Hace una semana, en esta misma columna también hablaba de la Bolsa. Hoy también lo hago pero sólo para referirme a los efectos que puede tener un rumor malintencionado. Las ojeras y la mala cara de Zapatero, en su comparecencia ante la canallesca para desmentir que España hubiera solicitado auxilio a la Comisión Europea y al Fondo Monetario Internacional (FMI) demostraron que el rumor había dado en el blanco. Donde más duele. No sé de quien viene últimamente la inquina hacia lo español, el país de la siesta, los toros y donde mejor se vive, como dicen los que nunca han salido de su barrio, pero el miedo al contagio griego propició uno de los batacazos más sonados de la Bolsa. Así de fácil, sin gritos en los corrillos ni dramones, y todo a costa de una patraña que se difundió a toda velocidad. Lo malo de los rumores son las consecuencias y en el ruedo ibérico si hay algo que nos va es el cotilleo y la mala baba. Menudo maridaje. A este paso llegará el día en el que leeremos un titular a cinco columnas que diga que La verdad ya no importa. Entre la comunidad de vecinos, los programas del corazón en televisión y los medios de comunicación, cada vez se da más crédito al rumor que a la verdad. En especial en Internet, donde el “sé de buena tinta que” se ha convertido en dogma de fe. Será por la crisis de valores, la ola de laicismo que nos invade, el culto a los megas o intereses torticeros. Pero es así. Hoy se da más pábulo a un rumor que a una evidencia científica como que hay agua en Marte. No es que ya no se distinga entre la verdad y la mentira, es peor aún. La mayor parte de esta población que vive por encima del umbral del bienestar cree más en lo que dice el chófer de Isabel Pantoja, en lo que lee como confidencial o en una foto robada. Y lo malo es que del rumor a la calumnia la frontera es mínima. Y así nos va. Es cierto que las teorías de la conspiración siempre han vendido más que la triste y tediosa realidad, y desde esta columna, que muchas veces sirve para saldar cuentas con la realidad, no me puedo quedar inerte ante un país que es presa de rumores, chascarrillos de mal agüero y paripés. Curiosamente aquí se mata a cualquiera, se difama por internet o en un plató de televisión y nunca pasa nada. Importa más la anécdota que el fondo. Si las cosas siguen así, el futuro ya no estará sólo en Internet, sino en un ordenador minúsculo que se implante debajo de la ceja para crear realidades paralelas y disparatadas. Por cierto, esto del chip que se podría colocar con más facilidad que una inyección de botox en los mofletes lo sé de buena tinta. No se lo digan a nadie. Chusssssss...
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