domingo, 30 de noviembre de 2008
Sin rombos
Ahora que se ha certificado que Franco ha muerto me quedo más tranquilo. Tras el revuelo montado por el juez Garzón en las últimas semanas llegué a tener serias dudas. Por momentos pensé que iban a poner de nuevo dos rombos a las películas de James Bond por televisión o que la parafernalia de la dictadura iba a regresar a la vida cotidiana. Menos mal que la conmovedora confesión del ex alcalde de Marbella, Julián Muñoz, por una pasta gansa en una exclusiva televisada me devolvió de sopetón a la realidad, esa de tonto el último y marcada por las reglas del mercado en las que todo vale. Vamos, que todo tiene un precio. Así las cosas, lo que me sorprende es que a estas alturas, en un planeta globalizado, sigamos hablando de lo mismo, de la dichosa dictadura de Franco, sin ser capaces de sacudir la alfombra y abrir las ventanas desde el más profundo respeto. Tal vez ya va siendo hora de que la derecha se olvide de una vez de sus complejos, que cree que se arreglan identificándose con los jóvenes que se pusieron delante de los tanques de la plaza de Tiananmen y rebajando a la categoría de REM progre el Mayo del 68; y que la izquierda aparque ese anticlericalismo rancio casi enfermizo que manifiesta de manera cíclica como ejercicio de autoafirmación. Lo malo es que estos síntomas se dan en lo global y en lo particular, en el Congreso de los Diputados y en el Salón de Plenos del Ayuntamiento avalados por un preocupante laissez faire, de dejar que las cosas sigan su curso… pero hace treinta años que murió el dictador. Con este panorama, casi la mejor solución es regalarse tiempo a uno mismo, ponerse el abrigo y la bufanda y darse una vuelta por el Reina Sofía para ver la exposición del fotógrafo Alberto García-Alix. Su evocador título, De donde no se vuelve, no impide precisamente eso, que viendo las imágenes de sus fotografías y el vídeo regresemos a algunos lugares comunes del Madrid de los 80. Mucho ha cambiado todo desde entonces, pero si algo tengo claro, al menos, es que Franco ya es historia, y que James Bond ha sabido adaptarse a la realidad mucho mejor que algunos, anclados en reminiscencias absurdas de donde no se vuelve. Pues eso, agitado y no revuelto.
jueves, 27 de noviembre de 2008
Un viaje a tiros
Estos días de finales de noviembre y principios de diciembre los va a tener que marcar en rojo Esperanza Aguirre en su agenda personal. Nada como el color rojo para advertir de los peligros. Puede que tenga que hacer caso a su jefe de gabinete y decidirse a poner un antideslizante en la ducha de su casa, porque con los sustos que se lleva parece que cualquier medida de prevención no será desmedida. Dos de dos, que dirían los amantes de la estadística, y sin rasguño alguno, al menos visible porque los que esconden los calcetines que lució ayer con zapatos de tacón no dejaron ver las heridas que le pudo provocar salir descalza del hotel de Bombay, en medio de una ensalada de tiros, y pisando charcos de sangre. Pero si hay heridas que duelen son las internas, las que están cerca del alma, esas que se dibujan como surcos en el registro interno de los sentimientos a fuerza de sobresaltos. Las situaciones límite pasan factura y nada como dejar que baje la adrenalina y recuperar el pulso de los biorritmos para pensar en el drama que vivieron en Bombay la presidenta Aguirre y todos los miembros de la delegación madrileña que le acompañaban. Cansada, con la emotividad a flor de piel y bien arropada por su familia, los miembros de su gobierno y altos representantes de PP, Esperanza Aguirre relató en primera persona el que fue, probablemente, uno de los días más largos de su vida. Aguirre, con el arrojo que da sentirse en casa, en el kilómetro cero de a Puerta del Sol, expresó en sus sentidas palabras algo tan humano como la tenue línea que hay entre la vida y la muerte. Lo peor que tienen estas situaciones, cuando uno ya se encuentra a salvo, es pensar en los que no lo están. Aguirre pudo salir pero en Bombay permanecen aún once personas de la delegación madrileña de empresarios, que cuando comenzó el ataque salieron del hotel y fueron retenidos por la policía en un malecón junto a la playa. Por eso no es extraño que proclame que “necesito ver a todos en Madrid para estar completamente tranquila”.
La presidenta regional ya sabe lo que es que un helicóptero se estrelle y salir intacta del accidente; ahora sabe lo que es vivir en primera persona el miedo y el pánico, reflejado en las caras de los trabajadores del hotel que les arrollaban durante el tiroteo terrorista en el hotel. La vida tiene estas cosas, nunca se sabe lo que te espera ni siquiera en el próximo minuto o en el ahora, que ya casi es pasado. Te toca y ya está. Quién lo iba a esperar mientras en el hall del hotel de Bombay al que acababa de llegar se fundía en un sentido abrazo con un amigo de la infancia, el alcalde de Majadahonda, Narciso Foxá. Con él, que se había desplazado hasta la ciudad hindú para repatriar el cadáver de su hermano, fallecido allí en trágicas circunstancias, escuchó el silbido de las balas, se arrojó debajo de un mostrador de la recepción, atravesó la cocina y llegó a una amplia sala que parecía un salón de bodas en medio del caos. Al principio creyó que el ruido de las balas eran cristales que se caían del techo, pero de repente el instinto de supervivencia fue su única arma a la que podía agarrarse. Con Foxá también vivió el peor momento de su huida, cuando trataba de llegar al aeropuerto y un monumental atasco por otra bomba en una terminal de vuelos domésticos lo impedía. Con él, y sus otros cuatro acompañantes, experimentó lo corto que se puede hacer el tiempo. Y tal vez con Foxá asistió a una lección de esas que no se aprenden en las clases: los valores. Una lección humana de esas que centenares de personas ofrecen cada día de manera anónima por sus seres queridos o incluso, como sucede en la India, de manera altruista. El alcalde de Majadahonda no iba a volver en ese vuelo a España sin el cadáver de su hermano, por eso tras dejar a la presidenta regional en el aeropuerto tomó el mismo coche y se dirigió a la casa del cónsul, donde se unió al resto de la delegación española. Casualidad, instinto o estrella, pero mientras ellos hablaban ajenos a lo que se venía encima todo parecía estar escrito en el guión improvisado del drama humano de Bombay y del destino. Pero la suya es una historia personal más, como la de todas las víctimas y familiares de los que padecieron el ataque terrorista, que dejó más de 80 víctimas y decenas de vidas rotas, que hoy, sólo porque Aguirre estaba allí, nos parece mucho más cercana. Cruel destino, pero destino al fin y al cabo, y cada uno lo afronta como puede, como lo hacen a diario las miles de seres humanos que pasean su extrema pobreza por las calles de las ciudades de la India y por la que trabajan de manera solidaria muchas de esas personas anónimas de las que casi nunca se habla. Un país fascinante que no deja indiferente a nadie, que toca de lleno la fibra sensible del alma, y mucho.
La presidenta regional ya sabe lo que es que un helicóptero se estrelle y salir intacta del accidente; ahora sabe lo que es vivir en primera persona el miedo y el pánico, reflejado en las caras de los trabajadores del hotel que les arrollaban durante el tiroteo terrorista en el hotel. La vida tiene estas cosas, nunca se sabe lo que te espera ni siquiera en el próximo minuto o en el ahora, que ya casi es pasado. Te toca y ya está. Quién lo iba a esperar mientras en el hall del hotel de Bombay al que acababa de llegar se fundía en un sentido abrazo con un amigo de la infancia, el alcalde de Majadahonda, Narciso Foxá. Con él, que se había desplazado hasta la ciudad hindú para repatriar el cadáver de su hermano, fallecido allí en trágicas circunstancias, escuchó el silbido de las balas, se arrojó debajo de un mostrador de la recepción, atravesó la cocina y llegó a una amplia sala que parecía un salón de bodas en medio del caos. Al principio creyó que el ruido de las balas eran cristales que se caían del techo, pero de repente el instinto de supervivencia fue su única arma a la que podía agarrarse. Con Foxá también vivió el peor momento de su huida, cuando trataba de llegar al aeropuerto y un monumental atasco por otra bomba en una terminal de vuelos domésticos lo impedía. Con él, y sus otros cuatro acompañantes, experimentó lo corto que se puede hacer el tiempo. Y tal vez con Foxá asistió a una lección de esas que no se aprenden en las clases: los valores. Una lección humana de esas que centenares de personas ofrecen cada día de manera anónima por sus seres queridos o incluso, como sucede en la India, de manera altruista. El alcalde de Majadahonda no iba a volver en ese vuelo a España sin el cadáver de su hermano, por eso tras dejar a la presidenta regional en el aeropuerto tomó el mismo coche y se dirigió a la casa del cónsul, donde se unió al resto de la delegación española. Casualidad, instinto o estrella, pero mientras ellos hablaban ajenos a lo que se venía encima todo parecía estar escrito en el guión improvisado del drama humano de Bombay y del destino. Pero la suya es una historia personal más, como la de todas las víctimas y familiares de los que padecieron el ataque terrorista, que dejó más de 80 víctimas y decenas de vidas rotas, que hoy, sólo porque Aguirre estaba allí, nos parece mucho más cercana. Cruel destino, pero destino al fin y al cabo, y cada uno lo afronta como puede, como lo hacen a diario las miles de seres humanos que pasean su extrema pobreza por las calles de las ciudades de la India y por la que trabajan de manera solidaria muchas de esas personas anónimas de las que casi nunca se habla. Un país fascinante que no deja indiferente a nadie, que toca de lleno la fibra sensible del alma, y mucho.
