Un tirador nunca debe dejar de tirar. El aro es su objetivo. En el último segundo de la prórroga ante el Blancos de Rueda Valladolid, con un defensor encima, clavó el triple que no entró en Bilbao. Para eso vino.
Federico Van Lacke fue el mejor del partido, lideró las estadísticas, también eso que ahora se llama valoración, mantuvo a su equipo con opciones de triunfo durante 44 minutos y 59 segundos, era el MVP del mes de enero en la ACB y fue el jugador de la jornada. Pero, a pesar de todo, el Blancos de Rueda Valladolid, perdió. La gloria se la llevó el killer del Estudiantes, Lofton, curiosamente en uno de sus perores partidos desde que viste la camiseta del Ramiro. El villano de Bilbao, con ese triple que falló en la Copa del Rey y que obligó al Estudiantes a hacer las maletas, acertó y su tiro entró en el último segundo de la prórroga del domingo. Con un tipo encima y sin haber rascado bola en todo el partido, Lofton demostró para qué está en Madrid. Es un tirador nato. Lo normal es que cruja el aro contrario, pero en días malos, como el domingo, con que meta lo que tiene que meter, vale.
Un tirador no puede esconderse nunca, y menos en los momentos en los que el equipo se juega el bacalao y el balón quema en las manos. Los tiradores son una raza aparte y lo importante es que no dejen de tirar. La escuela balcánica o lituana han dado auténticos genios. Baste recordar a máquinas con teleobjetivo como Petrovic, Perasovic, Macijauskas o el mítico Kurtinaitis, entre otros. Todos ellos nacieron para tirar. En la ACB de hoy tampoco faltan, aparte de Van Lacke y Lofton, que te hacen un hijo de madera si te descuidas. Louis Bullock o Juan Carlos Navarro son dos de los mejores ejemplos, esos grandes jugadores que siempre dan la cara, que antes de recibir un balón ya se ve que se la van a tirar. Son de los que ganan partidos.
El Estudiantes tiene uno de esos especialistas en sus filas. Capaz de levantar partidos en los momentos en los que se atasca el equipo –bueno, el domingo Lofton se olvidó el desatascador hasta el final– que se tiran hasta las zapatillas y que no dudan ni un instante en ser los elegidos para lanzar la moneda al aire en el pitido final. Para Lofton, la gloria; para Van Lacke, las cifras. En las pasadas temporadas partidos de trinchera como el del domingo se hubieran perdido. Ahora el Estudiantes pone rumbo a los play off con velocidad de crucero y sacando adelante encuentros como el que ganó al Blancos de Rueda Valladolid.
Tras dos cuartos en los que los de Valladolid dominaron el rebote y mostraron un gran acuerto en los tiros, en los dos cuartos finales la cosa se igualó al límite. Jasen y Germán Gabriel lideraron la resistencia estudiantil, hasta que el partido se subió el columpio a triplazo limpio. La prórroga estaba servida. Y Lofton hizo su trabajo. Limpio y eficaz.
Rebote. Lo de Oliver en los minutos finales empieza a ser de diván y psicoanálisis. Propició que el equipo mantuviera el tipo y diera la cara, cierto. Tiene ese punto de locura de patio de colegio y pachanga de mini que mola, cierto. Pero ante el Blancos de Rueda Valladolid la cagó al final. El pase a la nada y un robo de cartera... y yo sin cafinitrina.
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