Foto: www.lamoncloa.gob.es |
Seguro que ustedes me comprenderán. No tengo otra cosa que
hacer en todo el día, ni problemas que resolver… por eso vivo en ascuas a la
espera de la carta que Mariano Rajoy
le remitirá en las próximas horas a Artur
Mas, presidente de la
Generalitat de Catalunya. Es la respuesta a la misiva que el líder
catalán envió en julio para pedirle la celebración de una consulta al pueblo
catalán. Supongo que Rajoy le dará
calabazas a Mas y le dirá en su carta de respuesta que dentro de la Constitución española no se contempla el derecho
de autodeterminación ni las consultas soberanistas. Eso sí, diálogo todo el que
quiera. ¿Pero eso es suficiente a estas alturas para llegar a un principio de acuerdo
que garantice la convivencia entre España y Cataluña sin fracturas?
Unos días después de la cadena humana de la Diada más independentista, Rajoy opta por el género epistolar para
responder a Mas. Quien sabe si
encabezará la misiva con “Mira Artur,
hay una cosa que te quiero decir”. Rajoy
no lo hará en rueda de prensa, ni en un canutazo con periodistas, ni en un acto
de partido con palmeros, ni en Twitter, ni en un plató lacrimógeno de
televisión donde alguien les junte por sorpresa para limar asperezas… Lo hará
por carta, como las de toda la vida y como la que Mas le remitió. Pero mucho me temo que esa respuesta de cajón para
los independentistas catalanes –incluido el Govern de Mas– no es suficiente tras su demostración de fuerza de la Diada del 11 de septiembre
con una cadena humana de más de 400 kilómetros.
La realidad es que el problema catalán está ahí, la solución
es complicada y a estas alturas tampoco valen las vendas en los ojos. Y ese
problema es que en Cataluña hay muchos catalanes que no se sienten españoles y
solo quieren ser catalanes. Cierto. Pero tampoco se puede ignorar que también
hay muchos catalanes que quieren seguir siendo catalanes y españoles. Incluso
habrá alguno que sólo se sienta español… Si se preguntara al resto de España,
intuyo que la inmensa mayoría no entendería una España sin Cataluña (incluso
habría alguno que sí).
Sin embargo, Artur
Mas mantiene su hoja de ruta,
referéndum incluido para el año que viene. Le salen las cuentas en esta huida
hacia adelante como si el independentismo fuera el bálsamo de fierabrás que
todo lo cura. Antes de conocer la respuesta de Rajoy, el líder catalán anuncia que buscará “una respuesta unitaria” en el Parlament,
lo que revela que Mas sigue entregado
a los intereses independentistas de ERC en una carrera que parece que ha
llegado ya a un punto de no retorno. Así que me pregunto: ¿Alguien se ha parado
a pensar en Cataluña que la misma división de sentimientos que invade a la
sociedad catalana cala en los partidos catalanes, incluidos CiU o el propio PSC?
En otras palabras, en Cataluña existe una fragmentación política y social al
mismo tiempo que hay un proceso soberanista sin parangón. El separatismo es más
fuerte, más visible. ¿Pero es suficiente para que los que apuestan por esa vía salgan algún día a la calle con la estelada para festejar su independencia?
Mientras tanto, para no alimentar las tensiones
nacionalistas en plena efervescencia festiva de estelada frente a la senyera, el
Gobierno de Rajoy ha optado por la
prudencia estos días. La respuesta oficial de La Moncloa, a través de la
vicepresidenta, Soraya Sáenz de
Santamaría, es que también hay “una mayoría silenciosa” mientras Rajoy
calla hasta que rompa su silencio por vía postal. Por escrito, certificado y
con acuse de recibo.
La utilización del concepto de “mayoría silenciosa” llama la
atención. Probablemente tenga razón Soraya,
aunque a la hora de jugar a la interpretación de cifras y aludir a las mayorías
silenciosas conviene andar con pies de plomo. En otras palabras, eso que se
denominan mayorías silenciosas siempre se puede utilizar a favor de los
intereses que uno quiera. De hecho, el concepto de mayoría silenciosa fue el
que usó en 1969 el presidente Richard
Nixon para justificar sus actuaciones en Vietnam frente a los que se
oponían a la guerra. Todos sabemos como acabó la guerra de Vietnam para los
norteamericanos. Y como acabó Nixon…
La transición democrática española sirvió en su momento para
aplacar los deseos independentistas con la creación del Estado de las
Autonomías pero mucho me temo que más de treinta años después de aquel café
para todos conciliar deseos tan contradictorios no va a ser fácil. Entre otras
cosas porque visto lo visto dudo mucho que un cambio constitucional o la
implantación de un modelo federal sea suficiente para aplacar el órdago que el
independentismo ha puesto sobre la mesa apoyado desde la propia Generalitat.Tal vez la solución pase por buscar vías alternativas. ¿Las hay? ¿Estarán dispuestos a buscarlas?
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