domingo, 3 de enero de 2010

Magia 2.0

Si hay algo con lo que la corriente laicista que nos toca vivir no va a acabar nunca es con la magia de los Reyes Magos. No estoy dispuesto. Me niego. Jamás aceptaría que por seguir esa moda absurda de cambiar el nombre de toda a la vida a las cosas, para hacerlas políticamente correctas, el día de los Reyes Magos pase a denominarse, algo así como Festividad de los Enviados Especiales de Oriente Medio para la Paz Mundial. Pomposo título que serviría para que más de algún líder mundial trate de sentarles en las cumbres del G-8 con el único objetivo de sacar tajada. Nada de eso. Melchor, Gaspar y Baltasar seguirán siendo los tres nombres de la ilusión, los de los regalos, los pajes y la sonrisa de los niños. Allá donde la ciencia no llega sí que lo hacen estos tres reyes subidos en sus camellos. No sirve de nada buscar una explicación a su misterio, es absurdo. Existen y con eso vale. Mientras el tiempo avanza como una prisión en la que luchamos por serrar los barrotes de las manecillas del reloj, cada año desde el lejano Oriente los Reyes Magos nos traen, además de presentes, la mejor receta de la felicidad. Esa que tantas veces necesitamos y que nos sabemos ver, consumidos por la rutina. El día a día nos nubla a menudo la vista, con una niebla de problemas e inquietudes que nos impiden ver más allá, hasta el punto de bloquearnos. Pero estos tres magos, que llevan décadas repartiendo su secreto una vez al año nos enseñan que igual que los genios siempre se empeñan en ser niños, la felicidad pasa por hacer cosas casa día o, al menos, hacer las mismas cosas, pero como si fueran nuevas. No me puedo imaginar una vida sin esa noche mágica, se pongan como se pongan los gurús del laicismo. Ahora sabemos que el Universo tiene 13.700 millones de años y el acelerador de partículas podrá desvelar las pistas definitivas para conocer el origen de ese mismo universo, estamos a las puertas de descifrar los genes de la vida eterna, hay más de 350 millones de usuarios en el mundo de redes sociales como Facebook y sólo en España más de 50 millones de líneas de teléfono móvil. Todo eso tiene una explicación lógica y racional. Pero por encima de los grandes avances tecnológicos y científicos, y de la revolución digital de la primera década del siglo XXI, Melchor, Gaspar y Baltasar seguirán repartiendo la magia en todos los hogares, demostrando que sólo en la imaginación se pueden fijar los límites.

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