domingo, 22 de noviembre de 2009

Chismorreo en I+D+i

Han pasado siglos y siglos, pero como si nada. Nos creemos el ombligo del universo y así nos va. De bronca en bronca y tiro porque me toca. Todo vale para armarla y cargarse de razones que justifican todo. El director Alejandro Amenábar ha reflejado muy bien la patética soberbia humana en la película Ágora. Mientras los hombres se despedazan en Alejandría el zoom de la cámara traspasa las capas de la estratosfera y recorre miles de kilómetros. ¡Qué ínfimo es el planeta Tierra dentro del Universo! Esta reflexión viene a cuento de la monumental bronca que tuvieron en el Congreso de los Diputados el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el diputado del PP Carlos Floriano. Aunque aquí la repercusión mediática de la agarrada ha sido enorme, para los astronautas de la Estación Espacial Internacional no habrá llegado a tener la categoría ni de chismorreo. Al fin y al cabo, ellos son una especie de Gran Hermano desde su posición de vigías en los confines del universo y tendrán que esclarecer prioridades entre tanta escaramuza terrícola. Vamos, que les sonará a chiste que el ministro le dijera al diputado eso de “veo todo lo que haces y dices”. ¿De verdad hay alguien en este país que se lleve las manos a la cabeza porque exista un sistema de escuchas del que no se escapan ni las conversaciones de enamorados adolescentes? El llamado Sitel existe porque en esta sociedad estamos dispuestos a sacrificar libertad a cambio de seguridad, ni más ni menos. Aquí se han grabado las conversaciones telefónicas de todo quisqui, pero no sólo ahora, sino desde hace tiempo. Hace años comenzaron a circular por las redacciones de los medios de comunicación cintas grabadas con conversaciones telefónicas del famosete de turno, empresarios infieles o príncipes enamorados. Y se pagaban grandes sumas de dinero por estas cintas, muchas de las cuales se guardaron en cajones a cambio de favores. Si eso sucedía, me puedo imaginar lo que la tecnología de hoy en día permite. El Sitel es la versión digital de la telefonista de toda la vida, la aplicación del I+D+i al chismorreo. A esas telefonistas de pueblo no se les escapaba el embarazo inoportuno de la hija del terrateniente o el amor a escondidas de la viuda del médico… todo pasaba por las clavijas y, si querían, por los auriculares. El Sitel es como esto. Lo malo es que te pillen. Pero escuchar, se escucha. Y espiar, se espía

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