lunes, 19 de septiembre de 2011

BA-LON-CES-TO




En 1984 los Corbalán, Solozábal, Epi, Itu, Margall, Romay y compañía nos dieron la madrugada. De paso nos colgamos con ellos la medalla de plata de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Todo un hito. Esa noche de verano soñé que por fin estábamos cerca de ser como los yugoslavos y los rusos, claros dominadores europeos. A la selección norteamericana la veía como una misión imposible porque jamás seríamos capaces de echarles ni a codazos de la zona, ni defender como ellos ni meterla para abajo con la misma soltura que los creadores de ese deporte llamado baloncesto cuyo origen se atribuye a un profesor de la YMCA de Springfied llamado Jerry Naismith "hace mucho, mucho tiempo" ("A long time ago", que dirían los guiris..). 


Batallitas aparte, aquel equipo que dirigía el inolvidable Antonio Díaz Miguel -¿para cuándo el homenaje en toda regla que se merece?- tenía talento y virtudes que perviven en la actualidad. Con el paso de los años le doy más valor a la hazaña del 84. Jugar una final en la tierra de la NBA, frente a estrellas norteamericanas de la talla de Pat Ewing, Michael Jordan o ese cazador nato del aro contrario llamado Chris Mullin, todos ellos bajos las órdenes de un mito de los banquillos como Bobby Night, me hizo pensar en que el baloncesto español había tocado techo. 


Para un tipo de altura media como yo, con más cintura de Gepetto brother (¡siempre grande Montes!) que otra cosa, que pasaba las horas botando el balón en el patio de un colegio –bueno puedo presumir de haber jugado en un pabellón, lujazo para aquella época- y que la única imagen de la NBA que retenía en mi memoria era la del vuelo estratosférico de Julius Erving, alias Doctor J, esa final era el no va más. Entonces no había You Tube, webs, ni se veían partidos de la NBA, sólo había visto volar a Doctor J y elevaba a la categoría de mito a los Sixers (luego me hice de los Celtics...) por unas imágenes grabadas en Súper 8. Entre 1984 y 2011 han pasado muchas cosas, pero el balón no ha dejado de botar. 


De aquella final de Los Ángeles a la del Europeo de Lituania la diferencia que existe entre los jugadores es el supertalento de una generación legendaria. Gasol –Pau y Marc-, Navarro, Calderón, Rudy, Reyes y toda esa plantilla que nos deleita ahora han heredado el mismo espíritu de equipo de aquellas generaciones que trataban de llevar al baloncesto español a lo más alto durante décadas. No sé si en los Juegos Olímpicos de Londres de 2012 se cerrará el ciclo de un equipo capaz de convertir lo extraordinario en rutinario, que nació en el Mundial Junior de Lisboa de 1999. Pero estoy seguro de que la vida siempre es mejor con…!ba-lon-ces-to!

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