Oliver le dio la victoria al Asefa Estudiantes ante el Lagun Aro GBC. Después de su mala gestión en otros finales apretados, ante el equipo de Pablo Laso, una bandeja salvadora le reivindica
No hay nada como entrenar a distancia y con tantas vidas como quieras para pasar a la siguiente fase de los Marcianitos o las Moscas (para los que no lo pillen me refiero a aquellos juegos históricos de las máquinas recreativas de los bares). Una vez que termina el partido y se gana por un punto es fácil colgarse medallas, pero la diferencia entre el éxito y el fracaso es de sólo una canasta. Y lo peor es lo que sale por la boca... cuando se critican decisiones que luego son las acertadas. Este rollo viene a cuento de lo dije cuando vi a Oliver gestionar las dos jugadas finales del partido. Por un momento abracé el Yo acuso de Émile Zola, ese histórico alegato a favor del capitán Alfred Dreyfus que tan pronto usa Pedro J. Ramírez para repartir a diestro y siniestro por las cloacas del Estado, como un demente de mi generación añorando a Vicente Gil.
La cosa es que cuando vi botar a Oliver en el penúltimo y fracasado ataque del Asefa Estudiantes ante el Lagun Aro GBC pensé en fantasmas recientes. Un sudor frío recorrió mi despejada frente y di por perdido el partido sin confiar en una entrada a poco más de dos segundos del final con canasta. Acusé a Oliver sin pruebas, sólo por presentimientos, lo confieso.
Señalé antes de tiempo al mismo jugador que luego hizo la jugada del partido. Imputé al base estudiantil el presunto delito de fallar otra vez en un final de partido. Y me equivoqué. Oliver ganó el partido con una bandeja con la que cualquier jugador de baloncesto ha soñado alguna vez en su vida. Esta canasta significa la décima victoria en casa y más motivos para ser feliz si es que la felicidad se puede medir en estos términos. Al menos, de las cosas que no son vitales el baloncesto es una de las más importantes. Y el domingo, Albert Oliver, me hizo feliz. Puede que Suárez hiciera un partidazo, que lo hizo, que el recuperado Germán Gabriel sacara una determinante falta en ataque a un suspiro del pitido final, pero el que me alegró el día fue Oliver. El ex jugador de Pamesa dejó sin argumentos a Pablo Laso, que fue incapaz de propiciar un tiro de su equipo pese a los dos tiempos muertos que solicitó a la mesa. Después de que los vascos fueran capaces de remontar 17 puntos y de presentarse con opciones hasta el último instante se olvidaron de cerrar la puerta a un Oliver. Directo a la cocina y ahora a pensar en Unicaja.
Rebote. Ya hablé alguna vez de los/las ex. Siempre es incómodo, tanto como si te las encuentras en el metro como cuando vuelven a casa... El último ejemplo lo puso Lorbek, que regresó al Telefónica Arena tras su paso por el Estudiantes en la ingrata temporada 2008/2009. Estuvo muy enchufado, más que en toda una temporada colegial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario