Rajoy
se puede ir de escapada este fin de semana a La Moncloa. Si la
Convención del PP valenciano no le provoca una inesperada cefalea,
como la que le ha causado que la Eurocámara premiara a la Plataforma
de Afectados por la Hipoteca, el presidente del Gobierno tiene la
oportunidad de tomarse un corto respiro en su propia casa. Le imagino
paseando por esos espléndidos jardines, disfrutando de un buen puro,
y leyendo los periódicos en una placentera mañana de domingo. Dada
su afición al ciclismo me atrevería a apostar que la alergia de
Alberto
Contador en
la Dauphiné sería una de sus mayores preocupaciones del día porque
el Tour está a la vuelta de la esquina... Es lo que se llama
desconectar, algo a lo que hasta un presidente del Gobierno tiene
derecho.
Probablemente,
desde que llegó a la presidencia del Gobierno nunca había tenido
Rajoy una
semana tan tranquila. Una vez olvidada la amenaza del rescate europeo
o los vaivenes de la prima de riesgo que ponía a la economía
española al borde del abismo, Rajoy
abraza más que nunca la ataraxia con el sello de Galicia Calidade.
No
es que la situación del país sea para tirar cohetes, ni mucho
menos. Pero el presidente del Gobierno ha salido airososo en los
últimos días de la presión a la que le somete la realidad. Hasta
las relaciones con la prensa han cambiado con un cambio radical en su
política de comunicación. Comparece en ruedas de prensa, responde a
las preguntas de los periodistas como cuando estaba en la oposición,
aguanta como el Santo
Job
que le pregunten media docena de veces por Aznar
y aparca las reprobables comparerencias vía plasma para los momentos
menos propicios.
Pese
a que en su Ejecutivo nadie quiere oír hablar de brotes
verdes,
el propio Rajoy
es el primero, que aferrado a un eterna paciencia, confía en que
lleguen. Esta semana presumió de los esperanzadores datos de
desempleo de mayo y salió más que airoso del examen en Europa. Si
uno cree a pies juntillas a algunos medios afines hasta parece que ha
sido Rajoy
el
que le ha indicado a Durao
Barroso,
presidente de la Comisión Europea, lo que había que hacer. Ni mucho
menos. Pese a la palmada en la espalda que ha dado Bruselas a las
reformas emprendidas en España por el Ejecutivo popular, Rajoy
sabe que tiene que cumplir con lo que le dictan desde Europa, pese a
que se tenga que envainar una y otra vez la promesa electoral de
bajar los impuestos. No nos engañemos; Bruselas manda. Y en esa
partida que se juega con cartas marcadas desde Europa bajo la batuta
de Angela
Merkel
el futuro del Estado del Bienestar en España sigue haciendo
equilibrios sobre el alambre.
Para
empezar, por mucho que Durao
Barroso
elogie lo esfuerzos de España por acelerar la recuperación
económica, desde Europa se reclaman más recortes. En concreto, lo
que es inminente es la reforma de las pensiones y subir el IVA. En el
caso de las pensiones el Comité de Expertos españoles aconseja
pensiones más bajas y que sólo suban si lo hacen los ingresos. Ya
veremos en que queda, aunque no hay duda de que habrá que trabajar
más años. Otra cosa es el IVA. Ese antipático impuesto que no
distingue entre ricos y pobres, pero que asfixia a los segundos.
Europa quiere que se recaude más y además pide una reforma
tributaria. Así que ya pueden ir haciendo sus pronósticos sobre los
productos que en la actualidad tienen un IVA reducido (10%) y a los
que se va a aplicar el general (21%). Todo apunta a que habrá cambio
de cromos. ¿Seguirá igual el insoportable IVA cultural? Al
tiempo...
Con
este panorama lo que resulta irrisorio es recurrir a los argumentos
de trinchera mamporrera tan habituales en los debates políticos de
los medios de comunicación. Para que quede claro. Tan cierto es que
el PP se encontró una herencia lamentable del gobierno de
José Luis Rodríguez Zapatero como
que el Ejecutivo de Rajoy
sigue sin tomar las riendas de la crisis e incumple su programa
electoral, entre otras cosas porque descartaba la subida de
impuestos. A estas alturas, la responsabilidad del Ejecutivo y de los
partidos mayoritarios debe centrarse en reducir las escándalosas
cifras de déficit, llevar a cabo de una vez la reforma de las
administraciones públicas, que el gasto público deje de ser algo
insostenible, garantizar el Estado del Bienestar así como que la
nueva Ley de Transparencia garantice que la sociedad sepa a golpe de
click
frente
al ordenador el destino de cada euro que entra y sale de la
administraciones públicas. ¿O alguien duda de que el Congreso de
los Diputados ha dejado de subvencionar el gin- tonic de sus señorías
porque nos hemos enterado de casualidad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario