domingo, 31 de mayo de 2009

Pleito celestial

Muchas veces me despierto nervioso después de haber pasado toda la noche en los juzgados, respondiendo ante el juez de mis delitos. Menos mal que es un sueño y que una vez que el café mañanero hace efecto compruebo que todo es onírico, que no tengo cuentas pendientes con la Justicia. Unos sueñan con dar un paso sobre vacío y a mí me da por las togas. Algún día buscaré en la obra de Sigmund Freud la interpretación de tanta pesadilla judicial. De momento, me limito a recordar las únicas dos veces en las que tuve que comparecer ante un juez. En ambos casos, aclaro que como demandante, salí bien parado, si se puede decir así, porque todo lo que sea meterse en abogados, al final, te deja secuelas. Pero estamos en el país en el que todo el mundo pone sus demandas en manos de sus abogados. Así, en plural, que supongo que acojona más. Sin embargo, no me van mucho los litigios, salvo en sueños, pero el español creo que es más pleiteante que violento. Tal y como está la cosa hay que andarse con mucho cuidado para que no te caiga una demanda. En Madrid al menos, si te descuidas te demandan poco menos que por haber jugado al pádel con un amigo de uno, que se compró un coche gracias a que el cuñado de ese otro vive en la misma urbanización de un diputado regional fiel a la disciplina de partido a la hora de votar en la Asamblea de Madrid. Un lío, ¿no? Pues así se las gastan nuestros políticos, donde se reparten demandas por doquier, con secretos de sumario que corren de patio en patio de vecinos y filtraciones interesadas para que unos palmeros defiendan a los suyos y otros a otros, sin que las facturas de los trajes de Camps aparezcan. Lo que ocurre es que lo de pleitear nos va y cuanto más famoso es uno, más hay que ir a los juzgados. Sin llegar a los extremos violentos de la España negra, en la que por un conflicto de lindes se tira de recortada, no me extraña que hasta Antonio David Flores o Darek tengan que requerir cada dos por tres a sus abogados. Y es que para pleitear siempre hay tiempo. Recuerdo un cuento de Álvaro Cunqueiro en el que un personaje le pide a su mujer como última voluntad que le deje un Código Civil en el ataúd por si tiene que pleitar en el más allá. Pues yo, además del Código Civil me llevaré a las alturas hasta las facturas de las últimas camisas que me compré en H&M… si las encuentro, claro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario