jueves, 22 de mayo de 2008

Portazos

Ha tenido que ser una mujer tan valiente como María San Gil la que después de semanas de amagos, discusiones internas, cruces de palabras, miradas de reojo y abandonos de populares de la primera línea que no aceptan ser soldados rasos para que el rostro del presidente del PP, Mariano Rajoy, refleje los impactos de la crisis del partido. La escritora Almudena Grandes compara a Rajoy con el atribulado Macbeth, pero hay más personas que creen ya que el líder gallego, pese a su tranquilo aire gaélico, está más cerca de las Escenas de matrimonio que del personaje de Shakespeare. Todo por una crisis que en prime-time alcanzaría una gran cuota de pantalla. El portazo de María San Gil, todo un activo en la defensa de los derechos y las libertades en el País Vasco, es de los que duelen porque pillan los dedos al cerrarse la puerta. Por eso crecen las voces, y no marianistas precisamente, entre las que se critica la manera de gestionar la crisis del PP tras la derrota electoral de las últimas elecciones generales. Una de estas voces, alta y clara, es la de Ignacio González, vicepresidente primero y portavoz regional, quien cree que la salida de San Gil, es un “un paso más en la malisima dirección” que está tomando la crisis de los populares. González se sumaba así al diputado Gustavo de Arístegui, para quien Rajoy “se está equivocando” o a la presidenta regional, Esperanza Aguirre, para quien “algo se está haciendo muy mal en la dirección del PP”. Tras las espantadas de Zaplana o Acebes muchos populares esperaban un cambio de rumbo del líder del PP, en especial tras el aviso de San Gil, pero la brújula de Rajoy señala el norte de Alberto Ruiz-Gallardón. Ante esta situación, no es de extrañar que pesos pesados como el número dos de Aguirre, Ignacio González, asegure que “todo ha estado mal administrado” y se pregunte: “¿Qué es lo que se ha hecho y se está haciendo desde la dirección del partido para que personas como María San Gil tomen estas decisiones?”. Mientras tanto, entre tanta turbulencia, es difícil que el PP cumpla con su objetivo de demostrar a los adversarios que tiene un modelo político claro. Tal vez por ello, ante un Gobierno central que se frota las manos por la escasa o nula oposición de un partido que trata de resarcirse de sus heridas electorales, pese a contar con al apoyo de más de diez millones de votos, las críticas al Ejecutivo se hacen desde una rueda de prensa en la sede del Ejecutivo regional, mientras la actualidad de la crónica parlamentaria se escribe en los pasillos del Congreso de los Diputados y cerca del despacho de Rajoy. El melón abierto la pasada legislatura por Zapatero para aprobar un modelo de financiación autonómica provoca el rechazo del Gobierno madrileño. Ignacio González, que defendió un modelo para atender a todos los ciudadanos, “de una manera equilibrada y solidaria, sin privilegios de territorios ni de partidos”, aprovechó para lanzar puyas a ZP al asegurar que el modelo al que se comprometió “por sectarismo político e imposición de sus socios” refleja graves divisiones en el PSOE en asuntos como el agua o la financiación. Mientras la crítica política asoma en el PP, la dirección sigue sin hacer caso a Nicole Kidman en Los Otros, cuando decía aquello de “no hay que abrir una puerta sin cerrar antes la otra”. Y por ahora, en el PP, la que ha dado un sonoro portazo es San Gil demostrando que sigue habiendo mucha corriente con tanta puerta abierta.