domingo, 8 de marzo de 2009

Parque temático

Ignoro si lo ficticio puede ser mejor que lo real, pero cada día que pasa admito que aumenta mi capacidad de sorpresa. Hace ya algún tiempo un grupo de hombres de negocios cristianos anunció que iba a rascarse el bolsillo y gastarse casi cinco millones de euros para montar un parque temático creacionista en Inglaterra. Y todo para combatir las teorías de Charles Darwin, porque para ellos la verdad universal es que el mundo fue creado por Dios en siete días. Fe católica contra la teoría de la evolución con herramientas del nuevo milenio. Y claro, como si no bastaran las Sagradas Escrituras y más de veinte siglos de historia con claroscuros, nada mejor que crear un parque temático para toda la familia, con sus montañas rusas, multicines, grandes escenarios, palomitas y todo eso para negar, al fin y al cabo, que el hombre viene del mono. Este llamativo parque temático me recuerda mucho el que describía Julian Barnes, uno de los exponentes más brillantes de la narrativa británica contemporánea, en Inglaterra, Inglaterra. En esta novela el protagonista de un sueño obsesivo construye un nuevo Imperio, una ficción de la realidad en la que recoge todos los mitos, esencias y tópicos de lo inglés, desde el bosque de Sherwood a los acantilados de Dover, todo ello en un parque temático que puede ser visitado en un día que pretende sustituir a la verdadera Inglaterra. Así las cosas y ya que en estos tiempos es posible cualquier parque temático no habría que salir de España, porque de hecho el país no sólo lo parece, sino que ya lo es. Me atrevería a proponer uno tan español y cañí como el de la envidia. El patio de vecinos patrio anda revuelto tanto por el Oscar a Penélope Cruz como con la Medalla de las Bellas Artes al torero Francisco Rivera Ordóñez, que ha desatado una guerra en los ruedos sin precedentes. En ambos casos no faltan ni defensores ni detractores a ultranza. No sé si Pe va por la vida de Silvana Mangano, ni tampoco me atrevo a juzgar si “por vergüenza torera” José Tomás ha hecho bien en devolver su medalla. Lo que tengo claro es que si algún día promuevo un parque temático con las raíces ibéricas contaré con todos ellos… y con unos cuantos más.

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