viernes, 3 de abril de 2009

Falta el idiota

No tengo duda. En la cumbre del G-20 sólo faltó un idiota. Podríamos llamarle, digamos que Plácido, como el de la inolvidable película de Luis García Berlanga. O puestos a comparar, también podría ser Pignon, ese personaje de la obra de teatro reconvertida en éxito cinematográfico titulada La cena de los idiotas. Pero casi que por eso del amor patrio y la fidelidad a la roja, como desde hace un intermedio se llama a la Selección española de fútbol, me quedo con Plácido. La cosa es que ese idiota, al que he decidido llamar Plácido, no estuvo sentado en el banquete de crisis que Gordon Brown ofreció en el número 10 de Downing Street a los representantes del mundo de la opulencia, incluido José Luis Rodríguez Zapatero. Plácido no pudo hacerse la foto con Obama, ni siquiera con Carla Bruni, que seguro que le hubiera gustado más porque siempre le tiraron mucho las francesas desde que vio una película de Fanny Ardant de la que no recuerda el título. Por no poder, ni siquiera pudo hincar el diente al menú de recesión que elaboró ese cocinero británico convertido en ídolo de jovencitas llamado Jamie Oliver. Y eso que un bocado al salmón orgánico procedente de las islas Shetland, al pan irlandés o a la paletilla de cordero del valle de Elwy hubiera merecido la pena. Pero Plácido todavía se acuerda de los opíparos 19 platos que los representantes de los países más poderosos del mundo degustaron en Japón no hace mucho tiempo y le entra cosica, que por eso es tan manchego como Sancho. Tal vez por eso, a Plácido le gusta más el montado de panceta en el bar del pueblo con un chato de vino recio que una cena de gala. Pero Plácido debería haber estado allí. Sólo tipos como él serían capaces de hacer llegar a los mandatarios del mundo un mensaje claro. Plácido estaba pensando en pedir un crédito para renovar su maquinaria agrícola. Hace años le ofrecían financiar más del 80% del valor del tractor y ahora cuando entra en la oficina se sorprende con los intereses para captar clientes. Llevaba tiempo con la mosca detrás de la oreja, pero sabe bien qué es la soledad. Antes le llamaban de usted y ahora no le dan un duro. El G-20 necesita a Plácido. Él sabe mejor que nadie que para arreglar esto hace falta más que un cuento de Navidad... en abril.

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