jueves, 5 de septiembre de 2013

Esos lugares comunes...



Foto: www.juntadeandalucia.es


Hace tiempo que la opinión pública ya no guarda en el trastero el conformismo. Las redes sociales y la capacidad de interactuar, más allá de una carta al director o una pataleta, propicia que la sociedad reclame más a la clase política. Una de esas exigencias que los ciudadanos demandan es algo tan sencillo como que los políticos cumplan con sus compromisos. Aunque a la hora de la verdad es casi una misión imposible.



La cuestión es que los partidos concurren a las elecciones con programas electorales que se cumplen o no. Y no pasa nada. Si no se cumple se fabrica una excusa políticamente correcta. Y exactamente igual sucede con primeros espadas de la política que ocupan puestos de relevancia. Cuando les interesa se les olvida que han sido elegidos por los votantes. Nos hemos acostumbrado a que algunos importantes mandatarios abandonen sus cargos cuando se les antoja pese a que durante las campañas electorales pidan el voto con una frase tan tópica como “el mío es un compromiso con los ciudadanos”. Y no pasa nada. Si es oportuno, sin cortarse lo más mínimo, se incumple el compromiso de permanencia que firmaron con los votantes. Vale cualquier excusa para cambiar de aires, aunque con las espaldas cubiertas. No albergo duda alguna de que es legítimo, pero de cara a la opinión pública si hay algo que reprochar es el ventajismo político que se aplica en función del viento que sopla.



Los lugares comunes pueblan los discursos y las intervenciones de la mayoría de los representantes de la voluntad popular. Es curioso comprobar cómo se hacen maravillosas declaraciones de intenciones que luego se quedan en agua de borrajas. Claro que los políticos tienen la oportunidad de tirar de ese ventajismo político a las primeras de cambio para actuar siempre en función de sus intereses.



Esta reflexión viene a cuento del discurso de investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía. José Antonio Griñán es el último de la lista de políticos de alto vuelo que abandonan su cargo antes de acabar el partido. Media legislatura y se va, no sin antes preparar el camino de la sucesión y garantizarse un puesto de senador. Y reitero que es legítimo abandonar un alto cargo político. Siempre puede encontrarse una razón para tirar la toalla aunque es criticable que se olvide con tanta ligereza ese contrato que firmaron con los ciudadanos al pedirle el voto para ser presidente de su Comunidad.

Foto: www.juntadeandalucía.es


El nombre de Griñán, que en su momento sustituyó a Manuel Chaves, es el último que une al de otros ilustres escapados recientes de la política española como Alberto Ruiz Gallardón, que dejó la Alcaldía de Madrid para ser ministro, o Esperanza Aguirre, que cedió la presidencia de la Comunidad de Madrid a Ignacio González para dejar la primera línea de la política (¿alguien duda de que ha abandonado la política la lideresa del PP de Madrid). Ambos tenían motivos y el viento sopló a su favor…



Claro que a la hora de irse del cargo lo que vale para unos, también vale para otros. Cuestión de conveniencia para el partido o para uno mismo. Y este criterio convendría aplicarlo tanto a las críticas como a las alabanzas. Claro que todo depende del color político de turno. Y ahí es donde se plantea esta cuestión: ¿Por qué el PSOE critica en Madrid que Ignacio González sea el presidente de la Comunidad y en Andalucía le pone la alfombra roja oficialista a Susana Díaz para que suceda a Griñán? Por cierto, el PSOE gobierna en Andalucía gracias al apoyo de IU porque fue el PP el partido más votado en las elecciones autonómicas…



La pregunta podría responderse con un cansino “y tú más”, propio de ese patio de colegio al que nos tiene acostumbrado la clase política española. Pero no es suficiente para una sociedad que exige algo más a la democracia y a los políticos que el simple hecho de ir a votar cada cuatro años. Griñán cede el testigo de Andalucía entre medias verdades y medias mentiras, todo a cuenta del escándalo del caso de los ERE falsos, con más de cien imputados por la jueza instructora. Su huida de la Junta de Andalucía, razones personales aparte, tiene mucho que ver con ese bochornoso caso que está en fase de instrucción judicial. Y su sucesora natural, Susana Díaz, no tiene fácil escapar de esa sombra pese a que se empeñe en representar un “nuevo tiempo”. 

A nadie sorprende que en su discurso de investidura diga que se “avergüenza de la corrupción” o que cuando se reúna con Rajoy pedirá “un pacto para la regeneración política de España”. Nada nuevo. La declaración de intenciones de Susana Díaz para combatir la corrupción es tan loable como previsible, aunque en su discurso curiosamente no se refirió en concreto a los ERE falsos (ni al caso Bárcenas). Un relevo generacional en la Junta de Andalucía, plagado de lugares comunes, no parece suficiente aval para olvidar la salida “generosa” de Griñán, entre otras cosas porque el PSOE andaluz vive su particular catarsis por el caso de los ERE.

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