Los bares son los lugares más gratos para conversar. No porque lo diga o, mejor dicho, lo cante el incombustible Jaime Urrutia, sino porque es así. Es una certeza más de la vida, de esas en las que la fe y la razón no chocan. Bares en España no faltan y en la misma proporción que hay barras en tabernas, tascas, snacks o cafeterías están los enteraos. No hay bareto sin su enterao. Algunos son más pesados, otros más gorrones y a otros les patina la lengua más de lo debido. Pero existir, los enteraos existen. Es un especie que se desenvuelve como pez en el agua en los bares, entre cáscaras de gambas, huesos de aceituna y una caña o botellín lo más cerca posible. Apostado sobre la barra o sentado en cualquier mesa el enterao es un pozo sin fondo de sabiduría. Es capaz de clavar la vuelta en la que Fernando Alonso hará su entrada en boxes en un Gran Premio, revelar que el doble pivote que usa el Atleti impide el juego por las bandas o proporcionar todo lujo de detalles sobre la milagrosa cámara hiperbárica que ha propiciado el regreso de Rossi a las motos de GP pese a que se destrozó la tibia y el peroné hace poco más de un mes. Por sus explicaciones, siempre seguidas por un nutrido grupo de fieles, y algún que otro despistado, deduzco que el deporte es el mejor de los efectos placebo para sustituir la pulsión guerrera por el jefe maniático o la suegra metomentodo. La biblia la tiene en el Marca, pero cuando menos te lo esperas el enterao es capaz de explicar el reglamento internacional de abordajes, las técnicas más efectivas para sellar el derrame de petróleo en el Golfo de México o los últimos avances en biotecnología o ciencia límite. Ahí es donde desconcierta. El enterao es un hombre renacentista, pero de voz cazallera y lamparones en la camisa, capaz de dialogar largas horas con Dios aunque sea tan ateo como lo era el mismísimo Saramago. Esta semana no tuve la oportunidad de coincidir con uno de estos enteraos a los que acostumbro a ver de vez en cuando y que me limito a observar, pero ya me muerdo las uñas por su veredicto sobre el debate del Estado de la Nación. Si es Rajoy o Zapatero el ganador. Por puntos, por K.O. o por descarte. Estos enteraos son más lúcidos y si me apuran, tienen ya más credibilidad que los líderes políticos del país que se dijeron más de lo mismo en el Congreso de los Diputados. Para escuchar opiniones de vencedores y vencidos, prefiero un bar, con su cerveza, su tapa y su enterao. Lo prefiero antes que quemar el mando de la tele para cambiar de canal y tener que huir de tanto tertuliano que hace del matonismo dialéctico su argumento.
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