domingo, 19 de octubre de 2008
'Matrix' judicial
Una exposición recién inaugurada en Londres parece zanjar de manera definitiva las dudas acerca de una de las fotos más famosas de Robert Capa que se convirtieron en icono de la Guerra Civil española. El miliciano que cae fulminado en Cerro Muriano, llamado Federico Borrell, y que Capa captó con su cámara Leica con maestría es probablemente una de las imágenes que mejor han ilustrado una contienda fraticida. Pero mientras que los contactos desaparecidos durante décadas siguen apareciendo aún en nuestros días, aquí el juez Baltasar Garzón se dedica a lo suyo. No sé si ha sido por un ataque de sincronicidad, del que hablaba el psicólogo Jung, es decir la coincidencia en el tiempo de dos o más sucesos no relacionados y que tienen el mismo significado para el receptor de los mismos. Puede que haya llegado a sus manos, y no lo sepamos, alguna de las maletas que Juan Negrín se llevó con fotografías de Capa, Taro y Chim, que coincidiendo con la presentación de un libro sobre detención del dictador chileno Augusto Pinochet y la Ley de Memoria Histórica hayan propiciado al magistrado la sincronicidad necesaria para declararse competente para investigar las desapariciones del Franquismo. Lo malo es que Garzón, pone en marcha un matrix judicial que le ha servido para equiparar el franquismo con el exterminio nazi saltándose a la torera la Ley de Amnistía de 1977 y la Constitución. Abrir agujeros de este calibre en la memoria histórica no le hace ningún favor a nadie. Facilitar sin ruidos mediáticos ni egocentrismos que cada cual entierre de manera digna a sus familiares y desaparecidos en la Guerra Civil y la Posguerra estimularía la concordia y para ello no es necesario un juicio de Nuremberg en la Audiencia Nacional. A este paso, una vez demostrado que la foto de Capa fue tan real como la Guerra Civil y el Franquismo si se pide el certificado de defunción de Franco o del General Mola, también se podrían reclamar del Capitán Alatriste –con permiso de Arturo Pérez Reverte, claro-o del mismísimo Duque de Alba. Al fin y al cabo, la cruel fama de traganiños de los Tercios de Flandes es más que una leyenda negra. Antes o después el tiempo pone límites y puestos a juzgar... ¿hasta dónde se llegaría?
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