domingo, 23 de noviembre de 2008
'Gotelé'
La cúpula de Barceló en la sede de las Naciones Unidas de Ginebra me tiene algo descolocado, lo reconozco. Me inspira sentimientos contradictorios, como el mar que simboliza, elemento que puede ser lo más placentero del mundo o lo más terrible. Pero lo que más me descoloca es el relativismo cáustico de algunos políticos para despreciar la obra del artista mallorquín, que se refieren a ella como “apoteosis del Gotelé” y me ponen tan enfermo como la ampolla que levantan los 20 millones de euros destinados a la rehabilitación de la cúpula del centro de paz. Y ahí es donde hay que separar el arte del “y tú más” de nuestras señorías, más interesadas en sacar tajada que en ponerse debajo de la cúpula, mirar hacia arriba y ver ese mar multicolor que a la vez es una cueva, para despertar los sentimientos. Está cúpula vuelve a poner de manifiesto algo tan antiguo y humano como el valor de las obras de arte y el deseo de pagar lo que sea por tener algo único. Dudar a estas alturas del talento de Barceló, comparando su trabajo en la cúpula de Ginebra con lo que haría un niño pequeño disfrazado de cazafantasma a lo Bill Murray es para sonrojarse de vergüenza. Esos argumentos sólo certifican mi idea de que la estupidez está en el que mira, no en el creador. El arte de por sí es agresivo y arriesgado, y la diferencia entre los artistas no está sólo en el talento y la ambición, sino en la suerte, como en la vida. El arte siempre es comercial, antes o después, aunque uno vaya de bohemio a lo Toulouse-Lautrec; y la pregunta que hay que hacerse es por qué se pagan millonadas por pinturas de Picasso, Klimt, Rothko o Pollock. Igual que en aquel estanco de Brooklyn los protagonistas de Smoke, película basada en un guión de Paul Auster, debatían sobre si se puede pesar el humo de los cigarrillos, en el mercado del arte, y más en el moderno, ése que parece tan fácil de despreciar, pasa lo mismo. ¿Cómo se valora una obra? Todo depende de quién esté dispuesto a pagar más. Mientras tanto, ya me gustaría que la Magistral de Alcalá tuviera una capilla decorada por Barceló, como en la catedral de Palma. Por ahora, me tengo que conformar con mirar el techo del salón de mi casa e imaginar ahí ese mar-cueva de Barceló. Al menos, es gratis.
