sábado, 11 de octubre de 2008

'Compro oro'

Los hombres-anuncio tienen sus días contados y su fecha de caducidad está escrita en forma de ordenanza municipal. Quienes quieran verlos en acción aún están a tiempo. No tienen más que acercarse por la calle Preciados o la Puerta del Sol de Madrid para comprobar la terrible vejación a la que son sometidos con el objetivo de ganarse la vida y llevarse al cuerpo un bocata de calamares y un vermut de grifo, de los de toda la vida de los madriles. Para ellos aquello que escribió Jean Paul Sartre de que “el hombre está condenado a ser libre” les debe sonar a chino, que lo suyo es la compraventa de oro y que les dejen de filosofías. Aunque en realidad ni ellos ni nadie tienen libertad para dejar de ser libre, ni siquiera los ideólogos de esta ordenanza que pretende poner fin a un trabajo que ataca la dignidad humana. En ese afán por regular y poner normas a todo lo que rodea la vida cotidiana, Gallardón y Ana Botella han emprendido ahora una cruzada moral para que se acabe con la ‘vejación’ de los hombres-anuncio. Pero no estaría mal que se dieran una vuelta por la calle Montera o a la Colonia Marconi donde hay mujeres obligadas a ser vejadas de verdad y sin contemplaciones. En un mundo donde casi todo es apariencia, donde no hay persona que camine con su camisa o chándal de marca, ahora los que sobran son los hombres-anuncio. ¿Pero acaso Fernando Alonso o los gladiadores modernos del deporte no son hombres-anuncio en toda su extensión? Vamos, que lo chic mola y lo otro sobra. Precisamente ha tenido que ser en la misma semana en la que la Bolsa se ha dado un batacazo sin precedentes cuando al alcalde de Madrid se le ha ocurrido la genial idea de cortar el canal publicitario de muchas personas que al no poder llegar a final de mes tienen como solución empeñar los oros de la abuela. Tal vez por ello no sería mala idea que si se considera que ofrecer mercadeo de oro entre la gente atenta a la dignidad que se cambie el anuncio por el de la exposición que el maestro Rembrandt va a protagonizar en el museo del Prado y que el martes inauguran los Reyes de España. Seguro que a ellos no les importaría, ni a Gallardón tampoco. Y es que Rembrandt, al fin y al cabo, es oro puro.

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