viernes, 26 de junio de 2009
Fútbol
Los ingleses tienen alguna cosa en común con los españoles. No son muchas, cierto, pero alguna hay. Ellos se resisten de manera tozuda al euro de la misma manera que nosotros insistimos en gritar a los cuatro vientos que nuestro pueblo es el mejor del mundo. Prefieren el fish&chips frente a nuestras tapas y ya puestos a comparar, el conservadurismo innato de los habitantes de las Islas no comprende que los bárbaros del sur dediquen unos minutos a dar una cabezada o, incluso, a las famosas siestas de orinal y pijama de las que tanto presumía Camilo José Cela. Pero tanto en Gran Bretaña como en España el fútbol desata pasiones. Sin embargo, hay dudas existenciales, con enigmas que me traen de cabeza desde hace tiempo. La desaparición de los mayas, la existencia de la Atlántida o quién mató a Kennedy son tres ejemplos de ello, que no tienen nada que ver con el deporte rey. Y enigma es también que una liga de fútbol como la española, a años luz de la Premier League, la más fuerte de Europa, alimente un equipo campeón de Europa y caiga ante un grupo de vaqueros. Claro, que los ingleses tampoco están para presumir por mucho que sus hooligans entonen con una sola voz el God save the queen. No soy muy futbolero, pero este enigma ha despertado mi curiosidad tanto como el hundimiento del Maine en La Habana y me pregunto si seremos capaces de resucitar tras el batacazo de humildad de Sudáfrica. En un deporte que mueve cifras astronómicas, con fichajes de estrellas que ascienden a cifras multimillonarias, llegan once tipos born in the USA, a lo Springsteen, y te mandan para casa con toda la retahíla de los tópicos futboleros. No sé si será porque los norteamericanos han recuperado el fervor patriótico con Barack Obama, pero a través del fútbol nos han dado donde más nos duele. ¡Quién lo iba a decir! Supongo que todo tiene que ver con que estamos en los minutos de la basura de la larga temporada, esos instantes en los que los jugadores tratan de abrillantar sus estadísticas cuando el pescado está vendido. Y precisamente en estos minutos, en los que menos se esperaba esta derrota, mientras en Inglaterra toman el té de las cinco algunos se echan una cabezada.
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