Lo bueno no dura mucho. Es tan efímero como una pompa de jabón. La vida es un poco eso, es un proceso que tratamos de llenar con caprichosas formas jabonosas tan emocionantes como efímeras. Ahora acaba de estallar delante de mis narices una pompa, el del ránking de la alegría. Mira por donde, cuando acabamos de ganar el Mundial y la euforia pasea desatada por las calles llega un sesudo estudio y pone patas arribas el país donde mejor se vive, donde mejor se come y donde mejor... Según una encuesta España resulta que es uno de los países más infelices de Europa. Ignoro cómo se mide la felicidad y si el vecino de al lado tiene audímetros del bienestar junto a la TDT de plasma o entre el barreño de la ropa para planchar. Los libros, películas y el colega de toda la vida al que le lloras las penas insisten siempre en que la felicidad no se puede comprar. Pero es difícil aceptar la tozuda realidad de estudios capaces de romper el mito de la siesta, las tapas y todo esa parafernalia del Todo a Cien rojigualdo. La felicidad sólo se puede experimentar en pequeños momentos, en eso coinciden los teóricos del sentirse bien, cualquier hijo de vecino que tenga dos dedos de frente y, por supuesto el genial iconoclasta Groucho Marx con su “pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna...”. Alcanzar el éxtasis de la felicidad plena es tan difícil como los esfuerzos que hacían aquellos fumadores empedernidos capitaneados por Harvey Keitel por saber cuánto pesa el humo de un cigarrillo. Era en Smoke, la novela de Paul Auster llevada a la gran pantalla. Para ellos los cigarrillos son como esas pompas de jabón. Ahora para colmo, también quieren acabar con los pequeños momento de felicidad que propociona un bollo o una chuche. Si prospera el informe de la ministra Trini los remordimientos nos corroerán por despreciar la dieta saludable al elevar el colesterol y el ácido úrico por engullir un kit-kat o mojar un cruasán en el café. Ya ven, así están las cosas. Pero si no fuera por esos pequeños momentos de felicidad que nos enseña la vida al toparnos de bruces con el veraneo seguiríamos pensando en blanco y negro. Un pequeño trago de vida, de esos que sirven para venirse arriba, tuvo lugar en la azotea del Círculo de Bellas Artes hace unos días. Allí se hizo realidad ese dicho de Madrid al Cielo, con el homenaje que varios músicos españoles hicieron a The Beatles recreando al concierto de 1969 en la azotea de los históricos estudios Apple. Let it be siempre proporciona felicidad, en la azotea o en el metro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario