domingo, 30 de noviembre de 2008
Sin rombos
Ahora que se ha certificado que Franco ha muerto me quedo más tranquilo. Tras el revuelo montado por el juez Garzón en las últimas semanas llegué a tener serias dudas. Por momentos pensé que iban a poner de nuevo dos rombos a las películas de James Bond por televisión o que la parafernalia de la dictadura iba a regresar a la vida cotidiana. Menos mal que la conmovedora confesión del ex alcalde de Marbella, Julián Muñoz, por una pasta gansa en una exclusiva televisada me devolvió de sopetón a la realidad, esa de tonto el último y marcada por las reglas del mercado en las que todo vale. Vamos, que todo tiene un precio. Así las cosas, lo que me sorprende es que a estas alturas, en un planeta globalizado, sigamos hablando de lo mismo, de la dichosa dictadura de Franco, sin ser capaces de sacudir la alfombra y abrir las ventanas desde el más profundo respeto. Tal vez ya va siendo hora de que la derecha se olvide de una vez de sus complejos, que cree que se arreglan identificándose con los jóvenes que se pusieron delante de los tanques de la plaza de Tiananmen y rebajando a la categoría de REM progre el Mayo del 68; y que la izquierda aparque ese anticlericalismo rancio casi enfermizo que manifiesta de manera cíclica como ejercicio de autoafirmación. Lo malo es que estos síntomas se dan en lo global y en lo particular, en el Congreso de los Diputados y en el Salón de Plenos del Ayuntamiento avalados por un preocupante laissez faire, de dejar que las cosas sigan su curso… pero hace treinta años que murió el dictador. Con este panorama, casi la mejor solución es regalarse tiempo a uno mismo, ponerse el abrigo y la bufanda y darse una vuelta por el Reina Sofía para ver la exposición del fotógrafo Alberto García-Alix. Su evocador título, De donde no se vuelve, no impide precisamente eso, que viendo las imágenes de sus fotografías y el vídeo regresemos a algunos lugares comunes del Madrid de los 80. Mucho ha cambiado todo desde entonces, pero si algo tengo claro, al menos, es que Franco ya es historia, y que James Bond ha sabido adaptarse a la realidad mucho mejor que algunos, anclados en reminiscencias absurdas de donde no se vuelve. Pues eso, agitado y no revuelto.
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