reunión de trabajo con los hombres de negro en la que piden apretar más las clavijas a los españoles. Ahora el masaje lo necesita Rajoy.
Hay una conclusión: el expresidente no confía en el presidente. Tiene claro que cualquier tiempo pasado fue mejor. Aznar siente nostalgia o añoranza de los tiempos en los que se sentaba junto a Bush y Blair con el mundo a sus pies. Basta con escucharle cuando reclama más presencia de España en la escena internacional. Aznar y Rajoy pertenecen al mismo partido y no hay que olvidar que el primero puso al segundo en los tacos de salida. Pero Aznar ve los toros desde la barrera mientras viaja por el mundo, impartiendo doctrina en esos foros reservados para los expresidentes como Clinton o Blair.
El exdirigente popular practica algo tan patrio como decir a los demás lo que hay que hacer. Vamos, el toreo de salón sin vestirse de luces y ni siquiera de corto.Habla desde las alturas, con suficiencia por el milagro económico que consiguió cuando estuvo en La Moncloa y que sería injusto reconocer. Sin embargo, le sobra arrogancia. Sus palabras tienen el eco suficiente. Nunca pasarían desapercibidas ni para el adversario político ni para el partido del que ostenta la presidencia de honor. Él lo sabe.
Hablar así, como efecto inmediato, propicia que los cimientos de Genóva y de las sedes de los barones se remuevan. Y más, cuando le preguntan si volverá a la política. En lugar de una respuesta concreta deja la puerta abierta a un posible regreso casi como salvador. Según le dijo Aznar a Gloria Lomana "cumplirá con su responsabilidad, su conciencia, el partido y el país". Vamos a ver. ¿Eso es un sí o es un no? Sea lo que sea hubiera bastado un no rotundo para dejar las cosas claras. Y en lugar de eso, sobre el plató de Antena 3 sobrevoló el célebre "Váyase, señor González", pero aplicado en este caso al actual inquilino de La Moncloa. Casi nada.
Y es que Aznar, con sus declaraciones, puso en duda el actual proyecto político del gobierno. Entre otras cosas insistió en que había que bajar los impuestos y hacer una reforma fiscal cuanto antes, porque como dijo ante las cámaras hay que poner fin cuanto antes "al castigo de las clases medias". Y en esto tiene toda la razón. No hay que ser una lumbrera para comprobar que la crisis está haciendo añicos a la clase media, plagada de autónomos e impulsora de pymes, mientras que cada vez hay más diferencia entre ricos y pobres.

El PP de Rajoy o no ha querido o no ha podido cumplir lo que prometió en su programa electoral. Desde Europa se dirigen las políticas económicas de España y en La Moncloa hay poco margen de maniobra, así como escasa o nula capacidad de rechistar a Angela Merkel. Pero las máquinas del tiempo no existen. Viajar al pasado no es posible. Tal vez, alguno pueda vivir en la añoranza del pasado con la palabra de Aznar, palabra de...

sábado, 18 de mayo de 2013

Con la maleta por el mundo



Las empresas españolas y los talentos formados en nuestro país están acostumbrados a hacer las maletas. Desde hace unos años son muchos lo que tienen que encontrar fuera de nuestras fronteras lo que aquí no pueden ni les dejan. La fuga de cerebros debido a la crisis nos hace menos competitivos y lo que es peor es que tampoco ayuda a generar la confianza en España de los inversores internacionales.

En plena crisis, si hay un dato llamativo, que podría invitar a un optimismo moderado en el oscuro panorama económico, es que por primera vez desde 1971 en España, según datos del mes de marzo,  se exporta más de lo que se importa. Esta balanza comercial sólo confirma lo que muchas empresas llevan haciendo desde hace muchos años y ser más competitivas: salir al exterior para ganar mercados. Aunque al dato de marzo tiene su reverso en que las importaciones cayeron un 15%. Con el consumo en España bajo mínimos la única salida para muchas empresas ha sido y es hacer negocio en el exterior. Es una demostración evidente de la capacidad de las empresas para reiventarse. Así que ya no puede extrañar que haya bodegas de La Mancha donde sus propietarios hablen en chino o en inglés pese a ser más manchegos que Don Quijote. La evidencia es que exportar es la salida que tienen muchas empresas españolas para ser rentables. Y no es fácil hacer la maleta para salir en busca de mercados ni se consigue el éxito a las primeras de cambio, abrir mercado en el exterior exige unas altas dosis de sacrificio, esfuerzo y conocimiento.

