miércoles, 4 de junio de 2008
Más penas y más control
Hablar de pedófilos y pederastas es como juntar el hambre y las ganas de comer. Pero en ambos casos demuestran hasta dónde puede llegar la indignidad del ser humano, por enfermedad o lo que sea. Es alarmante saber que la misma persona que en horario lectivo da clases se dedica en sus ratos libres a saciar sus bajos instintos en el presunto anonimato de la Red. La solución no es fácil, pero la alarma es proporcional a la preocupación que genera la pornografía infantil. Tal vez el registro de pederastas sea el principio del fin de un delito atroz. Los pederastas no pueden quedar impunes, pero lo grave es que por ir a la cárcel tampoco se rehabilitan. El padre de Mari Luz lo sabe, por desgracia.