'El Capital', película de Costa-Gavras |
Hace tiempo que entré en un
coma creativo. Suena a excusa. Cierto. Pero un día la pereza de alimentar un
blog se me hizo tan cuesta arriba como la que me causa cambiar un enchufe, pese
a que en Bricomanía todo sea tan guay. Y ahora, ya metido en faena y con el
enchufe como nuevo, el despertar bloguero tiene tanto de hilaridad y asombro
como de rabia y frustración. Tras meses de silencio intento hablar, aunque cada
día enmudezco más por el escándalo de turno y la ensordecedora melodía de las corruptelas
encadenadas.
Ahora que se acaba de
celebrar el 25 aniversario de la caída del muro de Berlín experimento una
sensación similar a la de la madre del protagonista de ese delicatessen cinematográfico que se titula Goodbye Lenin. Si hubiera que explicar a alguien que acaba de salir
de un coma de varios meses lo que sucede en España se quedaría perplejo. Y así
me quedo cada mañana entre púnicas, black cards, pujoles, Ere’s falsos, enredaderas,
gürteles, monagos, pequeños nicolases, etc.
Un festival de la farsa nuestra de cada día, en la que cada escándalo se sirve
en bandeja, como en un restaurante de comida rápida y donde paga el tonto.
Portada de 'Paper', con Kim Kardashian |
Puede que esta semana uno de
los temas de conversación alternativos a tanta corruptela sea el culo de Kim
Kardashian, señorita a la que, por cierto, no tengo el gusto de conocer (aclaro
que desconozco su vida, obra y milagros). Es un símbolo del exceso, y como tal
ha dado mucho de qué hablar en animadas tertulias con la ayuda de unas redes
sociales que han magnificado su trasero hasta extremos insospechables. Pero les
voy a decir una cosa. Es otra farsa. La polémica sobre el provocador culo de esta
Kardashian es una mentira piadosa en tiempos de daños colaterales, aunque al
menos no tiene coste para el erario público. Ahora, el trasero es otra farsa.
Superficial y que no pone de mala leche, pero farsa al fin y al cabo.
Cansado de tanto farsante y
de tal mediocridad sólo cabe esperar que, al menos, también sea falsa la
leyenda urbana del cura de una parroquia gallega que puso patas arriba las
creencias que durante siglos atesoran desde el Vaticano los guardianes de la fe.
Me contaba un colega más dado a creer para ver que a ver para creer que este
párroco, enfermo terminal, en su última homilía reveló a sus feligreses que les
había engañado durante años y que todo era una gran mentira. En medio de un
monumental escándalo en la pequeña iglesia salió de ella gritando: ¡Dios no
existe!
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