Fue durante la ebullición de una tertulia familiar, tras una copiosa comida, cuando uno de los contertulios sacó el tema del día. Aseguraba que a medida que nos desplazamos al Este es más fácil entender un idioma que si se viajaba en sentido contrario. Una afirmación empírica que, según nos dijo, se basa en la experiencia de sus viajes y que sustenta en una rotunda afirmación: “Un español entiende mejor a un italiano que un italiano a nosotros”. Simplemente era el más viajado de todos los contertulios y daba por hecho que la torre de Babel que es el mundo tiene que ver con las latitudes y longitudes. Y en no hablar muy deprisa, digo yo. A mí no me parece una idea descabellada, porque al fin y al cabo siempre creí que hay que seguir las señales de la naturaleza y no ir en contra de ellas. Así que si el sol sale por el Este y se pone por el Oeste alguna relación habrá. Yo, sinceramente, bastante tengo con descubrir el mundo que me rodea sacando conclusiones de esos maravillosos guiños que constituyen los topónimos, los nombres de esos lugares que muchas veces revelan cosas e informaciones que a pesar de estar ahí, a la vista de todos, pasan tan desapercibidos como saber si un español entiende mejor a un italiano o es al revés. Lo bueno que tiene la toponimia, como en tantas cosas de la vida es su capacidad de sorpresa, porque las cosas muchas veces no son lo que parecen. Y es que los meandros etimológicos han dado lugar a una abundante riqueza a la hora de poner nombres que han llegado hasta nuestros días. Por eso no hay nada como viajar y fijarse en los nombres de los pueblos, ríos, montañas, arroyos y desfiladeros. Desde lo mágico a lo lógico, del vencedor al vencido, todo tiene un sentido para explicar nombres geográficos como Nocedo, Despeñaperros o incluso Kilimanjaro. Precisamente, ahora, Saturno nos sorprende igual que un topónimo a vista de telescopio. Las cosas no son los que parecen y aunque sus anillos se vuelvan invisibles por un fenómeno que se repite cada quince años, el planeta sigue estando ahí con sus señas de identidad en forma de aros. Pero como todo en la vida hay una explicación, un nombre y una razón. Eso es igual en todos los idiomas, del Este al Oeste.
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