El Asefa Estudiantes se echó la siesta en Fuenlabrada antes de acabar el partido y así nos fue. El pívot uruguayo Esteban Batista se puso las botas... con permiso de Jasen.
El pabellón Fernando Martín de Fuenlabrada no está cerca del Río de la Plata, pero ayer lo parecía. Entre el uruguayo Esteban Batista y Pancho Jasen robaron todo el protagonismo. Aunque la partida la ganó el joven pívot uruguayo, que no sólo propició que su equipo se llevara el partido sino que fue nombrado MVP de la jornada. El charrúa del Ayuda en Acción Fuenlabrada es un guerrero de los pies a la cabeza. Nadie lo duda. No es un desconocido en Madrid donde se ha bregado en Pozuelo o en la LEB. El domingo en la zona y bajo el aro fue todo un amo y señor. Nadie fue capaz de pararle. Sólo fue el de Bahía Blanca, Pancho Jasen, el que se echó al equipo a la espalda y tiró del carro en un partido que fue trepidante de principio a fin. Jasen y Batista tienen una característica común: no les gusta perder. Otra cosa es saber perder, cuestión que por desgracia muchos deportistas no saben asumir. Cuestión de educación deportiva, supongo.
Pero a lo que voy. Aunque el resultado de ayer me hubiera gustado que fuera otro, con una nueva victoria del Estudiantes ( la cuarta consecutiva) la actitud en el campo de ambos equipos y en particular de determinados jugadores es para quitarse el sombrero. No existe nada más patético que jugadores que van de sobrados por la cancha y que al mínimo contratiempo bajan los brazos para dejarse llevar, empezar a poner caras y maquillar sus números. En esto del baloncesto el individualismo se paga caro, antes o después. El equipo podrá ser más o menos limitado, pero la lucha y las ganas de ganar es lo que diferencia a los buenos de los mediocres… y lo que muchas veces gana partidos es ese punto de entrega en lo colectivo. Creo que aquí está el secreto del Asefa Estudiantes, que salta a todos los partidos dispuesto a defender y rebotear en equipo. Sin estrellitas. Una veces sale bien y otras, como ayer, el equipo rival te gana con las mismas armas y aprovecha la siesta que los colegiales se echaron en el último cuarto.El partido de ayer tuvo en Jasen y en Batista ese común denominador.
Hoy el terapeuta me ha recomendado que haga un esfuerzo de memoria para controlar mi demencia estudiantil. Y mira por donde, el fragor de la pelea entre ambos jugadores me ha llevado a acordarme del legendario Isiah Thomas, base de aquellos Bad Boys míticos, los Detroit Pistons. Creo que fue en 1988, en el sexto partido de la final de la NBA entre los Pistons y los Lakers, cuando Thomas jugó cojo a causa de un esguince y metió más de 40 puntos. Inolvidable. Un tipo con la vida resuelta, un pedazo de jugador. Fue capaz, con el tobillo como una torre eléctrica retorcida por un temporal tras pisar a otro jugador, de levantarse del banquillo y llegar hasta la cocina del Forum de Inglewood una y otra vez. Partidazo. Por cierto, creo que ese día los guerreros del parquet cayeron por uno bajo la purpurina de los Lakers, pero al año siguiente se pusieron el anillo.
Rebote. Toda esta fábula de la lucha esta bien, pero que quede claro que ni Jasen ni Batista son Isiah Thomas. Pero tampoco se puede salir a la cancha en el último cuarto con una caraja tan descomunal como la del Estudiantes. Una siesta de orinal y pijama al final de un partido no es lo más conveniente porque luego llega Batista y te despierta destrozándote el aro. Los partidos duran los cuarenta minutos y tirar por la borda nueve puntos de ventaja en el último cuarto, tras haber remontado en varias ocasiones, también es para hacer acto de contricción. Eso sí, muy deportivo y sin necesidad de que nos flagelemos.
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