domingo, 24 de mayo de 2009

Europa

Descubrí que era europeo la primera noche que dormí arropado por un edredón. Ya ven, ni siquiera el porrón de pasta que vino de Bruselas en forma de Fondos Europeos para el Desarrollo Regional que transformaron las infraestructuras y carreteras de todo el país, tras años de atraso y baches, despertó mi conciencia europea. No fueron los euros, sino un edredón que me permitió jubilar las mantas astorganas de mi abuela lo que me hizo europeo. Durante mucho tiempo Europa no fue más que la Champions, el honor patrio mancillado en el festival de Eurovisión con un guaiominí tras otro y, por supuesto, las suecas. Tampoco fue el Himno de la Alegría versioneado por Miguel Ríos el que me abrió los ojos, fue un sencillo edredón sin funda, igual que los que usan en Alemania. Esa mañana, nada más despertar me di cuenta que también era como un agricultor o ganadero de los que protestan contra la reducción de la cuota láctea, el arranque de viñedos o los precios irrisorios en origen de los tomates. Y es que en el siempre maltrecho campo, al que no se mira desde las ciudades más que cuando sacude una crisis agroalimentaria en forma de vacas locas o gripe porcina, o para pasear al perro es donde mejor se maneja la terminología europea. Desacoplamiento, modulación o pago único son palabras habituales, cada una con su acento autóctono, y todo sin hablar una papa de francés, inglés o alemán. Mientras, los urbanitas creen que Europa es votar a Soraya o un low cost a Roma la mayor parte del presupuesto comunitario se destina al campo a través de la Política Agraria Común, de la que se beneficia desde la Duquesa de Alba hasta el Tío de la Vara. El reparto de estos fondos, es cierto, no es igual para todos, pero a muchos les ha servido para cambiar su modelo productivo, con permiso de ZP. Hace poco coincidí con un bodeguero de La Mancha al que hacía tiempo que no veía. Me explicó cómo habían cambiado el modo de producción, que controlaban desde satélites la óptima maduración de las uvas para hacer la vendimia en el mejor momento y hasta que tenía a un enólogo capaz de elaborar vinos a la carta, adaptados a los gustos de los clientes del quinto pino. Hoy exporta su vinos de ciencia ficción a China y Australia. Él aprendió hace años lo importante que es estar en Europa, ahora ya la de los 27. Y además, confiesa que jamás usó edredón para dormir... ¿Pa qué?

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