miércoles, 1 de julio de 2009

Raúl López. Parole, parole


La hora del adiós es dolorosa para cualquier deportista. No me refiero a la retirada, sino al cierre de una etapa en un equipo porque de una temporada a otra cambia la estructura del club. Es el caso de Raúl López, probablemente uno de los jugadores más talentosos de la ÑBA que ahora, por la llegada del prestigioso Ettore Messina, se ve obligado a buscarse equipo. No encaja en sus planes, el italiano prefiere tirar de talonario y apunta a Holden, Prigioni y a Ricky Rubio. Que un demente como yo alabe a un vikingo tiene más mérito probablemente que si el que escribe es seguidor blanco, pero por encima de todo está el baloncesto. El mismo deporte que Pepu deletreaba en sílabas tras venir de China con un oro colgado del cuello y al que un tipo como Rául López engrandece. Tal vez su juego recuerda al de los grandes bases españoles, al menos a los que he tenido la oportunidad de ver cuando ni siquiera la ACB era tal. Buscató, Carmelo Cabrera, Vicente Ramos, Vicente Gil, Solozábal, y un paso por encima de ellos Juan Antonio Corbalán son los nombres históricos que me vienen a la mente cuando veo a Raúl López botar el balón y haciendo jugar al equipo. Un base de los de toda la vida, ajenos a esos tipos altos que que revolucionaron la misma posición como Antonio Montero o como el genial Magic Johnson. Hubo un tiempo en que el base era la prolongación del entrenador en la cancha y eso es lo que consigue Raúl López. Habilidad, inteligencia, visión de juego y morro suficiente para asumir la responsabilidad cuando otros se esconden hacen de Rául López que sea de esos jugadores hechos de otra madera, los que entran en la catalogación de los imprescindibles. En Badalona, Girona, Utah y Madrid lo saben bien y ahora habrá que seguirle allá donde juegue. Es paradójico que el jugador que sirve para un italiano en la ÑBA no sea útil para otro en uno de los clubes más laureados. Cosa de Scariolo y Messina. Ellos sabrán lo que hacen y como dice la canción... parole, parole.

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