Los turistas accidentales siempre viajan con un billete de ida y vuelta. Nunca viajan sin seguro, no vaya a ser que un día tengan que pasar la noche a la intemperie. La aventura para ellos es subirse a un autobús con guía, ver en diez minutos el Partenón, en otros cinco la acrópolis y una tarde libre de compras por Atenas. De ahí a todo correr a las aguas turquesas de Mykonos para darse un baño y a zampar, si es buffet libre, mejor. En vacaciones, para este tipo de turista, tiempo y lugares de visita mantienen la misma encarnizada lucha que los titanes de la mitología griega. Hay que mirar mucho, pero no pararse a pensar en lo que se ve. Es como sellar un pasaporte de parque temático para presumir luego ante los amigos del barrio. El turista accidental es de los que lleva la maleta tan cargada que es incapaz de trasportar su propio equipaje. Busca a la desesperada un bar de tapas español en Atenas, Brujas o Roma para lanzarse contra las gambas al ajillo o las patatas bravas al tiempo que predica a los cuatro vientos que “como en España, nada”. Siempre está comparando lo desconocido con su tierra. Mientras tanto el viajero, el de verdad, disfruta del camino como una parábola de la vida. Ya sea en ruta hacia Santiago, en un tren por Tanzania o un sendero en la India, el viajero no carga más peso del que puede transportar en su espalda ni se fija una hoja de ruta con estrictos horarios de salida ni de entrada. Viaja con todos sus sentidos y no necesita a un guía que con micrófono en mano te da un cuarto de hora para hacer un pipí. Nunca exige cuando entra en un albergue y pregunta qué puede comer, sino que agradece la hospitalidad. Como mucho, un turista accidental podría interesarse por el precio de venta de una isla de las Cícladas, que con eso de la crisis de la deuda griega podría resultar un chollazo. Pero un viajero daría lo que fuera por pasear por ese islote como en su día lo hizo Darwin la primera vez que vio las especies de las islas Galápagos en su viaje a bordo del Beagle. La dualidad está en nuestras vidas y se manifiesta también a la hora de viajar y, por supuesto, en la política. Ahora Trinidad Jiménez se ha embarcado en las primarias del PSM-PSOE, en un viaje con billete de vuelta garantizado, con huelga o no de controladores aéreos. En esto de viajar siempre ha habido clases, pero el riesgo que tiene cualquier turista accidental que se precie es encontrarse a cualquier conocido en uno de sus periplos y que le suelte sonriente: “¿Cuándo viniste? ¿Y cuándo te marchas?”
No hay comentarios:
Publicar un comentario