Las comparaciones son odiosas, pero inevitables. Ni el director de Greenpeace España, Juan López de Uralde, debería llevar 20 días detenido en Copenhague ni María José Carrascosa debería haber pasado una nueva Navidad entre barrotes... y ya van cuatro. Ambos tienen puntos en común. Están en la cárcel, lejos de su casa, sufren humillaciones, un frío catre y soledad, mucha soledad... pero uno cuenta con el ruido mediático a favor, que en el fondo es lo que inspira las campañas de Greenpeace y por Carrascosa ni los Reyes Magos llevarán carbón a la Embajada de Estados Unidos en Madrid, como sí que sucederá por el líder ecologista ante la sede diplomática de Dinamarca.
Probablemente si Carrascosa no hubiese ninguneado a la Justicia norteamericana ahora estaría en su casa de Valencia, que es donde debe estar, pero en Estados Unidos si hay algo que no se perdona es vacilar a los jueces o no pagar impuestos. Su delito, tan grave para lucir esposas y escuchar como madre un severo veredicto como los 14 años de cárcel que le impuso el juez Donald Venezia, es luchar por su hija. Nada más y nada menos. El delito de Uralde es más de campanillas, de rollete progre guay, y de dar la nota. No es otro delito que colarse en la cena de gala que la reina Margarita de Dinamarca ofreció con motivo de la cumbre sobre el cambio climático que, por cierto, no sirvió para mucho. Pero él, ahora, no sólo tiene a los Reyes Magos a su favor, sino la fuerza mediática de twitter, tan cercano a él, y de los medios. Algo falla en este mundo para que unos tengan más y otros menos. Será cuestión de suerte. Pero que vuelvan pronto.
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