domingo, 16 de noviembre de 2008
El otro banco
Hay un lugar en un pueblo de la costa lucense, al abrigo del nordeste, viento predominante en la zona, donde es posible escuchar de todo. Mientras las mareas suben y bajan cada seis horas o los días de temporal las olas del Cantábrico saltan los diques de protección, desde hace décadas el Banco de las Mentiras es el lugar de encuentro de lobos de mar. Allí, como si de un pequeño caucus de Iowa se tratara, por la clarividencia que esconden algunos de sus exagerados relatos, se habla de lo divino y lo humano. Los límites sólo los pone la imaginación, todo aderezado con esa genuina retranca local en forma de fina ironía, que un escritor como Álvaro Cunqueiro tan bien conocía, mezclada con lirismo e imaginación para crear su mundo mitológico entre exquisitas cuchipandas. El Banco de las Mentiras tiene algo de ese mundo, en el que el hombre habla porque es mortal, e imagina y exagera por necesidad. Recuerdo la historia de un marino, de esos que se pasaron media vida de puerto en puerto, mar por medio, que aseguraba que si navegaban a menos de dos millas del cabo San Vicente, cerca del Golfo de Cádiz, se podía ver al santo alzando la mano y saludando. Otro viejo pescador, al que le faltaba un brazo, explicaba con todo lujo de detalles cómo se lo arrancó un pulpo gigante, “más grande que el de Julio Verne en 20.000 lenguas de viaje submarino”, explicaba con vehemencia. A las tertulias también se sumaban marineros de otros lares, como un presunto lobo de mar de Bermeo que presumía de haber servido a las órdenes del capitán Jack Aubrey y con el cirujano Stephen Maturin, protagonistas de una de las más fabulosas series de novelas de Patrick O’Brian. Sin embargo, en ese Banco de las Mentiras, todos le escucharon y le creyeron. Tal vez porque esa colección de seres humanos lo necesitan. Ahora que los líderes del mundo se han reunido en Washington en torno al denominado G-20 para refundar el capitalismo, poner freno al neoliberalismo o justificar la intervención del papá Estado en las economía es cuando más echo de menos ese Banco de las Mentiras porque del G-20 no me creo ni el “encantado” que Bush espetó a Zapatero a la llegada del presidente español.
jueves, 13 de noviembre de 2008
Colocado y ganador
Tiene algo Esperanza Aguirre que nadie puede dudar. Es su tirón mediático. Su participación en ‘59 segundos’, espacio de TVE, es un buen ejemplo de ello. Si su anterior comparecencia en el plató de este espacio tenía como ruido de fondo el periodo precongresual y por tanto la continuidad de Rajoy al frente de la nave popular tras la derrota electoral del 11-M, en esta ocasión la presidenta regional tampoco defraudó. Los audímetros darán fe de ello, pero a la espera de los datos técnicos dejó una ristra de titulares en sus respuestas, combativas y sorprendentes en muchos casos, en las que habló de todo. Incluso lanzó una apuesta a los seis periodistas del programa: 50 euros a que Jaime Mayor Oreja será el candidato del PP en las elecciones europeas del mes de junio. Aguirre descartó que Alberto Ruiz Gallardón, el otro nombre que suena en las quinielas y más cercano a Rajoy que ella, va a ser el candidato. El reto está ahí, pero los que conocen a Aguirre saben que es una reconocida jugadora de mus y de póker, de las que apuesta a colocado y ganador. Mientras tanto, el lío de Caja Madrid sigue y cada día se suceden las noticias en torno a la entidad del osito verde. Aguirre, en 59 Segundos aseguró que en los cinco años que lleva al frente del Gobierno regional “jamás” ha intervenido en las decisiones de la Caja y negó que mantuviera ningún pulso en este asunto con Alberto Ruiz Gallardón. La política tiene estas cosas, pero no será por titulares en prensa sobre este asunto… ni por la tensión generada tras el acuerdo entre Caja Madrid y Martinsa Fadesa. Claro que no. Por su fuera poco, ahora, el que desembarca de la postura que sobre Caja Madrid ha mantenido en varias intervenciones en medios de comunicación es Tomás Gómez, que hasta hace poco apoyaba las tesis de reforma de la ley de cajas de Aguirre. Ahora cambia de idea y aprovecha el enésimo enfrentamiento entre la presidenta regional y Alberto Ruiz Gallardón para tratar de sacar tajada política de lo que el denomina “ring” del PP en Caja Madrid. El portavoz regional, Ignacio González, que también juega en esta partida sigue confiando en que se pueda llegar a un acuerdo con Tomás Gómez y el PSM para sacar adelante, de forma consensuada con los grupos políticos, la modificación de la ley de cajas. Y de paso, aunque no lo diga, para relevar a Blesa al frente de la cuarta entidad financiera del país. Ignacio González confirmó que los socialistas ya tienen en su poder las líneas básicas de las modificaciones y espera una respuesta en “un plazo razonable”. La política y el mus, desde luego, tienen muchas cosas en común.
