miércoles, 27 de marzo de 2013

Tertulianos





El conocimiento repentino que la plantilla patria de tertulianos tiene de Chipre me sulibeya tanto como los pronósticos de los llamados vaticanistas, que no dieron ni una con el Papa Paco. Aquí una mañana te levantas, enciendes la radio para ponerte al día mientras te metes para el cuerpo el primer café y antes de dar un sorbo te entra un complejo de inculto de la vida que no veas. Y eso que al menos nadie tiene que enseñarte a esas horas que la capital de Chipre es Nicosia, para que luego digan que la EGB no sirve para nada.... Siempre me pregunto cómo es posible que los tertulianos sepan tanto de todo.Incluso en cuestión de horas se empapan sus filípicas... ¿no duermen, son unos superdotados o qué? Tal vez antes de ponerse delante de un micrófono crean que con  tirar de la wikipedia ya se da el pego. El resto se resuelve con un poco de labia y barullo mientras se está on air. Nadie mejor que esa especie, los tertulianos, que ha hecho de su hábitat natural los platós de televisión y estudios de radio, sabe lo que es vivir en el filo de la brillantez y del anonimato. Es su pan nuestro de cada día. En su actividad no hay margen para la duda.  El silencio está penado. Con ellos -o la mayoría, para que no se me enfaden algunos- no funciona eso de que "es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda" . Mark Twain lo dejó escrito como un homenaje al sentido común, una cualidad fundamental que en estos tiempos escasea. Así que aguardo el día en que algún tertuliano admita que no tiene ni pajolera idea del sistema financiero de Chipre, del caso Urdangarín, de si el juez Ruz debe quedarse con el caso Bárcenas o, ya puestos, del sursuncorda.


martes, 12 de marzo de 2013

Almodóvar&Boyero. Los amantes pasajeros




Lo tengo claro. El mismo interés que me despierta siempre un estreno de Pedro Almodóvar es directamente proporcional a la expectación que me genera la crítica sanguinolenta de Carlos Boyero. Está en el ADN de lo español. El director manchego y el mordaz crítico cinematográfico han unido sus destinos. Uno cava y saca la tierra hacia arriba y el otro trata de tirarla del montón hacia abajo para tapar el agujero. Tengo tal descoloque que incluso ya no sé quién es quién. Tanto uno como otro parecen ya condenados a existir como una unidad de destino. Son enemigos irreconciliables, pero necesarios. Forman parte del espectáculo. Está claro que entre ambos no hay sintonía. La mezcla del universo almodovariano con el demoledor sarcasmo del crítico revela algo tan nuestro como la envidia y la mala leche. Sea como sea, la recaudación no deja lugar a dudas con Los amantes pasajeros, título del último filme del manchego.Consigue en la taquilla lo que la crítica no le da. Puede que la cinta ofrezca momentos tan zafios que a su lado el humor rijoso del casposo cine español de pis-caca-culo-pedo, de pasado tan reciente, se quede pequeño. Pero la película también tiene escenas tan brillantes como la publicitada y desternillante coregrafía de las tres locas azafatas al ritmo de I’m so excited, así como diálogos ingeniosos de pata negra manchega que ya figuran en el vocabulario de muchos que usan las frases de las películas de Almodóvar a las primeras de cambio. Cierto que la cinta da poco más de sí, tampoco tiene más pretensiones salvo demostrar que España es un inmenso patio de vecinos. Ahora, si alguien quiere compararla con algunas de las grandes comedias de la historia del cine, mejor que se quede en casa. Y aunque me aburrió, ya espero con ganas su próxima cinta, simplemente porque Almodóvar es Almodóvar, como Woody Allen es Woody Allen o Quentin Tarantino es Quentin Tarantino. Pasaré por taquilla, con el 21% de IVA incluido si nadie remedia antes ese desvarío impositivo. Pero por supuesto, también leeré al genuino Boyero. Su crítica no defraudará. Será porque, en realidad, para amantes pasajeros nada como viajar con Almodóvar y Boyero, ya sea en clase business, en chicken class o de polizón

miércoles, 6 de marzo de 2013

Vivir como una rubia



Alternar con rubias en la penumbra de un bar es una tarea de riesgo, y más si hay unos Jameson con Coca Cola o con ginger ale encima de la barra. Lo malo es que los hombres (casi todos y yo entre ellos) las prefieren rubias... y no me refiero a la cerveza. Será que por esa sensación de riesgo y morbo a partes iguales me gustó leer entre líneas en la revista Hola la entrevista con la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Tras sus palabras exclusivas se ha desatado una tormenta que puede acabar con el jefazo de los espías españoles, eso que llaman el CNI, compareciendo en el Congreso de los Diputados. Digo yo que lo hará con el Hola debajo del brazo, aunque de lo que se trata es de explicar a qué se refería la rubia cuando decía eso de que había hecho “trabajos delicados” para el  Gobierno de España. ¿Y qué quieren que les diga? El surrealismo supera a la realidad. Esta princesa de apellidos impronunciables hace bueno el eslogan que sirvió para publicitar primer tinte rubio que salió en la América de los años 50: “Si sólo tengo una vida, déjenme vivirla como rubia”. Ignoro si Corinna es rubia de bote, pero si tengo alguna certeza es que en esta política mediocre de nuestros días  lo que abunda es el tinte y que siempre conviene más leer entre líneas que creer a pies juntillas lo que te cuentan. Será que querer vivir la vida como una rubia es lo que tiene.