Si muchas empresas han encontrado su salvación en la exportación ocurre lo mismo con tantos y tantos jóvenes que ven fuera de España una oportunidad. Puede que duela al orgullo patrio afirmar que el talento y la inteligencia no es lo que importa. Y puestos en lo peor, duele más pensar en cuántas iniciativas se quedan por el camino por falta de apoyo institucional y financiero. No hace mucho tiempo quedaba muy bonito en los discursos oficiales, tan pomposos como vacíos, de los políticos de turno presumir de la capacidad investigadora y del apoyo a la inversión en I+D+i como garantía de futuro. Sin embargo, a día de hoy, hay muchos genios que tienen que salir de España para demostrarlo. A otros no les queda otra que aguantar el tirón sabiendo que habrá que trabajar en otra cosa o que el día menos pensado le cierran el laboratorio por recortes presupuestarios.

En los últimos días dos ejemplos significativos han sacado los colores al Gobierno, que propaga a los cuatro vientos la necesidad de que las empresas españolas sean competitivas, pero que al mismo tiempo permite la fuga de talentos e ignora el valor del capital humano.

Uno de estos ejemplos es el de la genetista Nuria Martí Gutiérrez, que trabajó en el Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF) de Valencia hasta que en noviembre de 2011 fue una de las afectadas por un ERE. Ahora es una de las científicas de la Oregon Health & Science University y el Centro de Investigación Nacional de Primates de Oregon (ONPRC) que ha clonado por primera vez células madres embrionarias. Un avance sin precedentes en el que Martí ha tenido un papel destacado. Otro caso es el de Diego Martínez Santos, que es el mejor joven físico experimental de Europa, y que para la Secretaría de Estado de Investigación no tiene nivel para financiar su regreso a España.

Sólo son dos ejemplos. Hay más. Sin embargo, es suficiente para dejar varias cuestiones en el aire sobre estos españoles por el mundo que un día decidieron hacer la maleta, meter sus conocimientos entre la ropa y salir en busca de un futuro mejor. ¿Cómo se puede entender que grandes profesionales formados en España se vayan a Dinamarca, Inglaterra, Francia, Estados Unidos o cualquier otro rincón del mundo a dar lo mejor de sí? ¿No es un contrasentido invertir en ellos para que se vayan fuera? ¿No deberían abrir aquí las puertas de par en par a la inteligencia de ese capital humano? ¿Por qué no se puede hacer productivo el conocimiento en España de esos talentos? ¿Qué falla?

miércoles, 15 de mayo de 2013

Navegar entre líneas




"Con sentido común se pueden obtener muchas cosas en el mar, y sin él, muy pocas cosas..." (Mar Cruel, 1951)


Hay momentos en los que un paseo por tierra firme te lleva a pensar en todo tipo de aventuras. Algo así me pasó el otro día cuando el paisaje urbano de Madrid me hizo revisitar de manera inesperada algunos de los lugares por donde deambula Coy, el protagonista de La Carta Esférica, de Arturo Pérez-Reverte. Igual dentro de poco, si es que no existe ya, a alguien también se le ocurre incluir una ruta turística por Madrid de un marinero sin barco. Para hacer esta ruta ni siquiera es necesario tocar fondo, como le sucedió a Coy cuando estaba de guardia en un mercante navegando por el Índico. El error le mandó a tierra. Y así comienza la novela de Pérez-Reverte, que fue llevada al cine con poco éxito o más bien nulo, por cierto.

