domingo, 17 de enero de 2010

Infinito Everest

Tengo un buen amigo que se ha fijado una meta para 2012. Ese año culminará la expedición al Everest de la que lleva años hablando mucho tiempo. La cima del mundo, ni más ni menos. Uno de los ochomiles que cualquier escalador sueña con alcanzar, al menos una vez en la vida y que mi amigo también se ha propuesto. Desde que me comentó su intención de emular la gesta Edmund Hillary y su sherpa, Tenzing Norgay, en 1953, el Everest ha entrado de lleno en nuestras vidas. Recordamos las palabras del malogrado Mallory, uno de los pioneros en esta aventura de ascender la cima más grande del mundo y que se dejó la vida en la expedición que comenzó en el Tíbet. La hemeroteca del alpinismo cuenta que cuando a Mallory le preguntaban que por qué había que subir al Everest siempre contestaba lo mismo: “Porque está ahí”. Recuerdo que fueron las mismas palabras que me dijo mi amigo cuando me reveló su reto. Teniendo en cuenta que su relación con la montaña se ciñe a ver los Picos de Europa desde el coche, al principio me sorprendió su intención. Tardé días en entenderlo. Pero ya no sólo hablamos de alpinistas famosos, comentamos los retos del equipo de Al filo del imposible y últimamente de Jesús Calleja, incluso nos imaginamos como podría ser la vida a más de ocho kilómetros de altura, si se podría ir a la compra, llevar el coche al taller o ir a buscar a los niños al colegio. Desde que mi amigo comenzó a preparar su aventura me he familiarizado con la ropa térmica y las últimas tecnologías aplicadas a los piolets que se precisan para ascender los 8.850 metros que mide el Everest. Suelo ver hasta las ofertas de Decathlon para ver si encuentro algo que le sirva en la expedición. En realidad, mi amigo no va a subir al Everest, no es alpinista. Pero le sigo el juego, hablamos de esa montaña y nos divertimos. Jamás le diría que no puede ascender hasta la cima más alta de la Tierra. Los dos lo sabemos. Pero su padre le enseñó que los sueños son infinitos. Sé que él es tozudo y que consigue lo que busca. Por eso ya está planteándose un nuevo reto, tal vez para 2016. Le voy a plantear que se presente al campeonato del mundo de buceo libre y emule a Jacques Mayol, el hombre-pez francés que descendió más de 100 metros sin ayuda de oxígeno. Para Mayol, Hillary, mi amigo y tantos otros los sueños son infinitos.

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