La trilogía erótica de las cincuenta sombras de la novelista E.L.James es motivo de conversación en todo tipo de ambientes. Es una escritora que ha sabido llegar al público femenino como pocas lo habían hecho. Sus detractores dice que es pornografía; los que reniegan de los best-sellers, que carece de calidad literaria; y los que ni fu ni fa se agarran a que es una moda pasajera. Mientras, la escritora se ha forrado. Como también se forran los que tienen los derechos de este invento con la venta de los juguetes oficiales del libro en plena campaña navideña.
Tan cierto es que esta trilogía erótica está de moda como que es uno de los fenómenos literarios que incitan a la lectura a muchas personas, la inmensa mayoría mujeres. Nunca compartí el desprecio a los best-sellers (qué mala es la envidia...). Para empezar porque soy un habitual consumidor de estas historias. Y como en todo, los hay mejores y peores. Si tienen algo en común es la potente campaña de marketing que suele respaldarlos. Pero lo que me importa es que la historia atrape. Ni siquiera en este caso de las sombras, una vuelta de tuerca erótica del chico conoce a chica, tengo intención de leer este catálogo de posturas sexuales. No vaya a ser que me excite... Casi que espero a la película. Me limito a comprobar sus efectos entre el público femenino, siempre respetable y admirado. La cuestión es que estas aventuras sexuales que ponen al límite las reglas de la física (con las experiencias de Grey&Steel) son lo más in en las listas de ventas. Nada nuevo por otra parte. Ya sucedió cuando todo el mundo hablaba de los cátaros, los catones, la novela histórica o los crímenes rastreros que se esconden bajo la perfecta y aparentemente fría sociedad sueca.
Llegados a este punto permítanme que les cuente un episodio autobiográfico. Once upon a time hubo una década, a finales de los setenta y primeros ochenta, en la que uno dio el salto a la juventud y al universo femenino a golpe de lecturas. Vamos, que pasé de las aventuras de Los Cinco, ese monumento sin parangón a la cursilada y al mundo tontuno al más estilo Flander, a leer por primera vez en un libro con escenas que describían, con abundantes detalles, tórridos encuentros sexuales en argumentos propios de un Estreno TV. Era lo que se podrían denominar novelas de evasión, habituales en las librerías de nuestros padres gracias al Círculo de Lectores, como ahora lo pueden ser E.L. James, Stieg Larsson, John Grisham o Vázquez Montalbán, entre tantos.
Sobre las novelas de evasión, si me lo permiten, voy a recrearme un poco. Recuerdo a Shidney Sheldon y sus Lazos de Sangre, todo un libro de cabecera; Harold Robbins (Los sueños mueren primero); o Jennifer Wilde y esa historia de alto voltaje sexual de una cándida muchacha en Nueva Orleans en la sociedad esclavista del siglo XVIII. La novela era Tierna Furia de Amor. Por cierto, como con Grey, también hay esposas...
Ahora, Las cincuenta sombras de Grey, liberadas y más oscuras vienen a ser el colofón de aquella literatura. Tan de evasión eran los títulos de entonces como los es una trilogía erótica que ha calado en la sociedad. El otro día en el Metro, uno de los lugares favoritos para medir el pulso de una urbe como Madrid, un grupo de jóvenes universitarias pasaron el trayecto desde Diego de León a Ciudad Universitaria debatiendo sobre el erotismo de la pareja de moda. Alguna hasta se tiró el pisto para provocar a sus amigas admitiendo haber experimentado en el proceloso mundo del látigo y las bolas eróticas. ¿Sería verdad?
Me contaron que la otra tarde en Embassy (suena pijo, eh!), en una merienda cargada de cruasanes, poleo menta y té (Earl Grey, supongo) una pandilla de señoronas bien cargadas de botox en el rostro y exhibiendo bolsos de Loewe recreaban sus particulares ensoñaciones en plan 'chic' al hilo de la trilogía de las sombras. Lo creo. Yo mismo lo comprobé en un Starbucks Coffee de la calle Orense el otro día. Claro, que el nivel era otro y la edad media también... Hasta en el mercado de Prosperidad, mientras hacía cola para comprar unos huesos, panceta y carne de morcillo para hacer un cocido, dos mujeres (díría que cerca de la cuarentena) se preguntaban "cómo sería hacerlo con esposas". Ambas confesaban que habían devorado los libros. Siento no poder decir si al final se decidieron o no a comprar las esposas, fetiche sexual de referencia de Las cincuenta sombras de Grey. Hasta el estallido de este éxito editorial se pensaba que las esposas sólo eran patrimonio de los maderos o de gente enganchada a juegos eróticos mal vistos por los bienpensantes. Ahora compruebo que no. Que cualquier ama de casa podría guardar unas esposas en la mesilla de noche...
La adictiva sumisión de la joven Anastasia a Christian es un fenómeno social en toda regla que va más allá de otros ejemplos. Sin ir muy lejos, podría compararse a las andanzas de Carrie Bradshaw y sus amigas en Sexo en Nueva York, que marcaron un antes y un después en muchas mujeres. Esta serie, imprescindible para cualquier hombre que quiera profundizar en el conocimiento de las mujeres, probablemente se quedó a las puertas de una revolución sexual liderada por el sector femenino. Hay escenas, incluida la de la famosa ducha del vecinito de Samantha que pone a cien a más de una, que pasarán a la historia de un tratado de relaciones sexuales en las sociedades avanzadas. Estoy convencido. Sin embargo, intuyo que la trilogía erótica de Grey ha ido más allá.
Tal vez, Sexo en NuevaYork se quedó a las puertas de la revolución sexual del siglo XXI. Presentaba un grupo de mujeres casi inalcanzable para cualquier hombre, en medio de una feria de las vanidades de la sociedad neoyorquina . Pero con Las cincuenta sombras de Grey esa revolución está servida en bandeja, a golpe de lectura íntima, cruce de opiniones y conversaciones calientes. Será que es más de andar por casa. Y es en todas las casas, las de barrio, pueblo, zona residencial o las que sean por donde vagan las sombras interiores de todo ser humano. ¿No me creen? Pregunten. Pregunten a sus amigas y, por supuesto, a su pareja. Le sorprenderá.
A todolo dicho aquí(como siempre bien) habría qe añadir la proliferación de las reuniones de tper sex(he ido a dos estos dos últimos meses)y las referencias al librito eran constantes.Las asistentes más jóvenes conocían prácticamente todo el arsenal presentado por la vendedora tras haberse leído el libro en cuestión y he de decirte que hablaban de la protagonista como si de una admirada amiga y cnfidente se tratara.
ResponderEliminarMe he quedado impresionada del nivel de juego del que muchas de las allí presentes hacían gala de practicar. Me gustó. Pero me sentí bastante ignorante...yo que creía ser tan abierta en este tema!!!!
Jajajajaja... Es verdad!!! Me ha faltado esa referencia de los tupersex!!! Y tienes toda la razón cuando dices que te sorprende el nivel de juego de las 'jovenas' que asisten e a los tupersex. Me da que las chicas jovencitas ahora ya juegan en otra liga...
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