La cosa es que bastaría un poco de imaginación, algo de inquietud y una afición mínima por el mar, aunque sólo fuera en libros o en películas, sin necesidad de remojarse, para sacarle navegar por una ciudad de secano. Puede resultar paradójico en una ciudad que está por encima de los 500 metros del nivel de mar y que no tiene playa. Pero sólo con proponérselo es posible. Por ejemplo, podría arrancar con una visita al Museo Naval y ponerse delante de la carta universal de Juan de la Cosa, primera obra cartográfica que representa en 1500 el continente americano, ver algunos de los instrumentos de navegación astronómica o conocer las técnicas de construcción naval que llevaron a la Armada a contar con el Santisima Trinidad, el mayor buque del siglo XVII, es suficiente para que un paseo matinal valga la pena.

Algo así me sucedió. La imaginación se disparó a medida que paseaba a la espera de tiempos mejores por esa hermosa zona de Madrid. Pasé frente al Museo del Prado y decidí perderme un rato por el Jardín Botánico, especialmente hermoso en esta época del año. Y de allí me encaminé a la Cuesta de Moyano, donde dicen que los libros eligen a sus dueños. La visita al Museo Naval ya me había estimulado pero cuando me vine arriba definitivamente fue al ver un ejemplar de Mar Cruel, novela del británico Nicholas Monsarrat, que se entremezclaba junto a centenares de títulos de todo tipo y género en uno de los puestos de la Cuesta de Moyano.

Igual que Coy son una gran aficionado a los libros de mar lo que me lleva a hacer un repaso por los títulos de este género literario que más me han gustado. Pese a lo que pueda parecer, en mi particular top one no está La Carta Esférica, pese a que me ha proporcionado momentos de lectura deliciosos y es una de mis novelas de cabecera. Es precisamente Mar Cruel la que ocupa ese lugar privilegiado en mi biblioteca náutica. Esta novela bélica narra las desventuras de dos barcos británicos, y sus respectivas tripulaciones, que durante la II Guerra Mundial protegen a los buques de carga en su ruta entre Inglaterra y Estados Unidos. El capitán Ericson y un periodista sin experiencia en la mar llamado Lockhart, que se enrola debido a la guerra, son los protagonistas de un apasionante relato donde los submarinos alemanes no son él único enemigo. El despiadado oceáno Atlántico es el escenario y en medio de los ataques de los submarinos nazis, también es el mar el que decide quien vive y quien muere.

Mar Cruel es una obra de 1951 cuya primera edición en español se publicó al año siguiente, aunque la censura franquista se encargó de retocar a su manera... En 2000 salió al mercado otra edición, ya sin la tijera de la censura, que cuenta con asombrosa precisión y detalle "la historia de un océano, dos barcos y unos ciento cincuenta hombres".


Mar Cruel puede englobarse en el género bélico y si hay otra novela que me fascina es El Cazador de Barcos, de Justin Scott. Es una novela de evasión, de esas que entretienen y te atrapan de principio a fin con una venganza como hilo conductor. Peter Hardin y su mujer viajan en su velero y un día el mayor superpetrolero del mundo, el Leviathan, les aborda y les hunde. La mujer muere  y el único objetivo que persigue desde entonces el hombre es perseguir a ese monstruo marino para acabar con él. Que yo sepa de esta apasionante historia, escrita por alguien que conoce muy bien el mundo de los veleros, no se ha hecho versión cinematográfica alguna, pero daría para una buena película.

La lista sigue con La Carta Esférica,  de la que ya hablé suficiente. De alguna manera es la novela que me sirve de excusa para repasar los libros de mar favoritos. Así que si les parece pasamos al maestro Patrick 0'Brian, ese irlandés que ha escrito algunas de las novelas marítimas que se recuerdan con la serie que comenzó con Capitán de Mar y Guerra. Sus novelas son imprescindibles y leerlas un placer. Las andanzas de Jack Aubrey y Stephen Maturin a bordo de de los navíos de la Armada Inglesa en el siglo XVIII han dado mucho de sí. Y ya que también hablo de novelas que se han llevado a la gran pantalla, es de obligado cumplimiento reconocer que Master and Commander, basada en la obra de O'Brian es una de las mejores películas náuticas que recuerdo.

