domingo, 1 de noviembre de 2009

El botón

Menudo disgusto que acaba de dar el bueno de Antonio Alcántara a los políticos españoles. El pasado jueves, en el capítulo de Cuéntame cómo pasó, ese alter ego de la clase media española en la Transición, que interpreta Imanol Arias, destapó las vergüenzas de la clase política patria. La actual generación de políticos, salvo excepciones, parece que sólo se debate entre el coche oficial, la tentación de meter la mano en la caja y las lealtades ciegas para ganarse el puesto. Tal vez, la sombra de la corrupción que se extiende en ayuntamientos, diputaciones y partidos no es más que un síntoma de la condición humana, de la que no escapa ni el protagonista de Cuéntame. Antonio Alcántara recibió una soberana cura de humildad cuando recién nombrado abre un periódico y lee: “La crisis del olivar en manos de un ordenanza”. En la serie, su aportación económica a la UCD le ha salido rentable. Aunque no es diputado la recompensa es la dirección general de Agricultura, ministerio por el que ya pasó en sus años mozos como ordenanza. Pero el pasado siempre vuelve y le pone en su sitio porque lo de Alcántara son las tintas y el papel de su imprenta y no las aceitunas. Igual que sucede ahora, Alcántara pudo comprobar cómo los enemigos internos son más peligrosos que los adversarios políticos. Ignoro si Alcántara será presa del desencanto y tirará la toalla o si la cara amarga de la política le habrá hecho más fuerte para sobrevivir en la jungla. Quienes ya se han distanciado de la política son cuatro ex ministros de Zapatero que se han bajado del escaño en el Congreso de los Diputados. El último ha sido el ex ministro de Sanidad, Bernat Soria, que ha seguido el camino de Jordi Sevilla, Pedro Solbes y César Antonio Molina. Imagino que debe ser duro pasar de la frenética actividad de una cartera ministerial a la vida contemplativa de diputado raso. Ser la voz de su amo y apretar el botón es una actividad decorada con trabajo en comisiones, buen sueldo y mejores cuchipandas. Al menos, como acaba de reconocer el ex ministro de Cultura, César Antonio Molina, tras dejar el escaño y reincorporarse a su cátedra universitaria y sus libros, “apretar el botón no es el último fin de mi vida, un botón que además no siempre funciona”. Lo malo es que para muchos, la política es el medio para su fin.

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