domingo, 9 de noviembre de 2008

Envidia

Ahora que los vientos de obamismo que nos invaden llegan desde el Duero hasta el Río Grande, si hay un sentimiento que me despierta la noche electoral norteamericana es envidia. Pero envidia de la buena, de esa que une y no separa, que jamás derivaría en algo como la perfidia. De esa pelusa amable que es capaz de provocar que tanto en Génova como en Ferraz todos declaren su amor al amigo norteamericano, se levanten un miércoles por la mañana obamistas y sean capaces de abrazar las barras y estrellas con el mismo sentimiento natural que un cultivador de maíz de Kentucky. Lástima que aquí, esa punzada de patriotismo repentino por el ejemplo de la democracia norteamericana no tenga su correspondiente paralelismo, en especial por algunos políticos, muy pendientes de sus coches tuneados, para los que el amor a la bandera está más ligado al talonario en pleno debate de los Presupuestos y al ombliguismo que a otra cosa. Carlos Ruiz Zafón escribe en El juego del ángel, su última novela, que “la envidia es la religión de los mediocres” y no le falta razón Tal vez, un escritor tan meticuloso como él y con tanto éxito, desde la amplitud de miras que da vivir a miles de kilómetros de la Barcelona que revive en sus novelas sabe que de la misma manera que para un autor célebre la vanidad es uno de los mayores demonios, sus detractores, que los hay, sólo tienen un argumento: la envidia. Los críticos también denostaron durante años una de las grandes obras maestras del cine norteamericano, Centauros del Desierto, de John Ford. El odio, el racismo, la tristeza y la desesperación que encarna el personaje de John Wayne durante la búsqueda de una sobrina secuestrada por los comanches es tan real, que sus críticos no llegaron a leer el mensaje debajo de la magistral actuación del genial actor en su cabalgada imposible. Tal vez si en un país como el nuestro no existiera tanta envidia algún día podríamos ser como esa democracia norteamericana, la misma que llevó un hombre a la Luna o del desastre de Irak, pero que mediante las urnas hace posible que el sueño de Martin Luther King vaya más allá y que un presidente afroamericano llegue a la Casa Blanca.

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