En el quinto lugar de mi particular lista los protagonistas son los submarinos. Y tengo dos novelas. Una de ellas es La Caza del Octubre Rojo, también llevada al cine de manera magistral, con un Sean Connery que lo borda en el papel del comandante ruso. Con la guerra fría como telón de fondo, recuerdo que la novela de política ficción de Tom Clancy me hizo pasar varias tardes extraordinarias. La narración de la persecución entre submarinos de las dos superpotencias (la URSS y EEUU) es sencillamente brillante y genial.

Ya que estamos bajo el agua también quiero destacar otra novela de submarinos. Se trata de Fuerteventura, de Alberto Vázquez Figueroa. En esta novela de espionaje, un punto de esta isla canaria se convierte en lugar de recogida y descanso de los oficiales de los submarinos alemanes que combaten en el Atlántico. Un británica se infiltra en esta villa de descanso para tratar de obtener la mayor información posible. La novela constituye un rara avis en la literatura española, ya que como sucede con Mar Cruel este género bélico de las contiendas mundiales del siglo XX parace que están reservadas para los escritores anglosajones. Pero vale la pena.

Por supuesto que en esta lista me faltan nombres como C. S. Forester, Melville, Stevenson o Conrad, entre otros. Alguna vez hablaré de ellos. Igual tras otro paseo. Seguro que ellos, como muchos marinos de la vida "contemplan el mundo de tierra firme como un espectáculo inestable, lamentable e inevitable". Coy lo hacía.

jueves, 9 de mayo de 2013

¡Que Dios nos pille confesados!




Una vez conocí a un tipo que se había instalado en el furgón de cola de la vida. Dormía en la calle, entre cartones y sin pijama. Su vida social se ceñía a un tugurio, entre macarras de barrio y piltrafas humanas. Cada noche acudía a este antro en forma de bar, donde al menos podía cenar caliente cada noche. Detrás de la barra y del negocio estaba un amigo de juergas de toda la vida. Un día la moneda del destino se la jugó. Ambos habían quemado Madrid por las noches, pero ahora sólo quedaba chamusquina y reuma de tanto dormir a la intemperie. Por amistad, sentimiento de culpa o compasión no había noche en el que el dueño del bar sirviera a su antiguo amigo de correrías la cena. Solía ser las sobras del menú del día, acompañado de un pedazo de pan, con vino y casera como bebida. Suficiente para calmar un estomago hambriento.

Cada noche, a eso de las nueve, el mendigo llegaba al bar y se sentaba en soledad en un reservado al fondo del local. En una pequeña mesa dominada por la oscuridad, la única luz que destelleaba era la de la televisión. No era casualidad que cenara hacia las nueve. Nunca se perdía un telediario. El de LA 1 de TVE era su favorito y si estaba sintonizado otro canal ni siquiera preguntaba. Lo cambiaba él mismo a menos que hubiera fútbol. Comentaba que TVE era la cadema que le daba más credibilidad y que, en definitiva, "es la de toda la vida".

Muchas veces, entre cucharadas de la delicatessen de turno, soltaba alguna frase en alto. Estaba acostumbrado a hablar solo. Él era su mejor y peor compañía. La única. Sin embargo, en algunas ocasiones trataba de propiciar conversación con la clientela del local en esa franja horaria, cercana a la de máxima audiencia.  Presumía de estar bien informado. Le gustaba comentar las noticias y siempre esperaba alguna respuesta. Hubo una ocasión que hasta casi llega a las manos con otro tipo que ahogaba sus penas en la barra del bar castigando el hígado con un Magno tras otro. La prima de riesgo de España motivó la discusión...

Hace unos días el telediario de La 1 estaba a punto de llegar a su fin.  Y la noticia que daban antes de los deportes se convirtió en una revelación. Marcos López y Marta Jaumandreu, presentadores de la segunda edición del Telediario, daban paso a una noticia en la que animaban a los parados a rezar. El hombre, que estaba a punto de terminar un plato de judías verdes rehogadas, dejó de llevarse el tenedor a la boca en ese instante. Alzó la cabeza y miró fijamente la televisión. Puso sus cinco sentidos en la noticia. Escuchó con suma atención a Marcos López, que antes de dar paso a un vídeo daba la entradilla diciendo que "cada vez más católicos ponen velas a sus santos y por eso la cerería es uno de los negocios que resiste muy bien a la crisis". Jaumandreu le siguió y  dio a conocer la solución bíblica para tanto parado, incertidumbre profesional y clima generalizado de pesimismo:  "Según los psicólogos acercarse a un altar puede calmar la ansiedad por la falta de trabajo o por el temor a perderlo".

El hombre recogió el tenedor para acabar el plato. Se metió la mano en uno de los bolsillos del pantalón, si es que se podía llamar así a esa prenda sucia y descosida hecha jirones. Al tiempo que buscaba una estampita de una virgen que una beata le dejó a modo de limosna en la puerta de una iglesia no dejaba de preguntarse cuando perdió la ilusión. Aunque nunca había sido asiduo de los templos también tenía claro en los momentos de lucidez que llegada la hora de abandonar este mundo no quería dejarlo sin una red salvadora y con la conciencia tranquila. No solía pensar mucho en Dios, pero cuando lo hacía se arrepentía de cuando fanfarroneaba con la fe y las creencias religiosas. "Es como si tras la creación Dios hubiera tenido un ataque de ansiedad", había llegado a afirmar en los tiempos de vino y rosas cuando trataba de buscar una razón por las barbaridades que se esconden tras la condición humana.

Esos tiempos parecían ya lejanos. La realidad, el hoy, era un tugurio de mala muerte donde al menos tenía algo que llevarse a la boca. Sin embargo, la recomendación del telediario a los parados de rezar para reducir la ansiedad le había calado, tocaba la escasa fibra sensible que le quedaba y que todavía no se había podrido al contacto con el escepticismo.Ignoraba que la noticia era trending topic en las redes sociales, de la más leídas en los diarios digitales o que había causado una gran polémica por la presunta utilización de una cadena pública para lanzar mensajes de fe a los parados.


Tras la cena también se calentaba el gaznate con un copazo de alcohol. Bebió la copa de un trago se levantó y salió del local. Se tropezó con una silla, anduvo unos pasos hacia la puerta y le dio tiempo de pasar revista con la mirada a los inquilinos de un local por donde la desilusión campaba a sus anchas. Apenas una decena de clientes, todos perdedores de la vida. Además del dueño y benefactor, unos se apilaban en la barra mientras otro se jugaba su futuro inmediato en la tragaperras.

-¡Que Dios nos pille confesados! -soltó sin pestañear mientras tiraba de la puerta del bar para salir. Uno de los clientes levantó la copa y soltó un escueto "amén". Pero fue cerrarse la puerte y la tragaperras del bar dio el mayor premio. La insistencia del jugador, un tipo de esos que en las estadísticas aparace como parado de larga duración, que había pasado más de una hora echando monedas, tenía una recompensa de 240 euros.

-¡Milagro! -exclamó el jugador. Los demás siguieron a lo suyo.

sábado, 4 de mayo de 2013

El Hombre del Tiempo




Hace sol y caen algunas gotas de lluvia al mismo tiempo. Es la primavera en Madrid, al fin y al cabo. Una ciudad que tiene una luz especial. En primavera esa luz brilla más, aunque hay quien prefiera el sol en invierno. Cuestión de gustos. La incertidumbre meteorológica acompaña a la gente que esa mañana disfruta del aperitivo en una terraza. Casi todos han mirado al cielo antes de sentarse en la terraza. Temen que la lluvia les interrumpa las cañas. Los rayos de sol convencen. Es el barrio de La Latina.

Un músico callejero pone la banda sonora entre tanta conversación desenfadada al ritmo latino del Oye, cómo va. En la puerta de un bazar chino un hombre, sentado de mala manera a un lado de la entrada, pide unas monedas. Él no mira al cielo. Ni siquiera sus ojos se fijan en mi presencia. Le dejo algo de calderilla y reacciona. Levanta la cabeza y como si me adivinara el pensamiento que discurre en ese momento por mis neuronas cerebrales dice unas palabras que me sorprenden.

