miércoles, 1 de mayo de 2013

Mou, el infeliz



"Quizá no siga. Quiero estar en un sitio donde la gente me quiera". José Mourinho


La historia de amor entre José Mourinho y el Real Madrid está a punto de acabar. El técnico portugués ya ha lanzado a su manera un "tenemos que hablar", una declaración de desamor a Florentino Pérez. El amor parece haberse apagado y esa expresión, para todo aquel que haya roto alguna vez con su pareja, ya se sabe como acaba. Aunque admite que tomará su decisión al final de temporada, nadie duda que quiere encontrar el amor perdido en la Premier League. Su declaración de amor, o de desamor según quien lo lea, se resume en una frase: “I want to be where people love me to be".

Mou no se siente querido y no duda en confesarlo a los medios británicos o alemanes mientras que al periodista de TVE ni le mira a la cara cuando le entrevista instantes después de la eliminación de la Champions a manos del Borussia Dortmund. Mou en estado puro. Ni más ni menos.

Mourinho ha conseguido que sus ruedas de prensa sean un espectáculo.Consigue algo tan inédito como que sean más interesantes sus declaraciones y la polémica que genera en las tertulias de los futboleros de turno que el partido en sí. Acapara la atención como ninguno. Provocador, polémico, egocéntrico son palabras que salen de cualquiera de los aficionados al fútbol a la hora de definir al portugués. La arrogancia y falta de humildad del técnico luso, al menos en su plano profesional, hacen que muchas veces se comporte como un adolescente y otras como un general indomable con mando en plaza. Lo curioso es que tiene todas las cualidades para ser uno de los mayores entrenadores del mundo.Pero algo falla en Madrid. No es querido y él no lo entiende. Parece estar convencido de que son los demás los que se equivocan. Durante su etapa en el Real Madrid, donde sigue teniendo contrato varios años más, ha visto enemigos por todas partes. Si no los había se los ha creado. Y efectivamente tiene razón en una cosa cuando habla de amor futbolístico: por sorprendente que parezca no es feliz entrenando a uno de los clubes más grandes del mundo. En lo más profundo de sus convicciones personales no me extrañaría que considere que esa falta de amor que se propaga entre los antimourinhistas es un castigo divino, que en ningún caso se merece.

La mayoría de los futboleros en España reconoce que es un buen entrenador y que los títulos le avalan, pero Mou siempre es Mou, The Special One. Con él no hay medias tintas. Sin embargo, la polémica que siempre le acompaña no puede esconder que al frente del Real Madrid, tras una una inversión millonaria, su curriculum de triunfos estas tres temporadas es pobre. Demasiado poco para un entrenador de personalidad arrolladora con una carrera estelar en el Oporto, el Inter o el Chelsea. Aquí se ciñe a una Liga, una Copa y una Supercopa. Eso a la espera de la final de la Copa del Rey frente al Atlético de Madrid. Puede ser  el último título de blanco, si vence el Real Madrid al glorioso Atleti, de un entrenador que pese a tener contrato en vigor no oculta que se siente querido en las Islas Británicas, y de manera muy concreta en el Chelsea.

El técnico portugués ha conseguido dividir a los merengues entre mourinhistas y antimourinhistas, aunque fuera de los muros del Bernabéu,en cualquiera de los campos que visita cada domingo, la unanimidad es notable. Mourinho es capaz de elevar la tensión hasta límites insospechados, igual que un día le mete el dedo en el ojo a Tito Vilanova otro día, como el pasado martes,  desafía a los periodistas españoles en la sala de prensa del Bernabéu. Y lo hizo en inglés. En respuesta a una pregunta de un periodista alemán soltó sin pestañear que "en España hay gente que me odia y muchos de ellos están en esta sala".

Así es Mou. Ni más ni menos. O con él o contra él. Los límites los fija el portugués y su guerra es total. Batalla dónde y con quién sea, con la prensa, la FIFA, los árbitros, el rival o en el vestuario... Hay muchos ejemplos. Basta con recordar las declaraciones con Pep Guardiola en el punto de mira del portugués, en especial en su primer año en Chamartín, o la que ha liado en esta temporada en torno a Iker Casillas en medio de filtraciones internas en el vestuario.

No admite que nadie le haga sombra y él se ha puesto por encima del Real Madrid. Mourinho eleva a la máxima expresión la primera persona del singular, por encima incluso del club que representa y que, en definitiva le paga. En su descargo hay que admitir que cuando aterrizó en Madrid él mismo ya advirtió que es como es, para lo bueno y para lo malo. Nadie de la cúpula del club blanco puede decir que no sabían a quien fichaban. El Real Madrid no contrató a un desconocido. Incorporó a un entrenador con carácter ganador como ninguno, que no tardó en asumir poderes plenipotenciarios en el club a costa de quien fuera y que es capaz de torpedear a quien sea para lograr sus objetivos. Y esos objetivos personales están por encima del equipo, aunque a fin cuentas es la gloria. Sólo las victorias llevan a la gloria. Y hay muchos caminos. El de Mou es primero yo y luego el equipo. Si no es así es que no le comprenden y todo es una conspiración mediática contra The Special One, como defendía el diario británico The Guardian. Así es Mourinho y así  será siempre, un entrenador que nunca pasará desapercibido.

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