viernes, 25 de diciembre de 2009

Yelmo Siberiano

La ola de frío siberiano me llevó el otro día a refugiarme en un café del viejo Madrid de los Austrias. Mientras pisaba restos de gambas que adornaban el suelo y el camarero discutía con voz cazallera con un cliente sobre los abdominales de Cristiano Ronaldo, trataba de entrar en calor con un café largo bien calentito. Fue entonces cuando entró visiblemente alterado Don Quijote de la Mancha. En realidad, no era el personaje de Cervantes, sino una estatua viviente que lucía el traje del caballero de la triste figura, con su yelmo de mambrino encajado en la cabeza. Estaba visiblemente contrariado y no era, precisamente, por el frío. Se apostó en la barra y pidió un sol y sombra bien cargado, tras lo que comenzó a despotricar contra todo bicho viviente. El olor a cocido que provenía de la cocina impregnaba el bar, como ruido de fondo sonaba Miguel Poveda en el transistor cantando La bien pagá y a unos metros un cliente algo orondo, perilla y un ojo a la virulé, que me recordaba a un ex ministro, echaba monedas en una tragaperras. No me apetecía que un tipo vestido de caballero andante con jubón y todo, me contara su vida. Pero su drama y su desdicha, condición humana al fin y al cabo, me conmovieron hasta el punto que cuando llegó a hablar de venganza, preso de la ira, pensé si no era mejor que cambiara de vestimenta y se disfrazara de Edmundo Dantés, el Conde de Montecristo. Se había ido al paro por orden de la autoridad competente, es decir un municipal con mando en plaza, que le echó casi a patadas de su esquina, muy cercana a la plaza Mayor. Hacía más de tres años que emulaba a Don Quijote y saludaba descubriéndose la cabeza, yelmo en mano, en función de las propinas. Contó que el origen de sus desdichas estaba en la llegada de otra estatua viviente, un Sancho, y que desde entonces el mandamás le ordenaba un día una cosa y al día siguiente la contraria. Ahora que acaba el año, y que hasta la estatua de Colón ha vuelto a su sitio, después de varias décadas en otra ubicación porque a unos políticos se les metió en la cabeza un día que había que cambiarla de sitio, sólo espero que ese Don Quijote vuelva también a su esquina. Si 2009 ha sido un año de pie cambiado confío en que 2010 no sea ya de sálvese quien pueda. De lo contrario, me pensaré lo de emular a Edmundo Dantés, porque al fin y al cabo, todos tenemos algo de Conde de Montecristo o de Quijote

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