domingo, 9 de noviembre de 2008
Envidia
Ahora que los vientos de obamismo que nos invaden llegan desde el Duero hasta el Río Grande, si hay un sentimiento que me despierta la noche electoral norteamericana es envidia. Pero envidia de la buena, de esa que une y no separa, que jamás derivaría en algo como la perfidia. De esa pelusa amable que es capaz de provocar que tanto en Génova como en Ferraz todos declaren su amor al amigo norteamericano, se levanten un miércoles por la mañana obamistas y sean capaces de abrazar las barras y estrellas con el mismo sentimiento natural que un cultivador de maíz de Kentucky. Lástima que aquí, esa punzada de patriotismo repentino por el ejemplo de la democracia norteamericana no tenga su correspondiente paralelismo, en especial por algunos políticos, muy pendientes de sus coches tuneados, para los que el amor a la bandera está más ligado al talonario en pleno debate de los Presupuestos y al ombliguismo que a otra cosa. Carlos Ruiz Zafón escribe en El juego del ángel, su última novela, que “la envidia es la religión de los mediocres” y no le falta razón Tal vez, un escritor tan meticuloso como él y con tanto éxito, desde la amplitud de miras que da vivir a miles de kilómetros de la Barcelona que revive en sus novelas sabe que de la misma manera que para un autor célebre la vanidad es uno de los mayores demonios, sus detractores, que los hay, sólo tienen un argumento: la envidia. Los críticos también denostaron durante años una de las grandes obras maestras del cine norteamericano, Centauros del Desierto, de John Ford. El odio, el racismo, la tristeza y la desesperación que encarna el personaje de John Wayne durante la búsqueda de una sobrina secuestrada por los comanches es tan real, que sus críticos no llegaron a leer el mensaje debajo de la magistral actuación del genial actor en su cabalgada imposible. Tal vez si en un país como el nuestro no existiera tanta envidia algún día podríamos ser como esa democracia norteamericana, la misma que llevó un hombre a la Luna o del desastre de Irak, pero que mediante las urnas hace posible que el sueño de Martin Luther King vaya más allá y que un presidente afroamericano llegue a la Casa Blanca.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Dualidad otoñal
Una vez que el efecto Obama otorga un ligero descanso en el matrix castizo, el protagonismo dual de Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón vuelve a la palestra también por partida doble. A ellos no les afecta ni la melancolía otoñal, ni el cambio de hora y ni siquiera que las elecciones norteamericanas les roben share de audiencia. Ellos a lo suyo. Un sí, pero no, el habitual devenir en su larga historia popular de encuentros y desencuentros, que se disimula como un conflicto normal entre instituciones. Una relación a la que ya nos tienen acostumbrados y que ahora con la reforma de la Ley de Cajas de Ahorro de la Comunidad de Madrid, en la que se vuelve a poner de manifiesto que dentro de los populares hay unos que apoyan la reelección de su actual presidente, Miguel Blesa, y otros, que apuestan por el cambio, y no se trata del de Obama por Bush. En definitiva, dos caminos dentro de un mismo partido en pleno proceso electoral abierto de Caja Madrid y del que se espera que al final los populares cierren filas. No hace falta ser muy perspicaz para comprender que Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón encabezan cada camino. Al fin y al cabo, nada nuevo entre ellos. Aunque se esperaba la aprobación de la ley esta semana, tal y como había anunciado el consejero Antonio Beteta, consejero de Hacienda, al final no ha sido así. La reforma incluye la modificación del proceso de elecciones de la Caja además de adaptar la ley regional a la nacional. Ignacio González, en un ejemplo de pulcritud dialéctica y modos políticamente correctos, no quiso desvelar si él apostaba por la continuidad de Miguel Blesa porque “depende de la asamblea de Caja Madrid”. Una y otra vez, durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno, insistió en que están dando los últimos retoques y que antes de aprobarla van a consultar con el PSOE, que previsiblemente se abstendrá en la votación, “porque siempre buscamos el consenso”. De momento, está claro que según la ley vigente Miguel Blesa tiene un plazo máximo de doce años para ser el presidente de Caja Madrid. A partir de aquí, el thriller político, con elaboración de informes, cruces de cartas o espantá de Blesa en la firma de un convenio con Aguirre, está servido. Un ejemplo. El vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, tras defender la profesionalidad de Blesa dijo que no se puede creer que nadie haga una ley contra una persona. Ignacio González tampoco lo cree. En algo coinciden. “Me sorprende que el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, pueda intuir que las leyes se hacen contra nadie. Debe de ser que sabe más que nadie si ya conoce el contenido de la Ley de Cajas”, espetó González dejando abierta la puerta del misterio.
Por si esto fuera poco, o incluso consecuencia de ello, Esperanza Aguirre abrió otro frente con el alcalde de Madrid. La presidenta regional quiere seguir viendo desde su despacho de la Puerta del Sol a los hombres-anuncio y Gallardón, prefiere que desaparezcan y que no se les vuelva a ver por Arenal, Mayor, Esparteros o donde sea. Lo curioso es que la excusa de la dignidad es lo que vale a Gallardón y a Ana Botella para justificar una ordenanza reguladora de la publicidad exterior y para el portavoz regional son sólo razones estéticas. Por eso, el Ejecutivo de Aguirre presentará alegaciones a estas ordenanzas reguladoras ya que considera que invade sus competencias. Más de uno pensó ayer en repartir octavillas en defensa de los hombres-anuncio por la Puerta del Sol, si no fuera porque la ordenanza municipal también lo prohíbe…
Por si esto fuera poco, o incluso consecuencia de ello, Esperanza Aguirre abrió otro frente con el alcalde de Madrid. La presidenta regional quiere seguir viendo desde su despacho de la Puerta del Sol a los hombres-anuncio y Gallardón, prefiere que desaparezcan y que no se les vuelva a ver por Arenal, Mayor, Esparteros o donde sea. Lo curioso es que la excusa de la dignidad es lo que vale a Gallardón y a Ana Botella para justificar una ordenanza reguladora de la publicidad exterior y para el portavoz regional son sólo razones estéticas. Por eso, el Ejecutivo de Aguirre presentará alegaciones a estas ordenanzas reguladoras ya que considera que invade sus competencias. Más de uno pensó ayer en repartir octavillas en defensa de los hombres-anuncio por la Puerta del Sol, si no fuera porque la ordenanza municipal también lo prohíbe…
sábado, 1 de noviembre de 2008
Dignidad
La corruptela política y el honor son los dos polos opuestos de un mismo camino, que tal vez, en tiempos difíciles dejan más a las claras las miserias de muchos que han hecho del despacho de diseño, el coche tuneado y el móvil gratuito su modo de vida. ¿A quién hubiera expulsado del Parlamento Cromwell tras el bochornoso espectáculo del hemiciclo casi vacío en una sesión de control al Gobierno? Sus señorías, ellos solitos, se han encargado de echarse fango sobre sí mismo y llevando a la calle el debate de la necesaria regeneración política. No se trata de enviarles a la guillotina como a los infortunados girondinos de la Revolución Francesa, pero al menos más de uno debería reflexionar. Mientras los precios, el paro y la crisis no dan respiro y se ceban principalmente con el que menos tiene, basta rascar un poco para que aparezcan botes de cola-cao enterrados en el jardín forrados de los llamados Bin Laden, los de 500 euros; mujeres despechadas contra sus ex maridos que revelan cómo entraban en su casa bolsas de basura llenas de pasta; o tramas de andar por casa para desviar la mitad de un presupuesto municipal para que una empresa familiar construyera en suelo rústico una urbanización. Ha llegado la hora de bajarse de la nube, o de la burbuja, y demostrar que también en política hay gente buena, como esas miles de personas anónimas que cada día ayudan a los demás, aquí o en una ONG de la selva ecuatoriana. Recuerdo con cariño a un alcalde, siempre pegado a su habano y del que ahora se celebra el primer aniversario de su muerte, que respondía personalmente por sus paisanos ante el mismísimo general Franco, que organizaba carnavales pese a la negativa del gobernador civil o que removía Roma con Santiago para que el Banco Hipotecario le diera un crédito para construir viviendas sociales. En esos años difíciles del franquismo, en los que no había un céntimo, estaba siempre al lado de sus vecinos porque la gente buena existe en cualquier coordenada espacio-tiempo. Todo es distinto ahora, cierto, pero con alcaldes como él suscribo aquello que el actor Juan Luis Galiardo proclamó en pleno éxtasis histriónico: ¡Haced siempre caso a vuestros alcaldes y a vuestros padres!
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