sábado, 14 de septiembre de 2013

"Artur, hay una cosa que te quiero decir"

Foto: www.lamoncloa.gob.es


Seguro que ustedes me comprenderán. No tengo otra cosa que hacer en todo el día, ni problemas que resolver… por eso vivo en ascuas a la espera de la carta que Mariano Rajoy le remitirá en las próximas horas a Artur Mas, presidente de la Generalitat de Catalunya. Es la respuesta a la misiva que el líder catalán envió en julio para pedirle la celebración de una consulta al pueblo catalán. Supongo que Rajoy le dará calabazas a Mas y le dirá en su carta de respuesta que dentro de la Constitución española no se contempla el derecho de autodeterminación ni las consultas soberanistas. Eso sí, diálogo todo el que quiera. ¿Pero eso es suficiente a estas alturas para llegar a un principio de acuerdo que garantice la convivencia entre España y Cataluña sin fracturas?



Unos días después de la cadena humana de la Diada más independentista, Rajoy opta por el género epistolar para responder a Mas. Quien sabe si encabezará la misiva con “Mira Artur, hay una cosa que te quiero decir”. Rajoy no lo hará en rueda de prensa, ni en un canutazo con periodistas, ni en un acto de partido con palmeros, ni en Twitter, ni en un plató lacrimógeno de televisión donde alguien les junte por sorpresa para limar asperezas… Lo hará por carta, como las de toda la vida y como la que Mas le remitió. Pero mucho me temo que esa respuesta de cajón para los independentistas catalanes –incluido el Govern de Mas– no es suficiente tras su demostración de fuerza de la Diada del 11 de septiembre con una cadena humana de más de 400 kilómetros.



La realidad es que el problema catalán está ahí, la solución es complicada y a estas alturas tampoco valen las vendas en los ojos. Y ese problema es que en Cataluña hay muchos catalanes que no se sienten españoles y solo quieren ser catalanes. Cierto. Pero tampoco se puede ignorar que también hay muchos catalanes que quieren seguir siendo catalanes y españoles. Incluso habrá alguno que sólo se sienta español… Si se preguntara al resto de España, intuyo que la inmensa mayoría no entendería una España sin Cataluña (incluso habría alguno que sí).



Sin embargo, Artur Mas mantiene su hoja de ruta, referéndum incluido para el año que viene. Le salen las cuentas en esta huida hacia adelante como si el independentismo fuera el bálsamo de fierabrás que todo lo cura. Antes de conocer la respuesta de Rajoy, el líder catalán anuncia que buscará “una respuesta unitaria” en el Parlament, lo que revela que Mas sigue entregado a los intereses independentistas de ERC en una carrera que parece que ha llegado ya a un punto de no retorno. Así que me pregunto: ¿Alguien se ha parado a pensar en Cataluña que la misma división de sentimientos que invade a la sociedad catalana cala en los partidos catalanes, incluidos CiU o el propio PSC? En otras palabras, en Cataluña existe una fragmentación política y social al mismo tiempo que hay un proceso soberanista sin parangón. El separatismo es más fuerte, más visible. ¿Pero es suficiente para que los que apuestan por esa vía salgan algún día a la calle con la estelada para festejar su independencia?



Mientras tanto, para no alimentar las tensiones nacionalistas en plena efervescencia festiva de estelada frente a la senyera, el Gobierno de Rajoy ha optado por la prudencia estos días. La respuesta oficial de La Moncloa, a través de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, es que también hay “una mayoría silenciosa” mientras Rajoy calla hasta que rompa su silencio por vía postal. Por escrito, certificado y con acuse de recibo.



La utilización del concepto de “mayoría silenciosa” llama la atención. Probablemente tenga razón Soraya, aunque a la hora de jugar a la interpretación de cifras y aludir a las mayorías silenciosas conviene andar con pies de plomo. En otras palabras, eso que se denominan mayorías silenciosas siempre se puede utilizar a favor de los intereses que uno quiera. De hecho, el concepto de mayoría silenciosa fue el que usó en 1969 el presidente Richard Nixon para justificar sus actuaciones en Vietnam frente a los que se oponían a la guerra. Todos sabemos como acabó la guerra de Vietnam para los norteamericanos. Y como acabó Nixon…



La transición democrática española sirvió en su momento para aplacar los deseos independentistas con la creación del Estado de las Autonomías pero mucho me temo que más de treinta años después de aquel café para todos conciliar deseos tan contradictorios no va a ser fácil. Entre otras cosas porque visto lo visto dudo mucho que un cambio constitucional o la implantación de un modelo federal sea suficiente para aplacar el órdago que el independentismo ha puesto sobre la mesa apoyado desde la propia Generalitat.Tal vez la solución pase por buscar vías alternativas. ¿Las hay? ¿Estarán dispuestos a buscarlas?

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