viernes, 29 de enero de 2010
Las maracas nucleares
Cualquier marino sabe que hay que evitar los huracanes. Ahora es más fácil. Los servicios meteorológicos tienen tanta precisión que ningún barco en el Atlántico pondría rumbo al núcleo de un huracán. Otra cosa era antes, cuando no había instrumentos de navegación tan precisos como ahora. Por mucho que supieran que es una masa de aire que gira en sentido inverso a las agujas del reloj y que su dirección es Este-Oeste a ningún marino se le ocurriría poner rumbo a su núcleo. Sin embargo, aún pueden sorprender a navegantes y lo que importa es saber qué hacer. En la política también hay huracanes, pero lo que faltan son capitanes. El guirigay que se ha montado en torno a la instalación de un almacén nuclear es uno de ellos y ha puesto en evidencia a la clase política española. Menos mal que ya se ha cerrado el plazo de candidaturas de los municipios porque a más de uno le iban a entrar los mismos vómitos que a los pasajeros bisoños que se atreven a cruzar en barco el Estrecho de Drake en medio de la fuerza de las corrientes y el tremendo oleaje. En la política también hay huracanes, pero como en el mar el sálvese quien pueda no vale para escapar de los huracanes. Visión de Estado es lo que falta por aquí, y mucha. El cementerio nuclear ha puesto de manifiesto que sólo valen los intereses electoralistas. El interés nacional está bajo la suela de los ombliguismos que hacen que España siga siendo el país de Villarriba y Villabajo. El despropósito ha sido manifiesto, con contradicciones de todo tipo, y eso que la decisión del dichoso cementerio nuclear que nadie quiere en el patio trasero de su casa fue aprobada por consenso en el Congreso de los Diputados. Las dudas que generan los residuos radioactivos son razonables. Que se lo digan a José Montilla, José María Barreda o María Dolores de Cospedal, entre tantos, que en medio del huracán cantan boleros. Ahora que se ha abierto el melón atómico, y que al menos hasta mayo no se decidirá la ubicación definitiva del almacén nuclear, habría que abordar sin expedientes sancionadores una cuestión de futuro. Sólo desde el sentido común se puede avanzar para buscar la escapatoria del huracán y para que dejen de tararear la canción de Antonio Machín, recuperada por El Cigala, que decía eso de “cómo se pueden querer dos mujeres a la vez, y no estar loco”. Y es que aquí lo que no faltan son las maracas, nucleares, claro.
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