viernes, 2 de septiembre de 2011

“No sé cómo puedes vivir allí”

Hace unos días que lo bueno se acabó. Las vacaciones de verano ya forman parte del pasado y no evocan más que un sustantivo denominado nostalgia. Con el fin de agosto llegó la hora de hacer las maletas para volver a la rutina diaria. Entre la ropa, los zapatos, los calzoncillos, las chanclas y el tubo de bucear hemos tenido que hacer hueco entre el equipaje a la reforma constitucional. No es de extrañar porque lo habitual es que a la vuelta el equipaje sea más abultado. La cosa es que esta reforma ha sido tan veraniega como una partida de mus con los colegas o deleitarse con un helado de leche merengada al borde del mar. Sin embargo, más que la reforma de la Carta Magna, tan intocable hasta que los que nos prestan dinero nos han dicho que no van a aflojar la cartera si no dejamos de gastar y hacemos lo que nos dicen, lo que más me ha sorprendido es descubrir que en Australia es donde mejor se vive.  Uno, que en la maleta también hizo hueco a la letanía de los paisanos del pueblo ahora se queda descolocado. Esa letanía consiste en que a diario oía eso de “no sé cómo puedes vivir en Madrid, si no hay nada como el pueblo”. No hay paisano que no piense que su pueblo es el mejor, da igual que sean cuatro casas en medio de un secarral o un paraíso natural en el que un día plantas tomates y otro limones con la seguridad de que la boca se te va a hacer agua. Tampoco se lo discutiría nunca. Sin embargo, lo que me hace preguntarme si otra vida es posible es la lectura del informe de Economist  Intelligence Unit sobre las mejores ciudades del mundo para vivir. Resulta que las ciudades australianas y canadienses copan el top ten de urbes para vivir como Dios manda. Uno, que sigue con indisimulado fervor todo tipo de estudios que superpoblan Internet, con un apasionamiento directamente proporcional al escepticismo que me genera su rigor científico, se queda más tranquilo al saber que Trípoli no es una de las mejores opciones para mudarse a un residencial con piscina y seguridad las 24 horas. No sé si para llegar a esta conclusión hay que hacer un sesudo estudio acompañado de un brainstorming, miles de entrevistas en diferentes idiomas y un sondeo con un margen de error mínimo. Además, como soy un poco puñetero me pregunto si es más fácil medir la satisfacción de la ciudad en la que vives o justificar la imposición de tasas. La cuestión es que la lista la cierra Harare (Zimbabue), que supongo que será un infierno, peor que Tripoli aún, y dudo que nadie esté pensando en instalarse allí para empezar una nueva vida. Sin embargo, después de que Gallardón te casque la primera multa de tráfico nada más llegar a Madrid, lo que era una letanía de verano se convierte en un anhelo. Será que en el pueblo o en Melbourne se vive mejor...

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