viernes, 30 de noviembre de 2012

TV en negro



Hubo un tiempo en el que los madrileños tenían su propia cadena de televisión. No sólo la tenían, sino que presumían de ella. En muchos rincones de Madrid se vivió con expectación el nacimiento de un canal distinto. Telemadrid no sólo ofreció otra forma de hacer televisión, muy fiel al estilo de la paradigmática BBC, también fue una cantera inagotable de profesionales. ¡Qué lejanos parecen aquellos tiempos en los que tenía su sede en la agencia Efe, en la calle Espronceda! Allí se amontonaban los vídeos en las escaleras a la espera de tener su propia casa.  Igual que Telemadrid llenó de fantasía, entusiasmo y profesionalidad la parrilla, ahora se va al negro. Hace mucho que Telemadrid dejó de ser aquella televisión vigorosa. Mientras sus mandamases han permitido que multiplicara su plantilla al tiempo que su gestión dejaba mucho que desear, la audiencia le ha dado la espalda. La plantilla pagará esa mala gestión. Siempre pasa igual. Pero nos quedará esa tele que marcó una época y que llegó a todos.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Armar el belén



No podía elegir peor momento el Papa Benedicto XVI para desmontar una creencia tan arraigada por estos lares. Sus conclusiones sobre el portal de Belén son como una pesadilla antes de Navidad. Ahora resulta que en el portal de Belén no hubo ni mula, ni buey. Por no haber, ni estrella de Belén que guiase a los Reyes Magos. Fue una supernova. Ahora Joseph Ratzinger llega a estas conclusiones en un ejemplo más de su esfuerzo por aproximar fe y razón. Casi nada. Lo cuenta en un libro que lleva camino de convertirse en bestseller, que para eso estamos en una de las épocas más productivas para las editoriales. Sólo le falta compartir entrevistas de promoción con los Lorenzo Silva, Arturo Pérez Reverte y Ken Follet de turno, que estos días están hasta en la sopa. La cuestión es que después de tantos años es difícil imaginarse un belén sin mula y sin buey en un país tan contradictorio como España, donde hasta los agnósticos montan sus belenes por Navidad y se toman el día libre en el día de la Inmaculada Concepción.  En este rincón tan católico del sur de Europa cada vez incorporamos más a nuestras vidas costumbres anglosajonas. Allí no tienen belén, le basta con el árbol de Navidad. Lo que sí tienen es esa pesadilla antes de Navidad a la que antes aludía, más conocida como Halloween. De las dichosas calabazas que tanto dan la matraca ya no se libra  aquí ni mi comunidad de vecinos. Ya sólo falta que también adoptemos esa tradición tan norteamericana de celebrar en familia el día de Acción de Gracias alrededor de un pavo (aunque si me lo permiten me quedo con un capón de Vilalba). Lo siguiente será lanzarse de cabeza a las rebajas del Black Friday para encontrar esos chollos que los comercios norteamericanos ofrecen sólo durante 24 horas el viernes posterior  al día de Acción de Gracias. Ya verán como en España no tardamos en seguir los pasos de Estados Unidos. Aquí nos vale todo para armar el belén, con buey o sin él. 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿Y ahora, qué?




España es un país que lleva recostado en el diván mucho tiempo. La novena huelga general de la democracia ha vuelto a poner de manifiesto la disfunción mental patria. En un país donde la envidia, la mentira  y el revanchismo están a la vuelta de la esquina no es de extrañar que la huelga del 14-N  reparta brotes de esquizofrenia. Puede que haya motivos –y los hay– para plantear una huelga, como los había hace unos años cuando crecía la cifra de parados y se negaba la crisis. Puede que haya motivos suficientes –y los hay– para rechazar que se privatice la sanidad, que quieran convertir el hospital de la Princesa en un geriátrico especializado o que impongan el euro por receta por razones “disuasorias”. Puede que haya motivos –y los hay– para expresar la rabia que sentimos porque una mujer se tire al vacío antes de  ser desahuciada. Puede que haya motivos –y los hay– por temer por nuestro futuro laboral. Pero, por favor, tras el 14-N y la ristra de tópicos de unos y otros respóndame a una cosa: ¿Y ahora, qué?

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Obama o el tren a ninguna parte


Probablemente no queda más remedio que creer a Barack Obama. Cuando dice que “lo mejor está por llegar” pone de acuerdo a los vecinos de Washington y a los de Alcalá de Henares. Será porque la globalización y la necesidad se dan la mano. Es lo que tiene caer hasta ver el fondo. Su victoria electoral en las presidenciales norteamericanas es una buena noticia para ambos lados del Atlántico. Mientras las cifras del paro siguen creciendo en España, donde sólo trabajan tres de cada cuatro personas  en edad de currar más ganas tengo de creer en el yankee. Será que lo que nos queda es agarrarse a un “lo mejor está por llegar” antes que escuchar las previsiones de crecimiento de la Unión Europea. Así que no es extraño que a más de uno le ronde la idea de hacer como Noodles. Ese mafioso de Érase una vez en América que huye de Nueva York y en la estación ferroviaria pide un billete para el primer tren. Y un servidor, entre tomar un tren a ninguna parte o apostar por Obama, se queda con lo segundo.