Si se hace el esfuerzo de repetir una misma palabra muchas veces al final pierde su significado. El resultado es un sonido ininteligible y hasta desconocido, más cercano al aymara o a una lengua muerta. Algo así es lo que sucede con el término crisis, que a fuerza de tanto repetir puede perder su sentido. Para muchos ésta sería la mejor solución a los problemas; es decir, bastaría con hacer un ejercicio mental todas las mañanas, antes del café, para echarse a la calle con la mejor de las sonrisas y ajenos a la realidad de los precios. Cierto que el pesimismo no crea empleo, pero tampoco vale con hacer un ejercicio mental matinal, en postura de loto, repitiendo palabras como crisis, IPC, euríbor, precios, inflación, hipoteca, facturas o gasóleo hasta que se conviertan en simples sonidos y se acabe el problema.
A todo esto, con el barril de petróleo por las nubes y los productos frescos más caros que nunca, el futuro inmediato se presenta lleno de incertidumbres, aunque menos mal que están los éxitos de Nadal, Gasol o Alonso, para hacernos más llevaderas las estrecheces. Y mientras la judía verde, esa en apariencia inocente leguminosa nos amarga la vida por su contribución al encarecimiento de la cesta de la compra cuando creíamos que era en realidad cosa del pollo, algunos se frotan ya las manos con los 200 euros extras de las nóminas de junio para hacer planes...
No sé si es cuestión de ver para creer o de creer para ver, pero tal y como está el panorama, mientras unos meditan seguro que otros optan por la música. Tal vez la respuesta esté en los vinilos, y mira por donde algunos no dejan de poner una y otra vez aquel vinilo, a 33 rpm, de Supertramp: Crisis. ¿What Crisis?