viernes, 4 de marzo de 2011

Vaqueros letales

Ahora que el western vuelve a estar de moda con Valor de ley, remake de ese filme que llevó a John Wayne a ganar un Oscar, más ganas me entran de cabalgar por los desiertos de Arizona, el cañón del Colorado y hasta morder el polvo como homenaje a los clásicos del género. El viejo Oeste, se mire por donde se mire, es un lugar sucio, donde te pueden pegar un tiro o clavar una fecha, y deja poco espacio para la estética. La insalubridad campa a su antojo de la misma manera que uno se arrastra por el suelo escuchando el silbido de las balas rondando la coronilla o jugándose el pescuezo en una partida de póker. Un tipo como John Galliano, por mucho que se vista de Dior o adore su ego disfrazado de Napoleón, no resistiría ni un día en un Saloon de Wichita, donde la mayoría de los vaqueros eran más cínicos, codiciosos y desagradables que este diseñador caído en desgracia, presa de su verborrea nazi. Si me lo permiten, les diré que hay dos películas que forman parte de mi particular videoteca. Una es Dos Cabalgan Juntos y la otra Centauros del Desierto, con ese memorable tío Ethan que busca a su sobrina secuestrada por los comanches. Pocas películas resumen la angustia y tantos interrogantes de la condición humana como esta obra maestra de John Ford. Pero el polvo del desierto más crepuscular que nunca y el sudor impregnado en las ropas de esos vaqueros que cabalgan millas no es lo que mata a los héroes del western. Son las venganzas, el odio, los duelos, los tiroteos y los indios. A ellos no les afecta la silicosis. Porque lo que ahora mata a muchos trabajadores de países donde la prevención de riesgos laborales se la pasan por donde se les antoja sus jefazos es la silicosis. Y todo porque la gente guay, poligonera o lo que sea que coquetea con las llamas de la hoguera de las vanidades prefiere pagar una pasta por un vaquero gastado y con rotos de diseño, que desgastarlo ellos mismos. Leo en el diario El Mundo con asombro que el proceso de fabricación de los pantalones vaqueros desgastados ha causado decenas de fallecidos y millares de enfermos en países como Turquía, China, la India, Siria o Bangladesh. Entiendo que unos fashion victims de la vida se quiera dejar una pasta por lucir unos vaqueros de marca. Allá ellos. Pero creo que no estaría mal que nos dejáramos de tonterías y desgastemos los vaqueros como Dios manda. Si hay que retozar por la tierra de un descampado con los jeans puestos siempre será mejor opción que ir a la tienda de moda o al outlet de turno a probarse unos vaqueros que matan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario