jueves, 12 de junio de 2008

Medallas de incógnito

Vivir de incógnito tiene sus ventajas; permite pasar por la vida amparado en el anonimato y ofrece la posibilidad de analizar el mundo que te rodea de manera objetiva. Algo así le sucede a la Asamblea de Madrid, que cumple sus primeros y brillantes 25 años de existencia con esa enorme ventaja, pero con el riesgo de mirarse demasiado al ombligo y caer en la tentación de no ver la realidad de las cosas. En Madrid donde “la ausencia de señas de identidad es la principal seña de identidad”, tal y como aseguró, Esperanza Aguirre, en el pleno extraordinario de la Asamblea, los políticos madrileños se dieron un festejo con sabor a cocido y una pizca de nostalgia. Y es que bajo el paraguas de la Constitución de 1978, una comunidad que nació con escepticismo es ahora una de las que mejor han aprovecho las oportunidades del diseño autonómico. Ha sido un cuarto de siglo intenso, que comenzó en el frío caserón de la calle San Bernardo y que ahora dispone de una confortable sede en Vallecas. Joaquín Leguina, Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre son los tres presidentes de la democracia y ayer, junto a los presidentes de la Asamblea y los redactores del estatuto de autonomía, fueron los protagonistas de uno de los plenos más emotivos que se recuerdan. Esta sesión fue la más apropiada para mirar atrás y recordar la construcción de un andamiaje que tiene su origen en el espíritu de consenso que hizo posible la Constitución, en la que “se encontraron y entendieron las grandes ideologías nacionales”. Estas palabras de Leguina fueron respaldadas tanto por Aguirre como por Gallardón, quienes también apostaron por la solidaridad y el diálogo. Con tanta palmada en la espalda entre rivales políticos que alguien renuncie a algo y más si se trata a una medalla, en especial con el fresco recuerdo de José Bono, es curioso. Dentro de otro cuarto de siglo es probable que aún se recuerde que Aguirre pospuso recibir la Medalla de Oro hasta que acabe su mandato al frente del Gobierno regional. Sin embargo, Joaquín Leguina, primer presidente, siguió el consejo de un amigo de Jean Paul Sartre, después de que éste recriminara al escritor francés no recoger el premio Nobel: “Nunca solicitarlos, nunca rechazarlos y nunca exhibirlos”. Aunque no se sabe si iba con segundas... Las anécdotas no faltaron, y mientras Alberto Ruiz-Gallardón reconocía que se había sentado por primera vez en su carrera política en un sillón de los taquígrafos, el portavoz del PP, Antonio Beteta, cambió a la niña de Rajoy, por su hijo, con el que habla de la crisis, ésa de la que Zapatero y De la Vega ni mencionan. Pero en una historia de 25 años tampoco faltaron alusiones ni a los momentos más alegres ni a los más tristes. Por no faltar, tampoco lo hicieron los tránsfugas, a los que aludió Beteta en su discurso. Aunque era una jornada para celebrar 25 años de invento, Rafael Simancas se limitó a gesticular, pero se pudo leer en sus labios un expresivo “ya”, al escuchar de boca de Beteta que la comisión de investigación había aclarado “exhaustivamente" todo. Dos votos, que al fin y a la postre, le impidieron ser presidente de la Comunidad de Madrid en 2003. Tal vez, hasta hubiera tenido medalla...