Nunca es bueno que la excepción se convierta en norma. Por eso, tras leer recientemente una entrevista con P.D. James, la gran dama de la novela del misterio británica, reflexioné sobre una de sus frases. “Desde niña era consciente del hecho de la muerte, y también de que mis mayores no siempre decían la verdad, de que eran más complejos de lo que mostraba la superficie”, decía la escritora británica. En el fondo, por evidente que sea la frase no es más que una manera de poner la condición humana frente a la máquina de la verdad. La verdad es difícil, incómoda y, muchas veces, poco gratificante e incluso absurda. A estas alturas todavía hay quién duda de que Neil Armstrong pisó la Luna un 20 de julio de 1969. Yo no vi por la tele aquel gran paso para la humanidad, y a pesar de que las teorías de la conspiración venden más que la realidad creo en la NASA. Supongo que como periodista hubiera tratado de sacar los codos para viajar como corresponsal a Cabo Cañaveral, o al menos a Fresnedillas, el pueblo madrileño donde desde en una base de la NASA se siguió la aventura del Apollo XI. Al menos, seguir el alunizaje en el bar del pueblo, entre torreznos y Sol y Sombra hubiera dado para un reportaje. No albergo dudas sobre el paseo lunar de Aldrin o Armstrong; mis interrogantes tienen más que ver sobre la razón por la que se dejó de viajar a la Luna. Estos viajes cargados de la parafernalia hollywoodiense y de los que tanto se trabajó para contrarrestar las naves de la CCCP en plena carrera espacial desaparecieron de pronto. ¿Será que mis mayores no me dijeron la verdad? ¿Acaso tendrá razón J.J. Benítez en sus teorías sobre la cara oculta de la luna? Todas estas especulaciones se han convertido en una norma alimentada por las mentiras, en busca de todo tipo de intereses, o simplemente porque la verdad es difícil. Y ahí es donde está el peligro de que la excepción se convierta en norma, porque es más fácil generalizar a raíz de un gran engaño colectivo, aderezado con Internet y el poder político, como armas homicidas. Al menos, después de tanto mirar a la Luna, espero que el tiempo no me cambie, aunque me reste fuerza, y pueda ver en la TDT a otro Armstrong levantando el polvo lunar con sus pisadas.
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