Pancho Jasen inició una batalla contra el mundo, como cuando el Estudiantes estuvo a punto abandonar la ACB, y su reacción propició la victoria ante el Meridiano Alicante.
Los recuerdos juegan malas pasadas muchas veces. De pronto, sin venir a cuento, salen de su rincón y la película de terror está asegurada. Puertas que se abren y cierran, ruidos inesperados, objetos que se mueven, gritos desgarradores y surruros con el ya inevitable “a veces veo muertos”. En el partido contra el Meridiano Alicante por un momento viajé en el tiempo, digamos que dos años atrás cuando el Estudiantes se debatía entre la vida y la muerte y recibía al Cajasol (creo que eran los sevillanos).
La campaña publicitaria aquella de ‘Que no bajamos’ me golpeó el otro día, ante los alicantinos, el cerebro una y otra vez. Será la demencia… la mía, of course. Menos mal que la situación de hoy no tiene nada que ver. Doce victorias consecutivas y luchando por el quinto puesto de la ACB para colocarse mejor en los cruces del play off. Pero en el partido con el Lucentum, nombre de toda la vida del Meridiano, Etosa, etc. se me apareció de nuevo la terrible imagen de Pancho Jasen a dos metros bajo tierra. Los gritos de terror del capitán colegial, sus gritos de terror y el mechero encendido dentro del féretro revolvieron mi estómago. Regresé al ‘Que no bajamos’. Pero esta vez fue virtual y sin necesidad de tener la cafinitrina a mano. La cosa es que el Lucentum demostró sobre el parqué del Telefónica Arena que cuando un equipo juega sin presión, con los deberes hechos y la permanencia asegurada es capaz de hacer un buen baloncesto.
Los de Óscar Quintana demostraron que saben de qué va esto. Ya habían avisado en sus últimas salidas y ante en Estu casi rompen con una racha inédita de triunfos desde hace años. Rompieron al Estudiantes donde más duele, en los rebotes y no se llevaron el partido por un milagro de ultratumba. Quiero decir, que una vez más, con un partido cuesta arriba, Pancho Jasen se echó el equipo a la espalda, como en esas aciagas temporadas de triste recuerdo, y encendió el mechero para luchar contra el mundo. Súarez y el marine Nik le acompañaron hasta que el listo de la clase Lofton se encargó de poner la puntilla desde los tiros libres, cinco de cinco al final. Pero Pape Sow y Andriuskevicius fueron los dueños de la zona, especialmente el primero, tan versátil dentro como fuera (menudo triple que metió al final) que hizo el partido de su vida. Menos mal que Pancho Jasen tomó las riendas y sigue empeñado en que no haya funeral. Claro, que tratándose de equipos patrocinados por compañías de seguros no es de extrañar que Pancho se rebelase ante una empresa especializada en decesos, Tras ese anuncio para seguir en la ACB ya lo dijo muy claro: "Espero no volver a meterme en un ataúd". Dicho y hecho.
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