viernes, 27 de agosto de 2010

Sabina receta un 'cante' contra la crisis


Joaquín Sabina se plantó en Alcalá de Henares con un tiramisú de limón en el gaznate y se marchó con una particular receta contra la crisis: desayunar con un cante en los dientes. El Sabina de la gira Vinagre y Rosas, título de su último trabajo, es más disciplinado que nunca aunque confiese ser un borracho o que su única religión sea el cuerpo de una mujer. Es posible que el aviso de una isquemia cerebral y la gira Dos pájaros de un tiro, junto a Serrat, tengan la culpa de la profesionalización de un canalla admirable como Joaquín Sabina. El concierto que ofreció en la Huerta del Obispo, en un escenario que por momentos parecía un bistró del puerto de Marsella, comenzó con el hilo musical de Y nos dieron las diez antes de que el artista y sus músicos salieran al escenario. Con Lili Marlen de fondo Sabina saltó al ruedo con su traje de pingüino y un bombín sobre la cabeza para hacer lo que le da la gana como cantante y compositor acomodado. Más de un millón de discos vendidos dan esa libertad. De ahí en adelante la bohemia, los desengaños, los viajes en tren y las rubias platinos de sus poemas hechos música demostraron que hay Sabina para rato. Puede que ya no cierre los bares de la esquina ni cometa tantos excesos heroicos como la leyenda negra le atribuye, pero el talento, la gracia y el arte permanecen intactos. La luna casi llena, menguante, y el calor de la noche se aliaron con Joaquín Sabina, que durante más de dos horas y media ofreció un repertorio que combina nuevos temas con otros clásicos. Un tipo de 61 tacos, hecho un palo y con bombín – “¿A esto le llamas gorro? Es un bombín", como el de Úbeda recordó a una de sus feligresas que le pidió que se lo lanzara– tiene la fortuna de contar con una discografía tan amplia que viaja por varias generaciones. Su público es variopinto y Sabina tiene para todos. Tal vez el mayor hándicap es tratar de combinar las creaciones más recientes como Tiramisú de limón, Embustera, Viudita de Clicquot, Parte meteorológico o Crisis (tema que cerró la noche en playback) de un crápula en retirada con los temas que la mayoría de sus devotos esperan. Con el cancionero de Vinagre y Rosas, Sabina se reencontró con las hadas de la mano de Benjamín Prado para componer nuevas canciones. Hasta entonces, las hadas habían estado “follando con Serrat", como reconoció socarrón. Pero si hay algo que pone a sus fieles son sus majestuosos himnos de siempre y en la gira de Vinagre y Rosas no faltan. Por el bulevar de los sueños rotos, Noches de boda, Quien me ha robado el mes de abril, Y sin embargo te quiero o 19 días y quinientas noches son apuestas aseguras ante un público variopinto –unos 8.000 asistentes– con abundancia de prominentes calvas y unos añitos a cuestas. Claro que los watios del rock bucanero de Pacto entre caballeros o Conductas suicidas tampoco fallan en el repertorio de un trovador rockero.Por eso Sabina tiene alma de torero, pero de los de arte, de los que salen a los medios y con tres naturales levantan al público de los tendidos. Si se hubiera vestido de luces no sería Sabina, sino Joaquín de Ubeda, pero los taurinos perdieron un matador y el público ganó un trovador. En el concierto sólo hizo un natural, al quitarde la chaqueta, suficiente para abrir la puerta grande. Sus versos enlazaban las canciones entre canción y canción con un riesgo: recitar más que cantar. El que avisa no es traidor. Y Sabina, avisó.En la Huerta del Obispo, Sabina no sólo estuvo acompañado en el escenario por sus escuderos de siempre, con Pancho Varona a la cabeza. También se paseó en alma su admirada Chavela Vargas, con las que tantas veces ha tequileado Sabina. El de Úbeda dice que ambos tienen tres cosas en común. Sostiene que son unos borrachos, que les gusta las mujeres –“a ella más, eso sí, recalcó Joaquinito– y que están acabados. Pero no. Ni la pendeja Chavela lo está a sus 91 años ni Sabina a los 61. Será porque, les guste o no, a ambos les queda cuerda para rato en esta vida o en la que sea.

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