-No va a llover, te lo digo yo -suelta sin más.

Su inesperado pronóstico me causa un asombro repentino. No lo esperaba. Aunque lejos de tratar de entablar una conversación sobre un tema tan habitual en las conversaciones intrascendentes como el tiempo, me limito a esbozar una sonrisa y poco más.

-Esperemos -respondo con cierta desidia.

Sin embargo, ese encuentro de apenas algunos segundos me hace reflexionar. Abandono el lugar con la duda razonable, por imposible que parezca, de si la respuesta de ese hombre tiene que ver con una capacidad extraordinaria o si es pura casualidad. La reflexión tampoco dura mucho. Termina poco antes de la primera cerveza y unas bravas en buena compañía en una terraza.

Varias cañas después, alternado momentos de sol y sombra sobre nuestras cabezas, los negros nubarrones ganan la batalla en el cielo y comienza a llover. Primero unas gotas, luego el diluvio universal que obliga a la gente que estaba en la terraza a refugiarse en el interior del local. Aunque escampa pronto llegamos al convencimiento de que habrá que dejar la terracita para otro día.

Al regresar a casa, antes de tomar el Metro, paso de nuevo delante del bazar chino. Allí permanece el hombre. El agua y la humedad parecen traerle al pairo. Refugiado bajo el dintel de la puerta, en una esquina, sigue a lo suyo. Ya nadie toca música en la calle, las aceras están mojadas y las terrazas vacías. Decido acercarme para bromear y recordarle que me había dado un pronóstico fallido tras el notable chaparrón.

-¿Con que no iba a llover, eh? -lanzo a modo de reproche impertinente al hombre mientras dejo otra moneda en su gorrilla.

­Él apenas se inmuta. Levanta la cabeza y dibuja una sonrisa socarrona en su rostro antes de pronunciar unas palabras con voz grave y aguardentosa.

-Si supiera cuándo va a llover o no, o si va a hacer un día soleado, no estaría aquí mendigando. ¿Sería el hombre del tiempo, no crees?

Su explicación fue un "zas en toda la boca" en toda regla, aunque nunca podré olvidar ni esa sonrisa ni sus ojos. Esa mirada era especial, escondía un fulgor más propio de un niño ilusionado que de un mendigo que hace tiempo que dejó de esperar. Tal vez por ello, cuando definitivamente me alejé de allí no dejé de preguntarme cómo sabía el tipo la primera vez que me acerqué a él que la preocupación que rondaba mi cabeza era si iba a llover. Y todavía hoy me lo sigo preguntando. Unos días después volví a pasar por el mismo lugar. Pero el hombre del tiempo no estaba recostado en el bazar chino, no había rastro de él y el sol apretaba de lo lindo. Ese día no llovía, seguro.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Mou, el infeliz



"Quizá no siga. Quiero estar en un sitio donde la gente me quiera". José Mourinho


La historia de amor entre José Mourinho y el Real Madrid está a punto de acabar. El técnico portugués ya ha lanzado a su manera un "tenemos que hablar", una declaración de desamor a Florentino Pérez. El amor parece haberse apagado y esa expresión, para todo aquel que haya roto alguna vez con su pareja, ya se sabe como acaba. Aunque admite que tomará su decisión al final de temporada, nadie duda que quiere encontrar el amor perdido en la Premier League. Su declaración de amor, o de desamor según quien lo lea, se resume en una frase: “I want to be where people love me to be".

Mou no se siente querido y no duda en confesarlo a los medios británicos o alemanes mientras que al periodista de TVE ni le mira a la cara cuando le entrevista instantes después de la eliminación de la Champions a manos del Borussia Dortmund. Mou en estado puro. Ni más ni menos.

Mourinho ha conseguido que sus ruedas de prensa sean un espectáculo.Consigue algo tan inédito como que sean más interesantes sus declaraciones y la polémica que genera en las tertulias de los futboleros de turno que el partido en sí. Acapara la atención como ninguno. Provocador, polémico, egocéntrico son palabras que salen de cualquiera de los aficionados al fútbol a la hora de definir al portugués. La arrogancia y falta de humildad del técnico luso, al menos en su plano profesional, hacen que muchas veces se comporte como un adolescente y otras como un general indomable con mando en plaza. Lo curioso es que tiene todas las cualidades para ser uno de los mayores entrenadores del mundo.Pero algo falla en Madrid. No es querido y él no lo entiende. Parece estar convencido de que son los demás los que se equivocan. Durante su etapa en el Real Madrid, donde sigue teniendo contrato varios años más, ha visto enemigos por todas partes. Si no los había se los ha creado. Y efectivamente tiene razón en una cosa cuando habla de amor futbolístico: por sorprendente que parezca no es feliz entrenando a uno de los clubes más grandes del mundo. En lo más profundo de sus convicciones personales no me extrañaría que considere que esa falta de amor que se propaga entre los antimourinhistas es un castigo divino, que en ningún caso se merece.

La mayoría de los futboleros en España reconoce que es un buen entrenador y que los títulos le avalan, pero Mou siempre es Mou, The Special One. Con él no hay medias tintas. Sin embargo, la polémica que siempre le acompaña no puede esconder que al frente del Real Madrid, tras una una inversión millonaria, su curriculum de triunfos estas tres temporadas es pobre. Demasiado poco para un entrenador de personalidad arrolladora con una carrera estelar en el Oporto, el Inter o el Chelsea. Aquí se ciñe a una Liga, una Copa y una Supercopa. Eso a la espera de la final de la Copa del Rey frente al Atlético de Madrid. Puede ser  el último título de blanco, si vence el Real Madrid al glorioso Atleti, de un entrenador que pese a tener contrato en vigor no oculta que se siente querido en las Islas Británicas, y de manera muy concreta en el Chelsea.

El técnico portugués ha conseguido dividir a los merengues entre mourinhistas y antimourinhistas, aunque fuera de los muros del Bernabéu,en cualquiera de los campos que visita cada domingo, la unanimidad es notable. Mourinho es capaz de elevar la tensión hasta límites insospechados, igual que un día le mete el dedo en el ojo a Tito Vilanova otro día, como el pasado martes,  desafía a los periodistas españoles en la sala de prensa del Bernabéu. Y lo hizo en inglés. En respuesta a una pregunta de un periodista alemán soltó sin pestañear que "en España hay gente que me odia y muchos de ellos están en esta sala".

Así es Mou. Ni más ni menos. O con él o contra él. Los límites los fija el portugués y su guerra es total. Batalla dónde y con quién sea, con la prensa, la FIFA, los árbitros, el rival o en el vestuario... Hay muchos ejemplos. Basta con recordar las declaraciones con Pep Guardiola en el punto de mira del portugués, en especial en su primer año en Chamartín, o la que ha liado en esta temporada en torno a Iker Casillas en medio de filtraciones internas en el vestuario.

No admite que nadie le haga sombra y él se ha puesto por encima del Real Madrid. Mourinho eleva a la máxima expresión la primera persona del singular, por encima incluso del club que representa y que, en definitiva le paga. En su descargo hay que admitir que cuando aterrizó en Madrid él mismo ya advirtió que es como es, para lo bueno y para lo malo. Nadie de la cúpula del club blanco puede decir que no sabían a quien fichaban. El Real Madrid no contrató a un desconocido. Incorporó a un entrenador con carácter ganador como ninguno, que no tardó en asumir poderes plenipotenciarios en el club a costa de quien fuera y que es capaz de torpedear a quien sea para lograr sus objetivos. Y esos objetivos personales están por encima del equipo, aunque a fin cuentas es la gloria. Sólo las victorias llevan a la gloria. Y hay muchos caminos. El de Mou es primero yo y luego el equipo. Si no es así es que no le comprenden y todo es una conspiración mediática contra The Special One, como defendía el diario británico The Guardian. Así es Mourinho y así  será siempre, un entrenador que nunca pasará desapercibido.